Ahora, gracias a una tecnología llamada encriptación cuántica, el sueño de una comunicación perfectamente segura es real. Podría ayudar a liberar al mundo del fraude en línea y el robo de identidad, ataques de hackers y el escuchar electrónicamente a escondidas. También podría permitir que terroristas y criminales se comuniquen clandestinamente, y que los gobiernos oculten sus secretos sin que nadie los halle nunca. En un mundo de encriptación indescifrable, toda comunicación humana electrónica podría volverse enteramente privada, con consecuencias alucinantes, tanto buenas como malas, para la seguridad cibernética.
El 29 de septiembre, ese mundo podría volverse significativamente más cercano a la realidad. Un equipo de criptógrafos y físicos de la Academia China de Ciencias sostuvo una videollamada de media hora con sus pares en Viena usando encriptación cuántica, una tecnología que hace imposible hackear u oír a escondidas las comunicaciones. El nuevo estándar de encriptación “es lo que me tiene más emocionado y más preocupado, de todas las innovaciones tecnológicas recientes”, dice un alto funcionario de inteligencia del Reino Unido que no está autorizado para hablar oficialmente. “Esto cambiará el mundo”. Y al momento, dicen los expertos, aun cuando las principales innovaciones técnicas en tecnología cuántica todavía son producidas en instituciones occidentales, son los chinos quienes están más adelantados en términos de implementación.
La llamada entre Pekín y Viena se hizo con una conexión convencional a internet tipo Skype. Lo que fue revolucionario: una clave segura de encriptación generada en un dispositivo cuántico montado en un satélite chino. Y la física cuántica que creó la clave significa que cualquier intento de descifrar el código puede ser detectado. “La encriptación cuántica es la más cercana a los códigos indescifrables que sea posible obtener”, dice Artur Ekert, inventor del modelo a partir del cual los chinos basaron su sistema.
El método de encriptación de Ekert se basa en un efecto extraordinario conocido como entrelazamiento cuántico. El fenómeno es tan inexplicable que incluso el hombre que lo descubrió, Albert Einstein, estaba desconcertado; en 1935 describió el efecto como “acción espeluznante a la distancia”. He aquí cómo funciona: se puede hacer que dos partículas de luz —conocidas como fotones— en ubicaciones separadas copien con precisión el comportamiento de una y otra incluso cuando las separan distancias enormes. Todavía no se entiende cómo exactamente sucede esto, pero el fenómeno fue demostrado en condiciones de laboratorio en 1984. Lo notable del experimento en septiembre de Pekín y Viena es que los científicos fueron capaces de usar el entrelazamiento cuántico para hacer una clave secreta compuesta de una serie de bits de datos que aparecen simultáneamente en diferentes rincones de la Tierra. Aún más, el equipo chino, encabezado por el físico Jian-Wei Pan, ha encadenado estaciones base, satélites y cable de fibra óptica para transmitir las claves cuánticas alrededor del país. “Es una demostración espectacular”, dice Charles Clark, profesor adjunto en el Instituto Conjunto Cuántico de la Universidad de Maryland.
Salto cuántico: un satélite de comunicaciones cuánticas en
Jiuquan, China. FOTO: XINHUA/ALAMY
Hasta ahora, toda la criptografía había dependido básicamente de crear rompecabezas matemáticos que estaban más allá de las capacidades tecnológicas de resolución de un enemigo. El estándar de encriptación de hoy —llamado tecnología de clave pública, que es la base de toda autenticación en internet y supuestamente de aplicaciones de comunicación segura como WhatsApp— es más complejo que Enigma.Pero depende de los mismos principios. La clave que ambos usuarios necesitan para encriptar y desencriptar la señal es generada por una computadora y distribuida a ambas partes. Pero con la suficiente potencia computacional, alguien potencialmente puede descifrar la clave. La encriptación cuántica ofrece un paradigma diferente. “Al contrario de los sistemas matemáticos —dice Ekert—, la encriptación cuántica depende de las leyes de la física, las cuales no pueden romperse”.
Los dispositivos de distribución de clave cuántica —como se les llama a los generadores de estas claves indescifrables— tienen el potencial de cambiar el comercio electrónico del mundo y la protección de datos para bien al eliminar el hackeo y el robo de identidad. Pero no es coincidencia que los más grandes inversionistas en encriptación cuántica han sido los ejércitos y espías del mundo, notablemente el Ejército Popular de Liberación de China y el Departamento de Defensa de Estados Unidos. “La motivación para lo cuántico, como en todas las cosas buenas y hermosas, es lo militar y la inteligencia”, dice Clark. Cualquier nación que domine primero la tecnología tendrá una “ventaja importante a corto plazo” en el mundo estratégicamente crucial de las comunicaciones.
Eso es exactamente lo que Pan ha hecho al persuadir al gobierno chino para que invierta varios cientos de millones de dólares para poner un aparato cuántico en el espacio, así como instalar una infraestructura enorme en tierra firme. El equipo de Pan está montado en un satélite llamado Micius —nombrado así por un filósofo chino del siglo V a. C. — y está en la baja órbita terrestre a una altitud de 480 kilómetros. La órbita baja de Micius significa que los usuarios no encadenados al sistema de fibra óptica de China tienen que esperar a que el satélite esté sobre ellos para recibir la clave cuántica segura que les permita iniciar una comunicación con el otro receptor de la clave en China. Según una alta fuente de seguridad con conocimiento directo de las acciones chinas de encriptación, por lo menos 600 altos ministros y funcionarios militares chinos usan cadenas encriptadas cuánticamente para todas las comunicaciones confidenciales.
Dentro de cinco años, dijo Pan a la revista Science and Technology en agosto, China lanzará un nuevo satélite que orbite a una altitud de 20,000 kilómetros y cubra una parte mucho mayor de la superficie terrestre. Una estación espacial tripulada china, planeada para 2022, está programada para llevar una carga de comunicaciones cuánticas que operadores humanos pueden mantener y actualizar. La meta final es una serie de satélites geoestacionarios que abarquen el mundo.
Hasta ahora, solo China ha invertido los miles de millones de dólares necesarios para llevar la encriptación cuántica al uso en el mundo real. “Las barreras para entrar son muy altas; básicamente, necesita una entidad a escala estatal”, dice Clark. Rodear la tierra con satélites de comunicación con capacidad cuántica “es un proyecto en la escala del viaje a la Luna o el proyecto Manhattan”, dice un alto experto occidental en seguridad cibernética y asesor gubernamental, refiriéndose al importante esfuerzo tecnológico requerido para llevar al hombre a la luna y desarrollar la bomba atómica estadounidense. “Y hoy, nosotros [en Occidente] simplemente no tenemos políticos con la visión para comprometer recursos a esa escala en cualquier tipo de programa científico a largo plazo” (el funcionario no quiso que lo citaran por nombre).
Un equipo encabezado por Jian-Wei Pan recientemente sostuvo
una llamada usando encriptación cuántica, la cual hace imposible hackear u oír
a escondidas las comunicaciones. FOTO: JIN LIWANG/XINHUA/ALAMY
Estados Unidos, China y Rusia están librando una enorme y oculta carrera armamentista para dominar el armamento de la guerra cibernética, desde virus capaces de apropiarse de sistemas de telefonía y eléctricos hasta el anticuado juego de espías de robar los secretos del enemigo. A corto plazo, la nueva era de la encriptación cuántica no tapará la principal vulnerabilidad del mundo, que no es la encriptación inadecuada, sino una falta de seguridad básica en internet. Sistemas tan sensibles como los del Comité Nacional Demócrata e incluso los de la Casa Blanca estaban protegidos por contraseñas endebles y softwareantivirus ineficaz, vulnerabilidades explotadas por los criminales cibernéticos apoyados por los rusos en una serie de hackeos recientes y relacionados con la elección.
Y como lo mostró Edward Snowden, el excontratista de la Agencia de Seguridad Nacional, la meta actual de la mayoría de la recolección occidental de inteligencia no son los datos —como el contenido real de correos electrónicos y conversaciones telefónicas—, sino los metadatos, o información sobre quién habla con quién y cuándo. Incluso en un mundo encriptado cuánticamente, esos metadatos aún estarían disponibles. Además, como explica Emily Taylor, miembro asociado del Instituto de Estudios Estratégicos, domiciliado en Londres, sin importar cuán perfecto sea el sistema de encriptación cuántica, dos humanos todavía tienen que enviar y recibir sus mensajes en dispositivos electrónicos. En cada extremo, esos mensajes todavía pueden ser oídos a escondidas mediante, digamos, micrófonos en el cuarto.
Pero la encriptación cuántica es una tecnología profundamente perturbadora. Si los cimientos básicos de la comunicación mundial se hacen seguros, “entonces un importante riesgo sistémico para nuestra información mundial e infraestructura de comunicación, de la cual dependemos para casi todo, quedaría descartado”, dice Michele Mosca, del Instituto de Computación Cuántica en la Universidad de Waterloo, Ontario. “Esto no significa que [estaremos] perfectamente seguros en línea, o que entraremos en una era de seguridad en línea inquebrantable”, sino que áreas de vulnerabilidad cibernética potencial, como las transacciones con tarjeta de crédito, bases de datos y toda forma de comunicación electrónica, podría ser tapada mediante la encriptación cuántica. Ello también podría ayudar a los terroristas y criminales.
“Todos quieren que sus secretos estén a salvo, pero en el negocio de recabar inteligencia, es muy inconveniente si otros usan encriptación indescifrable”, dice Taylor.
Lo que está claro es que el equipo chino ha demostrado que no solo la distribución de clave cuántica funciona, sino que cualquier nación que sea seria con respecto a establecer comunicaciones totalmente seguras necesita comprometer sumas enormes al proyecto. “Los países occidentales fácilmente podrían seguir el ejemplo”, dice el pionero cuántico Norbert Lütkenhaus, profesor en la Universidad de Waterloo. Si tienen la visión para hacerlo. “Quienquiera que controle la información controla al mundo”, dice Ekert.
Según esa lógica, el futuro le pertenece a China.
—
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek