Uber ha apelado ante los tribunales una orden que expulsaría a esa empresa de Londres, en la que los funcionarios de la ciudad determinaron que los conductores de Uber no son lo suficientemente seguros (y que son aún peores que los británicos), además de ser demasiado groseros como para permitírseles trabajar en las calles inglesas. Dara Khosrowshahi, el nuevo director ejecutivo de Uber, se ha disculpado ante los londinenses por el “enredo” y espera realizar enmiendas.
Sin embargo, el fallo de Londres se refiere solo de manera tangencial a la reputación de Uber como una empresa de idiotas. Su objetivo real es proteger a una generación de taxistas locales que han invertido enormes cantidades de tiempo y de recursos personales para llenar sus cabezas con lo que ahora es información prácticamente inútil.
Cualquier persona que desee obtener una licencia para conducir uno de los taxis negros de Londres debe dominar lo que se denomina célebremente el Conocimiento, que es uno de los desafíos mentales más ridículos jamás impuestos a personas que terminarán ganando alrededor de 60,000 dólares al año. Un aspirante a taxista debe memorizar cada calle, edificio, parque, estatua y hasta el más mínimo lugar de interés del centro de Londres, además de ser capaz de recitar perfectamente la ruta más rápida entre dos puntos de la ciudad. La prueba es tan difícil que varios neurólogos han estudiado a los taxistas de la ciudad y han descubierto que la memorización produce en sus cerebros un aumento en el tamaño del hipocampo posterior, lo que, aparentemente, no provoca ningún dolor.
El requisito de poseer el Conocimiento ha estado en vigor desde hace más de 150 años. Durante mucho tiempo, tuvo sentido en una geografía tremendamente complicada, en la que una vuelta incorrecta podía hacer que un conductor se perdiera en un laberinto de calles medievales. Dominar el Conocimiento implica estudiar 40 horas a la semana durante dos, tres o incluso cuatro años. Por ello, la única forma en que Londres pudiera tener suficientes taxistas (porque, ¿quién querría someterse a esto?) ha sido garantizarles que recibirían una paga decente. Como resultado, Londres tiene las tarifas de taxi más altas del mundo.
Aquí es donde entra Uber, que navega con GPS. Cuando un conductor te recoge, tu destino ya se encuentra en su teléfono inteligente, el cual puede dictar las instrucciones vuelta por vuelta. Sin un GPS, ningún servicio de transporte podría competir con las eficientes rutas de un taxista que posea el Conocimiento. Sin embargo, con el GPS, incluso los inmigrantes recién llegados a Londres pueden navegar bastante bien por la ciudad. En los últimos años, la aplicación Waze, basada en inteligencia artificial, ha llevado esta capacidad a otro nivel. Waze aprende del movimiento de todos los usuarios de la aplicación en una ciudad, hallando constantemente mejores rutas, comprendiendo los patrones de tránsito y obteniendo información acerca de los atascos y accidentes de tránsito en tiempo real. Ahora, un nuevo conductor puede superar a un taxista veterano simplemente descargando una aplicación. Para empezar, no se requieren grandes costos a fondo perdido, ni tampoco pesadas horas de estudio. Por ello, estos conductores novatos no necesitan tener la garantía de recibir altas tarifas de por vida. Eso significa que pueden ofrecer mejores costos que los taxis negros.
Los conductores de los taxis negros de Londres ven cómo la tecnología está acabando con su medio de vida. La pérdida que sienten es cada vez más familiar entre otras profesiones. “Estoy molesto porque todo aquello que tuve que estudiar ahora viene en el teléfono”, declaró a CNET Mick Smith, que ha conducido taxis en Londres durante 28 años. “No se trata de la competencia, sino de pasar por el mismo proceso”. Se trata de una reacción comprensible, pero también poco realista. La inteligencia artificial ha hecho que ese proceso se vuelva innecesario. Resulta aún más cruel que el conocimiento de las calles de Londres que Smith ha ido acumulando no es útil prácticamente para nada más.
¿He aquí al conquistador de los taxis? Khosrowshahi se ha
disculpado por la conducta grosera de los conductores de Uber, pero el
verdadero problema es si Londres protegerá a sus taxistas de la tecnología que
vuelve obsoleto su conocimiento altamente especializado de las calles de esta
ciudad. FOTOS: SCOTT OLSON/GETTY; JAY SHAW BAKER/NURPHOTO/CORBIS/GETTY
Esto está ocurriendo por todas partes. Goldman Sachs y muchos de los más grandes fondos de cobertura están adoptando sistemas impulsados por inteligencia artificial que pueden pronosticar las tendencias de mercado y realizar transacciones mejor que los seres humanos. Una de las oficinas de transacciones de Goldman Sachs ha pasado de tener 600 empleados a contar con solo dos. La inteligencia artificial puede interpretar las radiografías mejor que los radiólogos. Una buena parte del trabajo realizado por los abogados está en camino a convertirse en basura debido a la inteligencia artificial. Al igual que el Conocimiento, estas son profesiones que exigen llenarte la cabeza con muchísimos datos y reglas para, posteriormente, simplemente aplicarlos. Ahora, la inteligencia artificial puede hacer todo eso.
Por supuesto, existe otro aspecto. La inteligencia artificial está haciendo que todos estos servicios sean más baratos y más fáciles de acceder. Uber hizo que el transporte personal fuera más barato en Londres. Y, hey, si todos tuviéramos un abogado en una aplicación, ¿quién, además de los abogados, se lamentaría? Quienes invirtieron en obtener conocimientos saldrán lastimados, pero muchas más personas se beneficiarían. ¿Acaso eso es malo? ¿Desde cuándo los trabajos de unos cuantos son más importantes que los beneficios económicos o de otro tipo para muchas personas? Esta determinación mantendrá ocupados a los legisladores durante toda una generación.
De nueva cuenta, Uber en Londres muestra cómo la inteligencia artificial puede abrir oportunidades para las personas que se alían con la tecnología en lugar de combatirla. Una persona desea ser un conductor de Uber armado con Waze, y no un conductor tradicional que insiste en que el cerebro, por sí mismo, es mejor. Una persona desea ser un radiólogo que puede aprovechar la inteligencia artificial para realizar diagnósticos mejores y más rápidos, o un abogado que se centre en elaborar argumentos legales creativos, al tiempo que hace que la inteligencia artificial realice la pesada investigación del caso. Como dice el futurólogo Kevin Kelly en su libro The Inevitable (Lo inevitable): “Nuestras máquinas pensantes más importantes no serán máquinas que puedan pensar mejor y más rápidamente de lo que pensamos nosotros, sino aquellas que piensen lo que nosotros no podemos pensar. En el futuro, tu sueldo dependerá de qué tan bien trabajes con los robots”.
La inteligencia artificial seguirá mejorando y penetrando cada vez más en la sociedad. Vamos, Elon Musk incluso creó una empresa llamada Neuralink para fabricar chips de inteligencia artificial que podamos insertar en nuestro cráneo. Un conductor de Uber no tendrá que utilizar un teléfono inteligente o una aplicación, simplemente conectará Waze en su cerebro. Quienes consideran estos avances como una oportunidad alcanzarán el éxito. Si los perciben como una amenaza, quizá deban comenzar a cabildear ante el gobierno en busca de protección. O dedicarse a hacer mandados.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek