EN SEPTIEMBRE de este año, al inicio de las renegociaciones
del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica, Jerry Dias, presidente de
Unifor, el sindicato canadiense que agrupa a los trabajadores de los sectores
automotriz, comunicaciones, energía y papel, fue realista y duro al criticar al
gobierno mexicano ante su reticencia por incrementar el salario mínimo de los
trabajadores: “No compro el argumento que los negociadores mexicanos están
presentando, que de alguna manera tienen que mantener a sus ciudadanos viviendo
en la pobreza para que generen empleos; es un argumento sin sentido e
indignante”.
Ejemplificó: “Si un trabajador automotriz de Canadá y Estados
Unidos puede hacer 35 dólares la hora, ¿por qué el mexicano no puede ganar 525
pesos la hora? Ellos merecen el mismo respeto que tenemos en Canadá y Estados
Unidos. No entiendo el argumento del gobierno mexicano de que de alguna manera
‘tenemos que oprimir a nuestros ciudadanos para estar mejor’, es un argumento
de porquería”.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, también se ha
quejado constantemente de los pobres salarios en México, ha solicitado que
nuestro país entre en los estándares internacionales en la justicia laboral, no
solo con un incremento sustancioso al salario mínimo general, también con
certeza jurídica en los procesos de justicia laboral, así como en el acceso a
la seguridad y los servicios de salud por parte de los trabajadores mexicanos.
Para el republicano Trump, el desproporcionado salario mínimo
general en México, en relación con su país y Canadá es —entre otras cuestiones—
el motivo para que empresas estadounidenses instalen sus plantas productoras en
México y no en su país. En efecto, dado que la mano de obra mexicana es la más
barata, hasta 2016, la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos
reportaba a nuestro país con el salario mínimo más bajo, de los 35 que integran
esta organización. Ante la negativa del gobierno mexicano a incrementar los
salarios de entrada, Trump encontró otras formas para evitar que las empresas
de aquel país se instalaran acá: el incremento de impuestos, de aranceles, y
presión mediática que tiene efecto en las Bolsas de Valores.
Como dijo el canadiense Dias, y lo refirió Donald Trump, un
trabajador promedio de cualquiera de sus países devenga un salario muy por
encima de los 80 pesos con 4 centavos que gana un asalariado mexicano. En
Canadá los sueldos se determinan de manera regional, cada una de sus provincias
ajusta de acuerdo a las condiciones, las leyes y las relaciones sindicales y de
gobierno, el salario mínimo. El más alto se encuentra en la provincia de
Nunavut con 13 dólares canadienses la hora, y el más bajo en Newfoundland and
Labrador a razón de 10.50 dólares canadienses. En promedio un trabajar
canadiense percibe 10.43 dólares de su país por hora de trabajo, es decir,
157.16 pesos la hora.
En Estados Unidos está reglamentado el salario mínimo federal
en 7 dólares con 25 centavos; sin embargo, cada estado, incluso las
administraciones públicas de condados, tienen la facultad para, de acuerdo con la
economía local, mover el salario mínimo a la alta —no se puede reducir la base
federal—. En una lista de la página financiera The Balance se inscriben 54
ciudades de Norteamérica y sus respectivos salarios mínimos, donde el más alto,
de 15 dólares la hora de trabajo, se encuentra a partir de julio de 2017 en
Chicago, aunque estados como California y el Distrito de Columbia alcanzan
mínimos indexados de 15 dólares la hora, el mínimo, en varios estados es el
federal, 7.25 dólares la hora. En promedio un trabajador estadounidense gana
8.83 dólares por hora, unos 163 pesos al tipo de cambio actual en relación con
el peso mexicano y por arriba de los 18.50 pesos.
En contraparte el trabajador mexicano, desde este año empezó a
ganar en calidad de salario mínimo 80.04 pesos, no por hora sino por una
jornada laboral; considerando ocho horas como una jornada completa, el
trabajador asalariado mexicano devenga 10 pesos la hora, el equivalente a .53
centavos de dólar norteamericano.
La brecha salarial entre los países que firmaron y ahora
renegocian el Tratado de Libre Comercio, es, efectivamente, abismal; convertido
a pesos mexicanos, esto es lo que gana un trabajar por hora en salario mínimo:
Estados Unidos, 163 pesos, Canadá, 156.16 pesos, México, 10 pesos.
Sin embargo, el representante de México en la renegociación
del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica, Idelfonso Guajardo, secretario
de Economía del gobierno federal, desde el inicio de las negociaciones declaró
contundente que el salario mínimo mexicano no era parte de las negociaciones,
que esa decisión estaba inserta de manera exclusiva en una política interna de
la república mexicana. Efectivamente, lo que nuestro país requiere de fondo es
un cambio de modelo económico, pero si hay negativa del gobierno a un aumento
en el salario, cambiar el estatus quo se vislumbra más allá de difícil, poco
probable con este gobierno y en estas condiciones. Lo que no hicieron con las
“reformas estructurales”, no lo harán en los últimos meses del sexenio.
En diciembre de 2016, después de mucha presión, entre otros,
del gobierno de la Ciudad de México y la Coparmex nacional, en la Comisión Nacional
para el Salario Mínimo (Conasami), este tuvo un incremento nunca antes visto en
los últimos 30 años cuando pasó de 73.04 pesos a 80.04 pesos, una victoria
pírrica considerando que se venía la renegociación del TLCAN.
Hoy mismo, por estos días, una vez más y con los mismos
actores a favor, se está solicitando a la Conasami un incremento de 80.04 pesos
a 95.24 pesos, que es en lo que tasa el Consejo Nacional de Evaluación de la
Política de Desarrollo en México (CONEVAL) la línea de bienestar del mexicano.
De aprobarse, a pesar de la resistencia del Gobierno de Enrique Peña Nieto y de
la propia Confederación Nacional de los Trabajadores, el obrero mexicano
ganaría entonces 11 pesos con 90 centavos la hora de trabajo, aun lejanísima la
brecha con los 163 pesos por hora del trabajador estadounidense y los 156 pesos
del canadiense por hora.
El gobierno mexicano, ahora encabezado por Enrique Peña Nieto,
promueve, como dijo el sindicalista canadiense Jerry Dias, la pobreza en México
para mantener la inversión extranjera a costa de una mano de obra barata, pero,
además, es sabido que en el Partido Revolucionario Institucional, el voto
seguro lo buscan y lo promueven entre los pobres, con dádivas, con tarjetas con
dinero o mercancía, con monederos electrónicos como los que utilizó Peña Nieto
siendo candidato con le empresa Monex.
A los políticos mexicanos la pobreza les reditúa en términos
económicos y en términos electorales, situación que para un canadiense que
defiende la dignidad del trabajador, y el poder adquisitivo de un salario que
le apueste al desarrollo, no entiende. Para este gobierno, la pobreza es un
asunto de política pública y no precisamente para combatirla.
En las siguientes rondas de renegociación del Tratado se verá
si Idelfonso Guajardo cambia su percepción sobre el incremento al salario
mínimo en México en relación con Estados Unidos y Canadá, especialmente porque,
a su pesar, sí es un tema entre los países aliados en materia comercial. El
secretario de Economía ya de hecho cambió su postura ante los diputados que lo
citaron a comparecer en la Cámara Baja, cuando dijo respecto de un eventual
incremento: “Yo finalmente no soy parte de la Comisión que lo determina, pero
finalmente hay un efecto positivo en la economía… Cuando se refuerza la clase
popular, en términos de mejores salarios, claramente tiene un efecto importante
en el consumo, y eso finalmente fortalece la economía”. Claro, si le apostaran
al desarrollo y a la economía interna, y no a la inversión sobre la mano de
obra que México prácticamente regala con tal de atraer inversión.
En la renegociación del TLCAN, México podría empezar por
desvincular el incremento al salario mínimo de la inflación, y radicarlo en la
productividad, acortar de esa manera la brecha salarial beneficiaría a los
trabajadores, incentivaría el consumo y, definitivamente, afectaría de manera
positiva la productividad, como sucede en el caso de nuestros vecinos del
norte.