Puesta en el mercado por la casa editorial Alfaguara, la novela relata las peripecias de She Yan, quien, apenas con 15 años a cuestas, viaja de China a México en busca de una mejor vida, pues la sequía en su natal Cantón empuja a su familia a huir en pos de la supervivencia. De esta manera, She arriba a Torreón en el incendiario año de 1910, y en esta ciudad se caracteriza por su esmero en el trabajo y disciplina.
Empero, las circunstancias lo envuelven en un mortal torbellino cuyos resultados jamás nadie podrá entender en tanto que terminan hervidos en la intolerancia, rechazo a lo distinto, racismo, xenofobia y un odio irracional ante lo extraño y lo extranjero.
En entrevista, Rivas explica que la narración es dura, fuerte y cruel desde el principio porque justamente comienza con la masacre de chinos. “El protagonista, Yan She, superviviente de este genocidio, vio cómo mataron a su papá, a su primo y a su hermano. Y a partir de este personaje chino se cuenta la historia de muchos migrantes”.
Es decir, según expone la novelista, Yan She encarna la historia de muchos migrantes que se ven forzados a abandonar sus países y tierras ya sea porque son perseguidos políticos o porque están muriéndose de hambre y desean buscar oportunidades para sus familias en otro lado.
“Él representa a muchos de estos migrantes y todo el proceso para arribar a la tierra prometida, así como la decepción que se encuentran al llegar, donde son generalmente rechazados por racismo, por ser distintos, y donde las condiciones no son las que soñaron”.
FOTO: JUAN CARLOS REYNOSO/NW NOTICIAS
Nacida hace 52 años en la Ciudad de México, maestra en letras modernas y diplomada en literatura mexicana, Rivas es autora de una decena de novelas, entre las que destacan La hora sin diosas y Fecha de caducidad. Asimismo, es coautora de seis libros de cuentos para adultos y desde hace diez años dirige un reconocido taller literario.
—Beatriz, ¿la novela Jamás, nadie la concibió como una obra de denuncia?
—Es una novela que trata de denunciar, es lo que yo pretendía, la intolerancia, la injusticia, los prejuicios, ese odio que tenemos los seres humanos. Es algo muy común del ser humano el miedo a lo diferente, nos sentimos amenazados y, por lo tanto, lo rechazamos y lo atacamos. Lamentablemente, es algo que continúa hasta nuestros días, veamos nada más cómo en Estados Unidos desde años no tratan muy bien a nuestros paisanos, y desde que llegó Trump es peor, y cómo tratan a los migrantes también en muchos países europeos. Y veamos también cómo nosotros tratamos a nuestros semejantes, pues criticamos cómo nos maltratan en otros lados, pero no nos hemos visto en el espejo y no hemos reconocido que, como mexicanos, somos también intolerantes, racistas y clasistas.
—¿Cuál es su examen acerca del otro racismo, la otra discriminación, la que ejerce el mexicano?
—Dedico gran parte de la novela al prejuicio y racismo contra el extranjero, en este caso los chinos, que además era a escala gubernamental, no solo ejercida por los pobladores. En una conversación entre Mía [hija de She Yan] y su mejor amiga pongo las muchas cosas que he escuchado durante mi vida y de mucha gente, te aseguro que tú tendrás muchos ejemplos de los que has sabido o vivido de clasismo, de rechazo por ser gordo o flaco, blanco o moreno, por la edad, por clase social, por dinero. En México hay un clasismo y racismo espantosos.
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—¿Qué merece un pueblo como el mexicano por tanto agravio a los inmigrantes chinos y a otros semejantes?
—No es que merezca algo. Lo que tenemos que hacer en principio de cuentas es reconocer nuestra responsabilidad plagada de culpas. No podemos seguir adelante y solucionar nuestros problemas si no empezamos por reconocer que tenemos ese problema, si no ponemos sobre la mesa de discusión el cómo somos los mexicanos y reconocer lo que hicimos. Cuando me enteré de este capítulo de la historia, al principio pensé que los asesinos habían sido los pobladores, que estaban muy celosos porque a los chinos les iba muy bien, y habían aprovechado la llegada de los maderistas para salir a asesinarlos, pero después me enteré de que existían ligas antichinas, que incluso los gobernadores de los estados norteños emitían leyes contra los chinos. No puede ser posible que como país hayamos avalado eso, es indignante.
“Si no reconocemos lo que hicimos, si incluso no lo ponemos en los libros de historia y tampoco reconocemos que somos un país que a nuestros indígenas los tratamos mal, no podremos salir adelante. Cuando mataron a los chinos, China, por medio de la diplomacia, se quejó con México, y el gobierno mexicano primero lo negó y después argumentó que la culpa la habían tenido los chinos porque ellos habían disparado primero. A México le tomó un buen rato reconocer su error, pero después se encargó de enterrar o minimizar la historia. Nos cuesta mucho trabajo aceptar que somos salvajes, intolerantes y prejuiciosos. Creo que en el fondo todo ser humano es prejuicioso, el chiste es reconocerlo y decir: no debo serlo”.
—¿Hasta qué punto y con qué rigor esta puede considerarse una obra de consulta histórica?
—Esta no es una novela histórica, pero sí es una novela con mucha investigación que al final incluye una muy buena bibliografía. El hecho histórico es real, la masacre se cometió casi como la voy narrando, los nombres de los generales son reales, excepto los de los personajes principales, que son ficticios, pero todo lo que pasó en Torreón, Mexicali y la Ciudad de México en cuanto a ambiente y acontecimientos históricos es completamente real. Finalmente, a mí lo que más me importa es que se sepa qué sucedió y que sí matamos a una buena parte de los chinos que vivían en Torreón.
—¿Cómo cree que reaccionarán los lectores con esta narración?
—Espero que se enamoren de mis dos personajes, que haya una conexión emocional con lo que le pasó a Yan She y que se identifiquen y se indignen. Y, segundo, me gustaría que se vieran en el espejo porque yo estoy casi segura de que todos los lectores o todos los seres humanos en algún momento dado tienen pensamientos prejuiciosos, racistas y clasistas: nadie va por la vida pensando en que todos somos iguales, eso no lo creo. La intolerancia es intrínseca al ser humano, pero es algo contra lo que hay que luchar y hacer conciencia para tratar de superarla.
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