En noviembre, investigadores de la Universidad de Ciencias y Salud de Oregón (OSHU) publicaron un estudio en Nature Communications donde exploran el misterio de cómo Timothy Brown —conocido como “el paciente de Berlín”— pareció curarse del VIH luego de un trasplante de médula ósea en 2007. La médula ósea contiene células madre que pueden producir células sanguíneas blancas (leucocitos), las cuales son componentes importantes del sistema inmunológico, además de las células que matan al VIH. Brown obtuvo el trasplante de un donador que presentaba una mutación específica, la cual volvía sus células inmunológicas especialmente resistentes a la invasión de VIH. En cuestión de un año, la carga viral en la sangre de Brown se volvió indetectable.
Los médicos han intentado replicar esta proeza extraordinaria, pero Jonah Sacha, investigador de OSHU y uno de los autores del nuevo artículo, informó a Newsweek que muchos de esos esfuerzos han terminado muy mal. Seis pacientes que recibieron trasplantes similares murieron un año después de las operaciones. “En este momento, hay una especie de moratoria para hacer estas cosas”, agregó. “Incluso después de diez años, todavía no tenemos idea de cómo fue que Timothy Brown fue curado funcionalmente”.
Sin embargo, esa moratoria no incluye a los monos. Es posible hacer el tipo de trasplante que curó a Brown entre monos Rhesus, aunque son en extremo difíciles porque en sus sistemas inmunológicos hay demasiadas proteínas que deben tomarse en cuenta. Y los trasplantes de médula ósea solo pueden llevarse a cabo cuando existe una coincidencia exacta entre las proteínas del sistema inmunológico del donador y del receptor.
Esas proteínas son la causa de algunas de las complicaciones más peligrosas que pueden ocurrir después de un trasplante de médula ósea, como la enfermedad de injerto contra huésped, cuando los guardianes que protegen al paciente rechazan las células nuevas. Esto sucede cuando la coincidencia no es suficientemente adecuada. En vez de colaborar con el cuerpo del receptor, las células inmunológicas del donador empiezan a atacar y, así, en vez de salvar al paciente, el trasplante puede ser letal.
Sin embargo, Sacha y su equipo descubrieron que los macacos cangrejeros (Macaca fascicularis) de la isla Mauricio son la especie perfecta para este tipo de investigación. Ya que hace unos 500 años solo había cinco macacos en aquella isla frente a la costa de Madagascar —y, entre ellos, solo una hembra—, la especie tiene mucha menos diversidad genética que cualquier otro grupo de macacos, lo que le facilita mucho encontrar buenas coincidencias para trasplantes de médula ósea.
Sacha y su equipo informan que pudieron hacer un trasplante exitoso de células madre en dos macacos. Transcurrido un año del procedimiento, los monos siguen vivos y sanos, y no muestran señal alguna de rechazar las células trasplantadas. Y, tal vez más importante, los monos cuyos trasplantes fracasaron muestran los mismos tipos de complicaciones que presentan los humanos, como la enfermedad de injerto contra huésped. Esto significa que los científicos disponen ahora de un método nuevo y mejorado para averiguar qué, exactamente, condujo al resultado extraordinario del paciente de Berlín y, a continuación, encontrar la manera de replicarlo. Académicos y compañías ya han manifestado interés en utilizar a los animales para investigaciones de VIH, y también podrían usarlos para averiguar cómo prevenir la enfermedad de injerto contra huésped.
La noticia es estupenda para la ciencia, pero bastante mala para los monos, porque cuando los trasplantes de médula ósea salen mal, pueden salir terriblemente mal: la enfermedad de injerto contra huésped es una de las causas principales de muerte en individuos que se someten a estas operaciones.
Sacha y sus colegas están profundamente interesados en el bienestar de sus animales de estudio, aun cuando realizan procedimientos que saben que podrían dañarlos o incluso matarlos. “Nos encariñamos mucho con estos monos. Les ponemos nombres, y pasamos mucho tiempo con ellos”, informa Sacha. Para asegurarse de que los monos estén contentos y entretenidos, el personal veterinario de la universidad les da golosinas y iPads. “Estos monos son muy tiernos”, dice Sacha. “Es espantoso cuando enferman y mueren”.
“Pero, a fin de cuentas, estamos tratando de aliviar el sufrimiento humano”, prosigue el investigador. “El objetivo final de todo esto es brindar un mejor tratamiento a los humanos. Cierto, causamos dolor y sufrimiento a un animal. Y lo hacemos con plena conciencia. Es muy duro. Te sientes mal, te sientes terrible al ver el sufrimiento de los animales”.
No obstante, su sufrimiento podría derivar en tratamientos para enfermedades graves como injerto contra huésped o VIH, aunque no produzca una cura directa. De hecho, Sacha duda de que alguna vez pueda curarse por completo la infección por VIH. Explica que es muy improbable eliminar el virus del cuerpo, ya que sería imposible encontrar cada escondrijo en el organismo. Y es que hay fragmentos de virus tipo VIH, llamados retrovirus, que permanecen en el cuerpo mucho tiempo después de que ocurre la infección inicial.
Empero, eso no significa que los científicos no puedan ganar la guerra. “Considero que podremos poner a muchas personas en remisión sin medicamentos”, dice Sacha. “Creo que será factible, tal vez, en unos diez años”.
—