La pelota no se escapa de los diálogos ni de los manotazos. España está fraccionada, desde la abstracción de independencia de una Cataluña que no se siente escuchada y que habla desde fuera de los marcos de la ley con votaciones, que lo dicen todo desde la azucarada utopía y a la vez nada, desde la crudeza de la realidad…
En algún momento, Jorge Valdano le atribuyó al inflamado regionalismo la escasez de resultados en el futbol español. En su libro, El miedo escénico y otras hierbas,retrató así la pasada y la vigente polarización ibérica.
“Hay tanta diferencia en mentalidades, que todo se hace más difícil. ¿Cuánta gente en España dice que es español? Son gallegos, vascos, catalanes, andaluces. Es un elemento muy importante. Cuando tú dices “soy catalán”, tú representas a Cataluña, que es un trocito muy pequeño. Pero si juegas en el equipo nacional, representas a España, que es muy grande. Y, además, mucha gente de las otras regiones son tus enemigos”.
Pero existió una transición. Un breve compás de armonía, al menos dentro de un campo, cuando la Selección Española ganó la Eurocopa 2008, la Copa del Mundo de Sudáfrica 2010 y la Eurocopa de 2012. De esa forma, el canto de gol uniformó las voluntades españolas. Poco importaba si los futbolistas se pasaban la sal en la mesa, mientras se pasaran el balón en la cancha.
II
Pero el tiempo detonó la paciencia y Piqué alzó la voz. El jugador culé ha sido silbado cuando viste camiseta española. Se le tacha de “traidor a la patria”, de “separatista”, de “independentista”. Nunca antes había sido tan condenado tener una opinión.
Pero él se defiende con el IQ de 140 que le distingue como un futbolista pensante y, así, con la facilidad con la que le pones leche al cereal, se instala en la sensatez: “¿Por qué vosotros podéis opinar de política, cualquiera: un camarero, un periodista, un mecánico, y el futbolista no puede hablar?”, dijo la semana pasada, en una maratónica rueda de prensa, que parecía más una comparecencia al ministerio público de los juicios.
Los vicios de la desinformación sitúan a Piqué como un separatista, cuando su llamado ha sido a la democracia. “A que la gente vote. A favor, en contra, en blanco, pero que vote”.
Quienes lo hicieron y salieron a las calles fueron víctimas de explícitos ataques. “Cuando hay violencia, no hay nada qué hacer”, sentenciaba Pep Guardiola. “Se titula que el independentismo ataca a la policía. ¿Con qué, con votos? Es muy gordo lo que ha pasado, hasta dónde hemos llegado”.
Lo dice Pep, el hombre que en el libro El método Guardiolaes definido como alguien que “transmite humildad o por lo menos desactiva eventuales reacciones de envidia entre su extraordinaria acumulación de méritos, en un contexto cultural antropológicamente proclive a los celos”.
Pero cuando se trata de política, no hay pizarras ni charlas tácticas. Hay mucho coraje: ”España, que nos da lecciones cada día ha atacando gente que iba a votar, ¡hasta dónde hemos llegado! ¿Y luego hablan de convivencia? ¿García Albiol (líder del PP) dice que se ha roto la convivencia? Él era el alcalde de Badalona y trataba a los recién llegados como los trataba. Es muy bestia. No nos pueden dar lecciones esta gente”.
La trama se tensó. Piqué rompió en llanto. Amenazó con dejar la selección, pero reculó. “Voy a superar este reto, sería darles la razón a quienes me silban”, concluyó.
El futbol empezó a jugarse con 12. La política usó las manos. Se salpicó de demagogia. El vestidor se enrareció, en medio de las eliminatorias mundialistas, recién disputadas. “Soy coherente. Defiendo lo que pienso, pero respeto y entiendo a quien piense distinto. España y Cataluña son como el hijo que tiene 18 años y se quiere ir de casa. Entonces, España el gobierno, tiene dos opciones: o sentarse y dialogar o es que el hijo se te va”.
—¿Qué pasaría si España ganara la Copa del Mundo con gol de Piqué? —se le cuestionó.
—Le gusta el morbo, eh. No sé, espero que estarían encantados, aunque hay periodistas radicales que preferirían que no la ganáramos.
III
Después de aquel tormentoso 1 de octubre de democracia deslavada y sangre derramada, se contaron los heridos y los votos, en un referéndum, bajo la sombra de la ilegalidad.
El martes 10, Carles Puigdemont declaró la Independencia de Cataluña, de manera unilateral, pero después la suspendió y pidió diálogo con el gobierno.
Eso, en el mundo que se habita hoy, resulta irónicamente peligroso, según el escritor Arturo Pérez Reverte. “No hay nadie que se suicide históricamente con tan estremecedora naturalidad, como un español con un arma en la mano o una opinión en la lengua”.
A la gente común que vive en Guatemala o en Tanzania le importa solo una cosa: “¿En dónde jugará el Barcelona?”. Esa es la pregunta que resuelve el no poderles importar menos lo que pasa, importándoles lo estrictamente necesario: “¿En qué país meterá goles Messi?”.
Cuando el día del referéndum, el Barçajugó a puerta cerrada, contra Las Palmas, las lenguas viperinas arremetieron sobre la irresponsabilidad de la celebración del juego. “La imagen de un partido de futbol en un Camp Nou completamente vacío se vio en 174 países de todo el mundo. Suspenderlo habría sido una noticia de un minuto. Jugándolo a puerta cerrada fue una noticia de 90”, explicó el presidente blaugrana, Josep Maria Bartomeu.
Así, el futbol, una vez más, fue el mensajero. La gente se enteró de lo que estaba pasando, porque nadie es ajeno a lo que le suceda a Iniesta y compañía…
IV
Sergio Ramos sacó a pasear a su perro la mañana del jueves pasado 12 de octubre. Con una playera holgada en blanco y unos lentes que no podían ser más oscuros, como metáfora de la realidad; tomó su teléfono y con un acento más andaluz que una rítmica sevillana, colgó un video en Instagram, donde, en estos días, los futbolistas comparten, desde el gel que utilizan para engomar sus vanidades, hasta sus orgullos nacionales.
“Pues nada, estaba dando un paseíto en un día tan especial para nuestro país, y mira lo que nos encontramos. Así que un saludito y orgulloso de nuestra bandera”, presumía el capitán del Real Madrid.
Por supuesto, no fue un día ni un mensaje cualquiera. El azar no tiene datos para subir ese tipo de mensajes al acelerado internet. Fue un español, orgulloso de sus colores en el día de Fiesta Nacional de España, aunque para algunos minuciosos catalanes, aquella selfiecontra esa desdoblada bandera, que caía del cielo como lluvia de fuego desde un edifico de seis pisos, solo haya sido un ansiosa provocación…
Esos son también los tiempos que vive España: los de la hiperactiva interpretación, que rima con separación.
La pelota ha ayudado como ha podido.
A los españoles, si es que cabe el término, les toca ganar el otro partido.
“La nación más fuerte del mundo es sin duda España. Siempre ha intentado autodestruirse y nunca lo ha conseguido. El día que dejen de intentarlo volverán a ser vanguardia del mundo”. Esta antiquísima reflexión de Otto von Bismarck, redonda como un balón, hoy rueda en la cancha de España y bota en el campo de Cataluña.
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