Con el apoyo de la Casa Blanca, el organismo también presentó pruebas de que Hussein poseía armas de destrucción masiva (ADM). En aquel episodio, George Tenet, entonces director de la CIA, le dijo al presidente George W. Bush que podía armar un caso “contundente” para atacar a Irak. Resultó que el argumento de Bush tuvo éxito, pero la información de inteligencia fue un fiasco: no se encontraron armas nucleares, químicas ni biológicas.
Quizá no fue más que una coincidencia, pero el momento que Storer eligió para presentar su conferencia fue ideal, dada la larga cadena de pruebas de que el director de la CIA, Mike Pompeo, ha estado sometiendo a ese organismo a la voluntad de su jefe con respecto a Rusia e Irán. El 7 de noviembre, Intercept informó que Pompeo, antiguo republicano del Partido del Té, se reunió en octubre con William Binney, un antiguo funcionario de la Agencia de Seguridad Nacional. Binney había estado promoviendo una teoría muy cuestionada, según la cual la incursión de piratas informáticos en el Comité Nacional Demócrata no había sido obra de agentes rusos, sino un trabajo interno. Pompeo le dijo que el presidente Donald Trump lo había inspirado para invitarlo a los cuarteles de la CIA, afirmó Binney. El Intercept informó que Pompeo le ofreció a Binney darle acceso a otros informes del FBI y del Departamento de Seguridad Nacional.
Para muchos veteranos del organismo, la reunión con Binney no fue más que otro signo de que Pompeo no está dispuesto a apartarse del programa político de Trump. “Supongo que el punto de vista más optimista sería que Pompeo le sigue el juego a Trump para mantener su acceso, pero que ha sido más profesional, por falta de una mejor palabra, cuando realmente hace su trabajo”, declaró a Newsweek John Sipher, antiguo agente de la CIA especializado en Rusia.
Un vocero del organismo niega que su jefe se limite a repetir las líneas de Trump. “Una de las misiones fundamentales de la CIA es decirle la verdad a quienquiera que sirvamos”. Pompeo ha insistido en que él “no siempre está de acuerdo” con el presidente. “Por supuesto. Igual que todo el equipo”, le dijo en junio al experto conservador Hugh Hewitt. Pero añadió que “es grandioso cuando el presidente, el vicepresidente o el secretario de Defensa me escriben una nota y me dicen: ‘Hey, Mike, quiero que vuelvas a revisar esto. Quiero que tu equipo le dé otro vistazo’”.
ENEMIGO DEL ESTADO: Putin con Hassan Rouhani, de Irán.
Después de hablar con el líder ruso en la Cumbre Asia-Pacífico, Trump insinuó
que creía en sus repetidas negaciones de la interferencia rusa en la elección
estadounidense. FOTO: MIKHAIL SVETLOV/GETTY
Quizá, pero este mes Pompeo parecía estar siguiendo nuevamente el libro republicano de reglas, cuando aprobó que la CIA publicara un segundo conjunto de archivos capturados durante la incursión estadounidense en el complejo de bin Laden en Pakistán, realizado en 2011 por Estados Unidos. Normalmente, una publicación de esa naturaleza sería de poco interés, excepto para los historiadores y expertos en terrorismo. Pero en este caso, la desclasificación parecía tener tintes políticos. Ned Price, antiguo analista de antiterrorismo de la CIA y asesor de seguridad nacional del gobierno de Obama, afirma que la publicación no tenía nada que ver con la transparencia, como afirmó Pompeo. “Un análisis detallado de sus declaraciones y la publicación de nuevos documentos por parte de la CIA —escribió Price en The Atlantic— indica, en cambio, que su publicación forma parte de su campaña actual para vincular a Al Qaeda con Teherán”, creando así otra razón para renunciar al acuerdo nuclear que el gobierno de Obama estableció con Irán.
Trump hizo campaña contra ese acuerdo y continuó atacándolo tras asumir el cargo, calificándolo como “uno de las peores y unilaterales transacciones en las que Estados Unidos ha participado”. La primavera pasada, cuando analistas de la CIA le dijeron a Pompeo que Irán estaba cumplido con el acuerdo, él respondió, según informes: “Bien. Pero sabemos que, de todos modos, están haciendo trampa; simplemente no nos damos cuenta”.
Al final, el presidente decidió no disolver oficialmente el acuerdo con Irán; dejó que el Congreso decidiera si debía echarlo abajo e imponer sanciones. Pero sus declaraciones anteriores sacudieron a los veteranos del organismo. Ellos temen que Pompeo, que desempeñó una importante función en repetidas investigaciones republicanas sobre Hillary Clinton y Benghazi, ha renunciado a su labor de ser un honesto intermediario de inteligencia. “Varios analistas me han dicho que él hace una pregunta, la misma pregunta, una y otra vez, sobre el cumplimiento del acuerdo por parte de Irán, esperando una respuesta distinta, lo cual tiene ecos de Cheney y de las ADM de Irak”, afirma un antiguo oficial de seguridad nacional de alto nivel, quien pidió mantenerse en el anonimato a cambio de hablar sobre deliberaciones internas.
Otra señal preocupante: la primavera pasada, Pompeo ordenó que el Centro de Misión de Contrainteligencia, la unidad de la CIA que vigilaba la subversión en Rusia, le informara directamente a él. Esta acción fue seguida en octubre por su declaración errónea, según la cual la comunidad de inteligencia había llegado a la conclusión de que la intervención rusa “no influyó en los resultados de la elección”, una evaluación que los organismos nunca hicieron. (Desde entonces, James Clapper, antiguo director de Inteligencia Nacional, ha concluido que la incursión de piratas informáticos y la intervención en las redes sociales probablemente ayudaron a Trump a ser elegido.) Sin embargo, los medios conservadores anunciaron con bombo y platillo la declaración de Pompeo, la cual coincidía perfectamente con la desestimación por parte del presidente de todas las pruebas de que los rusos lo habían ayudado. Posteriormente, Dean Boyd, vocero de la CIA, dio marcha atrás a la declaración de su jefe, diciendo que “la evaluación de inteligencia con respecto a la intervención rusa no ha cambiado, y el director no pretendió insinuar que había sido así”.
POMPEO Y CIRCUNSTANCIA: La debacle de Irak ocurrida durante
el gobierno de Bush es la razón por la que veteranos de la CIA como Storer
afirman que sus antiguos colegas deberían haberse avergonzado cuando supieron
de la reunión de Pompeo con Binney. FOTO: LUKE FRAZZA/AFP/GETTY
Sin embargo, solo tuvieron que pasar unas cuantas semanas para que Trump generara una nueva controversia. Después de hablar con el presidente ruso, Vladimir Putin, en la Cumbre Asia-Pacífico realizada en Vietnam, Trump sugirió que creía en las repetidas negaciones de Putin sobre la intervención rusa en la elección estadounidense. Solo después de provocar una indignación generalizada, Trump añadió después que estaba “con nuestros organismos” con respecto a la investigación sobre Rusia, “especialmente como están constituidos en la actualidad con sus líderes”.
Los analistas de inteligencia de la CIA se sienten desmoralizados por la indefinición con respecto a Rusia e Irán, afirman Price y otros veteranos del organismo. “La mitad de ellos están listos para tirarse al retrete”, declaró a Newsweek otro antiguo analista de terrorismo de la CIA. A algunas personas, los antecedentes de Pompeo les recuerdan varios dolorosos capítulos de la historia de la CIA, cuando ese organismo se alineó con los partidarios de la línea dura en decisiones relacionadas con Cuba, Vietnam, la Unión Soviética e Irak. Muchos empleados que han trabajado en la agencia desde hace mucho tiempo, y otros que han dejado de hacerlo, todavía se sienten sacudidos por el tema de Irak. “Según lo que he oído, los altos mandos ponen una cara feliz y tratan de calmar las aguas, pero ningún grado de disimulo en este asunto podrá calmar las agitadas aguas del interior”, declaró Price a Newsweek.
La agresiva postura del gobierno de Trump con respecto a Irán resulta particularmente problemática. Veteranos de ese organismo han visto cómo los informes de inteligencia manipulados y operadores demasiado ambiciosos pueden arrastrar a la CIA hacia proyectos desastrosos, como las supuestas técnicas mejoradas de interrogación que, según los resultados de la investigación efectuada por el Comité de Inteligencia del Senado, fueron mucho más brutales e ineficaces que lo que habían admitido varios funcionarios de ese organismo.
Storer afirma que los aspirantes a analistas de inteligencia deben aprender a reconocer y resistirse a los intentos de los politiqueros de “seleccionar” pruebas para que produzcan resultados preordenados y motivados ideológicamente. Tienen el deber profesional, les dice a sus estudiantes, de resistirse y decirles a sus superiores: “Si no lo cumplen y ocurre otro Irak o algo peor, se lamentarán por el resto de sus días”.
¿Pero qué pasa si los superiores de los superiores forman parte del equipo del presidente? Antiguos directores del organismo han dicho que, durante los debates internos sobre las ADM iraquíes, Tenet y el subdirector John McLaughlin decidieron pasar por alto las advertencias realizadas por directores del organismo sobre la credibilidad de una fuente clave en la que se apoyaba la Casa Blanca para justificar la invasión. La fuente, cuyo nombre clave era Curveball, afirmó que Irán poseía laboratorios móviles para crear armas biológicas, lo cual resultó ser falso. Posteriormente, McLaughlin afirmó que “nadie dio un paso adelante” para advertirle sobre la fuente, pero Margaret Henoch, antigua directora de operaciones de la CIA, declaró a Newsweek que un subalterno de McLaughlin la “presionaba, presionaba y presionaba” para que desestimara sus dudas sobre Curveball. (Michael Morell, antiguo subdirector de la CIA y alguna vez asistente ejecutivo de Tenet, señala que el organismo no necesitó que Bush lo presionara para hacer juicios erróneos sobre las ADM de Irak. “Los analistas realmente lo creían”, declaró a Newsweek en un correo electrónico.)
Quizá, pero la debacle de Irak es la razón por la que veteranos como Price afirmen que sus antiguos colegas debieron sentir vergüenza cuando supieron de la reunión de Pompeo con Binney. Esto hizo que el organismo luciera como “un montón de policías de Keystone (un cuerpo de policía ficticio, especialmente torpe, que apareció en comedias cinematográficas de principios del siglo XX) que albergan teorías conspiratorias”, señala Price. “La esperanza es [que Pompeo] se vaya más temprano que tarde”, añade. “Pero el organismo tendrá que vivir con esto durante largo tiempo, y su reputación en el país y entre sus socios globales recibirá un duro golpe”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek