El mundo parece estar acercándose lentamente a una posible guerra nuclear, y a nadie parece importarle. No te preocupes, no es del todo tu culpa. Nuestros cerebros pueden tener límites en nuestra capacidad para percibir amenazas, según un psicólogo, lo cual podría explicar por qué nos preocupa más contagiarnos de gripe este invierno que la idea de una catastrófica guerra nuclear.
¿Alguna vez te ha parecido que cuanto más grande es la tragedia, nos es más difícil sentir compasión y empatía? Según una teoría psicológica llamada “insensibilidad psíquica”, nuestra solidaridad disminuye conforme aumenta el número de víctimas. El mismo fenómeno se aplica en nuestra percepción del riesgo nuclear, según Paul Slovic, profesor de psicología en la Universidad de Oregón quien se enfoca en percepción de riesgo y toma de decisiones.
Slovic explica que es difícil comprender la severidad extrema y el alcance real de la destrucción que estas armas son capaces de provocar, por lo que simplemente ignoramos la amenaza o la minimizamos seriamente.
“Nuestra percepción de riesgo es motivada enormemente por nuestros sentimientos”, comentó Slovic aNewsweek. “Lo que es realmente interesante y extraño de la manera en que funcionan nuestras mentes es que este sistema de sentimientos es más sensible a cosas pequeñas, daño a uno mismo, o daño a nuestras familias y la gente que conocemos”.
Slovic explicó que, debido a la insensibilidad psíquica, se nos dificulta ampliar nuestro rango de percepción de amenazas y, por lo tanto, amenazas más inmediatas y serias, como una próxima guerra mundial, pasa a segundo plano en nuestras mentes.
“La parte de nuestro cerebro que nos ayuda a navegar por el mundo a través de nuestros sentimientos no evolucionó para ayudarnos a lidiar con amenazas enormes del otro lado del mundo o entender números grandes”, dijo Slovic.
SegúnThe Washington Post, los cálculos más recientes plantean que el líder norcoreano Kim Jong Un —a quien el presidente Donald Trump llamó “chaparro y gordo” en un tuit hace pocas semanas— tiene alrededor de 60 armas nucleares bajo su control.
Aun cuando los cálculos varían, ha quedado muy en claro que, si entablamos una guerra nuclear, millones de personas perecerán. Aún más, Slovic explicó que las bombas también podrían llevar a un invierno nuclear que bloquearía al sol, bajando las temperaturas mundiales y provocando inevitablemente más daño a largo plazo.
Al final, sin importar cómo lo mires, en caso de que se diera una guerra nuclear, un porcentaje significativo de la población mundial simplemente desaparecería. La buena noticia es que nuestras emociones y manera de pensar no están escritas en piedra.
Aun cuando podríamos estar inclinados naturalmente a cerrar los ojos al verdadero costo de una guerra nuclear, si investigamos y entendemos enérgicamente lo que pueden hacer estas bombas, podría ser suficiente para superar esta inclinación a ignorar la realidad.
“Todo lo que podemos hacer como individuos, es unirnos y luchar políticamente para hacer que nuestros líderes trabajen por controles estrictos que nos aseguren que estas armas nunca se usen”, aconsejó Slovic, sugiriendo que esta amenaza no está tan fuera de control como podríamos pensar.
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek