“Por favor —dijo el senador—, responda sí o no, señor. ¿Puede
hacer eso?”. Fue a finales de octubre, y Al Franken, de Minnesota, ya tenía dos
horas en una audiencia del subcomité judicial del Senado sobre la manipulación
de Rusia de medios sociales, incluidas sus acciones para influir en la elección
presidencial de 2016. Sentado enfrente de él y de los otros senadores en una
larga mesa estaba un abogado de Facebook. Franken trató de hacer al hombre
decir si la red de medios sociales rechazaría los anuncios políticos comprados
con moneda extranjera. Pero el abogado se mantuvo obtuso, y el senador dejó
caer su cabeza entre sus manos con frustración.
Esa audiencia se dio un día después de que el equipo del
fiscal especial Robert Mueller anunció las primeras acusaciones en su
investigación sobre la interferencia rusa en la elección y su posible
coordinación con la campaña de Trump. Un gran jurado acusó a Paul Manafort, expresidente
de campaña de Trump, y Rick Gates, otro miembro de la campaña, de lavado de
dinero, entre otras cosas. El fiscal especial también dijo que George
Papadopoulos, un asesor de campaña de Trump, se declaró culpable de mentir a
agentes federales con respecto a sus nexos con supuestos agentes rusos.
Han pasado menos de siete meses desde que comenzó la labor de
Mueller, y su investigación ya parece ser la única que importa. Los
legisladores federales que hurgan en el mismo asunto típicamente carecen del
mandato legal para llevar a cabo redadas y hacer arrestos, y sus listas de
testigos potenciales posiblemente se reduzcan con cada acusación de Mueller, ya
que nadie quiere interferir con la indagatoria criminal. Pero una razón
importante de por qué las investigaciones congresistas han avanzado lentamente
es que están estancadas en el partidismo.
Divisiones similares han entorpecido investigaciones
congresistas antes. Pero con los legisladores de por lo menos un comité,
hablando de quizá publicar informes separados sobre Rusia, los dramas actuales
parecen ir más allá. “Por más que este comité… tradicionalmente ha estado en
cierta forma aislado del partidismo —dice Tom Rooney, un republicano de Florida
en el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes—, este asunto ha
tirado todo eso por la borda”.
Investigadores congresistas saltaron sobre la cuestión de
Rusia poco después de que la comunidad de inteligencia de Estados Unidos dijo
que el Kremlin había tratado de influir en la elección en contra de Hillary
Clinton. En mayo, el presidente Trump despidió al exdirector del FBI, James
Comey, insinuando en una entrevista con NBC News que la decisión tenía que ver
con la investigación de la oficina sobre Rusia. Alrededor de una semana
después, el Departamento de Justicia nombró a Mueller, y para junio, el Comité
Judicial del Senado y los comités de inteligencia de la Cámara de Representantes
y el Senado habían iniciado investigaciones similares.
El Comité Judicial del Senado avanzó durante el verano. Emitió
solicitudes bipartidistas de documentos de la campaña de Trump, la Organización
Trump, Manafort y Donald Trump Jr. Pero, para finales de octubre, la
cooperación entre demócratas y republicanos en el comité se vino abajo. Dianne
Feinstein, senadora demócrata por California, la miembro superior, dijo a
Mother Jones que ella y sus colegas demócratas seguirían adelante con la investigación
de Rusia sin los republicanos. Días después envió cartas solicitando
información de personas o compañías, sin la firma del senador Chuck Grassley,
el presidente republicano. Ello sugería que él era demasiado lento en aprobar
las solicitudes demócratas de información, o no estaba dispuesto a hacerlo (ninguno
de los senadores estuvo disponible para una entrevista).
Hoy, los críticos dicen que los republicanos en el comité
parecen estar más enfocados en la conducta de Comey y en un acuerdo de uranio
con Rusia, supuestamente cuestionable, que el Departamento de Estado de Clinton
ayudó a aprobar. Los republicanos, dice el senador Chris Coons, actúan como si
cada vez que la investigación avanza ellos deberían perseguir “algo que vaya
tras Hillary Clinton”. Por ejemplo, no fue sino hasta el 16 de noviembre que el
presidente y el miembro superior enviaron su primera carta bipartidista en casi
dos meses.
Parte del problema es que los republicanos controlan el
comité, por lo que los demócratas por lo general necesitan de la aprobación
republicana para obligar a la gente a entregar documentos o dar su testimonio.
“No hay algo que la minoría pueda hacer aparte de decirle ‘Madre, ¿puedo?’ a la
mayoría para obtener un acuerdo y hacer que estos testigos se presenten ante
nosotros”, dice la representante Jackie Speier, demócrata por California, del
Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes.
La investigación del Comité de Inteligencia de la Cámara de
Representantes ha sido especialmente polémica. Devin Nunes, el presidente
republicano, se recusó a sí mismo conforme corrieron reportes de que le entregó
a Trump información sobre inteligencia no autorizada sobre la vigilancia del
gobierno al equipo de transición del presidente (Nunes ha dicho que las quejas
en su contra son falsas). A pesar de las entrevistas en noviembre con testigos
de alto perfil, incluido Carter Page, exasesor de política exterior de la
campaña de Trump, el comité está lidiando con divisiones políticas que amenazan
con arruinar sus avances.
LAS REGLAS DE WASHINGTON: Una razón importante de por qué las
investigaciones congresistas sobre la intromisión rusa han avanzado lentamente
es que están estancadas en el partidismo. En la imagen, activistas se
manifiestan afuera de la Torre Trump en nueva York. FOTO: ERIK MCGREGOR/PACIFIC PRESS/ALAMY
El Comité de Inteligencia del Senado parece ser el que más
avanza. En junio sostuvo una audiencia importante en la cual Comey dijo que
guardaba memorandos de sus encuentros con Trump porque esperaba que el
presidente mintiera sobre ellos. A principios de octubre, el senador
republicano Richard Burr, presidente del comité, y el senador demócrata Mark
Warner, el vicepresidente, dieron una conferencia de prensa para anunciar que
su panel había revisado casi 100,000 páginas de documentos y llevado a cabo
entrevistas con por lo menos 100 personas. Ese trabajo sugiere que el Comité de
Inteligencia del Senado es la mayor esperanza del público de un reporte
bipartidista oportuno y exhaustivo sobre la intromisión de Rusia y su posible
colusión con el equipo de Trump.
Pero, incluso si el comité da un informe detallado, la
cuestión de si alguien cometió crímenes al final recaerá en Mueller. Y conforme
él siga adelante, a los comités congresistas se les podría dificultar completar
sus indagaciones. Los legisladores podrían ser renuentes a pedirles que den su
testimonio ante el Congreso a quienes el fiscal especial acuse por miedo a
interrumpir el trabajo de Mueller (si un sospechoso da un testimonio diferente
ante el Congreso del que él o ella le dé a Mueller, ello podría provocar problemas
legales a los fiscales). También es posible que cualquier acusado invoque su
derecho a evitar la autoincriminación y se niegue a dar testimonio ante el
Congreso. El Comité Judicial del Senado había llamado a Manafort a dar su
testimonio antes de su acusación, y ambos comités de inteligencia han estado en
contacto con Papadopoulos o su equipo legal. Pero ahora parece menos posible
que esas comparecencias sucedan. El fiscal especial y los comités tratan de
resolver cualquier conflicto, pero el personal y los miembros se mantienen
cautelosos.
Conforme las investigaciones congresistas avanzan a paso de
tortuga, los partidos están divididos con respecto a cuándo deberían terminar
las investigaciones y si hallarán evidencia de una colusión. En el Comité de
Inteligencia de la Cámara de Representantes, los republicanos afirman que los
demócratas prolongan la investigación para afectarlos en las elecciones a mitad
de la legislatura en 2018. “Podríamos alargar y alargar esto —dice el
representante Chris Stewart, republicano por Utah—, pero no le va a servir al
público estadounidense si lo hacemos”.
Algunos investigadores republicanos piensan que Rusia y la
campaña de Trump no se coordinaron. “No hemos tenido un solo testigo o una
pizca de evidencia” que sugieran una colusión, comenta Rooney, el congresista
republicano.
Los demócratas en el Comité de Inteligencia de la Cámara de
Representantes no están de acuerdo. Y ellos creen que los republicanos están
trabajando para acabar con la investigación rápidamente para dejar sin resolver
la cuestión de la colusión. “Esta investigación todavía está más cerca del
comienzo que del final”, expresa Mike Quigley, demócrata por Illinois. “La
gente me pregunta: ‘¿Están conectando los puntos?’ Mi respuesta es: ‘Todavía estamos
hallando nuestros puntos’”.
El representante Adam Schiff, miembro superior del comité,
dice que todavía reciben información nueva y tienen “una lista larga” de
testigos que entrevistar. En cuanto a la colusión, Schiff añade: “Tendrías,
pienso yo, que cegarte voluntariamente a lo que has visto para sugerir que no
hay evidencia”. Él ha dicho que es posible que cada partido emita su propio
informe.
Entre los comités, hay una cosa en la que legisladores de
ambos partidos concuerdan: los estadounidenses no deberían esperar que sus
indagatorias se desarrollen de la manera en que está haciéndolo la de Mueller.
Como parte de esa investigación, agentes federales irrumpieron en la casa de
Manafort y arrestaron a Papadopoulos en medio de un aeropuerto, llevándolo a una
pasmosa confesión.
Ahora que el equipo de Mueller supuestamente ha solicitado
documentos del Departamento de Justicia y planea entrevistar a altos
funcionarios de la Casa Blanca, y conforme crece la especulación de que Michael
Flynn, exasesor de seguridad nacional, ha cambiado su postura y trabaja con el
fiscal especial, los estadounidenses pronto podrían saber la verdad sobre las
supuestas obstrucción y colusión del equipo de Trump. Como lo ve Denny Heck,
representante demócrata por Washington y miembro del Comité de Inteligencia de
la Cámara de Representantes: “Me sorprendería mucho si no hay personas que
terminen en la cárcel”.
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Publicado en
cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek