Odiado por el nacionalista español, por el independentismo catalán de derechas y de izquierdas, por la izquierda radical, por los católicos y por algún que otro enemigo del negocio del teatro, que también habrá ido dejándose por el camino, Albert Boadella (Barcelona, 1943) sigue siendo un espíritu librepensador tan inclasificable como irredento y original. Desde aquellos tiempos del tardofranquismo, cuando fue condenado por un consejo de guerra y protagonizó una fuga de película, Boadella ha sido un azote del pensamiento único y de lo políticamente correcto. “Bueno, ser odiado es el precio de decir lo que uno piensa. El fundador de la plataforma política Ciudadanos decidió abandonar Cataluña e instalarse en Madrid, desde donde sigue lanzando sus dardos envenenados contra el independentismo catalán.
—Hace unos años anunciaste que no volverías a trabajar más en Cataluña ante el boicot que sufren tus obras. ¿Te consideras un exiliado de tu tierra?
—En principio sí, en principio fue una situación kafkiana, después casi te divierte porque con esta posición también has descubierto cosas fantásticas. Descubrí Madrid, aunque ya la conocía, pero la descubrí viviendo allí, es una ciudad abierta, formidable, fantástica, donde nadie se consideraba protagonista del asunto. Nadie era de la etnia madrileña, así que estas cosas tienen unas contrapartidas muy buenas. El inicio es duro, pero después lo volvería a repetir. Incluso creo, y eso lo digo con toda franqueza, que estuve demasiados años enganchado en el rifirrafe catalán. Cuando yo vi de qué iba el asunto, y me di cuenta mucho antes, en el año noventa y pico, cuando el PSC [Partit dels Socialistes de Catalunya, en catalán] se pasó con los bártulos al nacionalismo, a partir de ese momento empieza la decadencia. Pero el gran responsable de toda esta historia no es Jordi Pujol y toda esa tropa de mafiosos, no. El gran responsable ideológico es el PSC, que es un partido que abandona su posición, abandona su genética socialista, todo lo que significa su apertura, su solidaridad, todos esos elementos, y a partir de ese momento empieza el desastre para Cataluña. Y a partir de ese momento es cuando yo tendría que haber cogido los bártulos y haber dicho: me marcho. Os lo arregláis vosotros, yo ya he hecho suficiente. Y entonces decidí hacer el gesto que fue participar en la creación de un partido abiertamente antinacionalista que fue Ciudadanos, y estoy contento, creo que está bien lo que hicimos, porque Ciudadanos ha significado para Cataluña el inicio de una cierta oposición…
—¿Entonces crees que hay una especie deapartheid hacia lo español?
—Yo creo que hay una enfermedad colectiva, eso lo he visto durante algunos años, ver gente valiente, incluso amigos, ver gente del mundo de la cultura a la que yo tenía en consideración, y verlos en la situación en que están ahora, que dicen lo que dicen y piensan lo que piensan, me lleva a pensar que hay una especie de epidemia colectiva. Yo creo que las comunidades y sociedades enferman como las personas, de otra forma no podríamos explicar que un payaso de la categoría de Mussolini fuera capaz de seducir a los italianos, que son listos y tramposos como nadie. Y no digamos ya el caso del nacionalsocialismo en un país como Alemania. Por lo tanto, hay una epidemia colectiva en Cataluña y es una epidemia muy sencilla: es la inducción de la paranoia. Es decir, el odio al vecino, el odio al enemigo común. Se monta un fetiche que es odioso, que es España para ellos, y a partir de aquí todo el mundo hace su catarsis. Y eso ha calado, eso ha calado no solo en la política y sus impulsores o en los medios de comunicación, sino en las generaciones que han sido educadas en el odio a lo español. Yo he tenido una hija y un hijo que se han educado en esas épocas en Cataluña y sé perfectamente cómo se les educaba y cuál ha sido el resultado: dos generaciones educadas en el odio a lo español. Por lo tanto, es un estado de enfermedad, porque España no es el enemigo, aquello no es como si los polacos indujeran un cierto odio a los rusos, por poner un ejemplo, que tendría un cierto sentido, porque los rusos para los polacos realmente son el demonio, el Papus. Pero en el caso de Cataluña en relación con España se ha creado una mentira, una falsedad absoluta, y esa falta de realidad, esa falta de conexión con la realidad, significa que hay una enfermedad.
—¿Crees que las condenas de inhabilitación contra Mas y Homs han sido justas?
—Yo creo que había que haber tomado otra vía, la vía política. Supongo que la vía judicial está sustentada, más o menos, en el Derecho; el problema es que en estas leyes alguna cosa no funciona cuando unos tíos se pasan por el forro al Tribunal Constitucional, el ordenamiento jurídico, y están amenazando, y no solo amenazando, sino que están construyendo un Estado independiente dentro de otro Estado y no hay una ley que pueda cortar en seco una deslealtad de ese tipo por parte del Gobierno de una comunidad autónoma que forma parte del propio Gobierno de España, porque realmente ellos forman parte del Gobierno de España. Que no existan leyes que puedan parar esto supone que alguna cosa se ha hecho mal. No digo que las condenas no estén asentadas sobre el Derecho, el problema es que ese Derecho es incompleto. Esos tíos, claramente, en cualquier otra parte del mundo estarían en la cárcel.
—¿Cárcel?
—Sí, hombre, claro. Es muy grave que un dirigente público induzca a los ciudadanos a incumplir las leyes. ¿Dónde se ha visto eso? ¡Es muy grave! En una democracia es gravísimo.
El actor Albert Boadella (L) expulsa del escenario ganador del Premio Nobel de Literatura 2010, el escritor peruano Mario Vargas Llosa (2º L), mientras se disfraza de “Mossos d’esquadra” (policía regional catalana) durante la presentación del manifiesto “Libres e Iguales” (Libre e Igual) que exige la responsabilidad civil de los catalanes al votar durante las próximas elecciones regionales catalanas, el 22 de septiembre. FOTO: AFP.
—¿Y la enfermedad crees que tiene cura? ¿Ves una Cataluña independiente a corto plazo?
—Yo creo que hay pocas soluciones pero intentaría, como en ciertos enfermos, aplicar el electroshock. En los últimos treinta y cinco años los catalanes no han sentido lo que es pertenecer a un Estado importante como es España, porque el Estado español no es las Islas Caimán precisamente. Pues que sientan en el fondo que pertenecen a este Estado con todo lo que significa un Estado, es decir, con toda la fuerza de la legalidad, de la ley, de la sociedad, de todo, incluida la propia fuerza de orden público… Ellos tienen que saber que pertenecen a este Estado. Yo creo que los catalanes no han sentido esto, han tenido siempre un intermediario que ha sido el Gobierno catalán, que ha actuado precisamente contra el Estado, dando una mala imagen de este Estado. Por tanto, yo sería partidario, clarísimamente, de liquidar la autonomía…
—Directamente…
—Directamente. Liquidarla provisionalmente, naturalmente, poner a cargo del Estado todos los servicios públicos y volver a empezar de nuevo.
—Pero el Gobierno de Rajoy tampoco es que esté haciendo demasiado por evitar el choque de trenes…
—Ni el de Rajoy, ni el de Aznar, ni el de Zapatero. Porque Aznar, que se las daba de tan nacionalista español, permitió aprobar unas leyes, que en el fondo eran unos acuerdos con Pujol, como la ley de política lingüística, que es la que permite ahora multar a un comercio porque rotula en castellano. Eso es creación de Aznar, responsabilidad de Aznar, pero no solo de él, de todos, de todos, han sido todos unos insensatos. Eso lo cuento enEl sermón del bufón, en una entrevista que tuve con el Rey Juan Carlos, que cuando hablamos sobre lo que sucedía en Cataluña me respondió: Es que estos presidentes que he tenido lo han hecho pero que muy mal.
—Lo tenía claro…
—¡Claro! Lo tenía clarísimo.
—Sin embargo, una democracia no debería tener miedo a poner las urnas para un referéndum…
—Hombre, yo creo que se pueden poner las urnas que se quieran pero siempre bajo unas normativas. Se pueden poner las urnas para cambiar un parterre… Pero a mí el sistema de referéndum me parece más propio de las dictaduras que de las democracias porque la democracia se basa en la elección de unos representantes y les votamos para que hagan las cosas tal como creemos que se deben hacer. Tú eres más joven, pero yo viví el referéndum de la OTAN, y me di cuenta de lo que es la estafa del referéndum. ¿Qué sucedió? Que los políticos hicieron caso a Felipe González, que se sacó de encima las pulgas y dijo que había que entrar en la OTAN y trasladó el problema a los ciudadanos. Pero tú me dirás, ¡si el noventa por ciento de los ciudadanos de aquel momento casi no sabía ni lo que era la OTAN! Y además les importaba un comino. Por eso Franco hacía referéndums, porque es una cosa para los dictadores, es una cosa absolutamente demagógica.
—Volvamos al nacionalismo. Cuando Pujol era Dios en Cataluña tú ya le arreabas estopa. Has sido un visionario en ese sentido, al final la historia te ha dado la razón de que este hombre era lo que era…
—¡Y me quedé corto!
—Ni en tu montaje más delirante podías imaginarte esto…
—Es que la realidad siempre supera a la ficción. No podemos hacer nada con la ficción, nosotros, según qué realidades, tenemos que autocensurarlas para que la gente se las crea, porque si no, no se las creería…
—Te lo pregunto porque la izquierda catalana de aquella época tragó con el 3 por ciento en Cataluña. ¿Por qué Maragall no llevó aquello a los tribunales cuando tocaba?
—No lo hizo porque la Cataluña secesionista de aquella época quiso hacer una cosa, que era acomplejar al conjunto de los ciudadanos españoles, para convencerlos de que ellos han sido y son víctimas. Eso ha sido una de las mayores patrañas que se han llevado a cabo nunca. Ellos no han sido víctimas de Franco. Víctimas lo han sido muchas otras partes de España antes que los catalanes. Andalucía, Extremadura… pero Cataluña la que menos.
—¿Y a la burguesía catalana tampoco le fue mal con Franco?
—Hombre, claro. En cambio ellos han sabido extender la idea de que el catalán fue prohibido durante el franquismo, lo cual no es cierto, el catalán jamás fue prohibido en toda la historia de España. No ha habido un solo edicto contra el catalán, aunque sí es cierto que en los sitios oficiales se hablaba el castellano, pero prohibición de la lengua catalana no ha existido. En cambio el noventa por ciento de los españoles creen que a lo catalanes se les prohibió alguna cosa desde el punto de vista cultural. Eso es una mentira. El franquismo prohibió cosas de la cultura al conjunto de los españoles, porque con la censura las víctimas eran todos los españoles, no solo los catalanes. Y esa idea se ha sabido vender muy bien.
—Ahora con Ciudadanos parece que mantienes una relación de amor-odio…
—Pues de cuando en cuando me cabreo mucho porque hay cosas que las encuentro auténticas chorradas. Las cuestiones territoriales las apoyaré siempre, pero en otras cosas no saben a qué son bailar. Por tanto, mantengo una relación de amor-odio. Es un hijo que va por su cuenta y de cuando en cuando sus padres nos agarramos unos cabreos inmensos.
—Así que has sido odiado por la ultraderecha española, por el independentismo catalán, de derechas y de izquierdas, por la izquierda radical, por los católicos. ¿Cómo lo haces?
—Bueno, eso es el precio de decir lo que uno piensa. El precio de la libertad. Y esa posición me gusta, me siento cómodo. Cuando yo formé parte del Partido Socialista de Cataluña, antes de su degeneración, me sentía incómodo, porque estar en un partido tiene ese punto de que tienes que morderte la lengua, parece que trabajes para el jefe. En cambio ahora me siento con una enorme comodidad. Además que los años ya te dan esa ventaja, yo tengo mi carrera hecha ya, no tengo nada que perder, lo único que tengo que perder es la vida y eso evidentemente lo tengo más cercano que si tuviera veinte años, por cálculo de probabilidades. Por tanto, tampoco tengo tanto que perder.
—O sea que en el escenario hasta el final…
—Si puedo y la naturaleza me lo permite sí.
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Esta entrevista se publicó en marzo pasado en la revista Gurb. Con autorización del director de esa publicación y autor de este material, reproducimos algunos pasajes de la misma.