HOSNI MUBARAK ha recorrido el desiertoegipcio durante la mayor parte de su vida. Sabe dónde encontrar refugio durante una inundación, cuáles plantas son medicinales, y cuándo se acerca una tormenta. Siendo un beduino de la tribu Jabaliya, su territorio se encuentra en las colinas que rodean el Monte Sinaí, donde se cree que Moisés recibió los diez mandamientos de manos de Dios. El año pasado fue elegido para un programa de capacitación para que jóvenes beduinos se conviertan en guías en el sur del Sinaí, y ha dominado habilidades como primeros auxilios y navegación GPS. Desea ser parte de una industria turística de base que revitalizará una comunidad dañada por el desastre geopolítico de la región.
El turismo se convirtió en uno de los pilares de la economía del Sinaí en la década de 1980. Las aguas ricas en coral y las escarpadas montañas de la península atraían a excursionistas, buzos y personas en busca de sitios donde asolearse, proporcionando un trabajo bien remunerado para los beduinos locales. Sin embargo, la revolución egipcia de 2011 desestabilizó lo que había sido una industria próspera: el descontento, la autocracia y la inestabilidad recorrieron Egipto y una insurgencia afiliada con el grupo militarista Estado Islámico (EI) abrumó varias partes del norte del Sinaí. Los atemorizados turistas dejaron de llegar. En el primer trimestre de 2016, después de que los militantes bombardearon un jet ruso que volaba desde Sharm el Sheikh, los ingresos turísticos de Egipto cayeron 66 por ciento.
La ausencia de turistas dejó tras de sí más que hoteles vacíos. Los habitantes locales que trabajaban en el turismo se habían alejado de las formas tradicionales de vivir. Algunas familias beduinas vendieron sus cabras o abandonaron los jardines que habían cuidado durante años; habilidades como la vida a través del desierto o sobrevivir en la naturaleza, desarrolladas durante siglos, comenzaron a desaparecer. “Perdimos muchas cosas: nuestras tradiciones, nuestra cultura”, señala Sheikh Ahmed Abu Rashid, de la tribu Jabaliya. “Los jóvenes comenzaron a mudarse a otras partes. No saben nada acerca de las distintas hierbas, dónde poner tu camello… cómo vivir en el desierto”. Las tradiciones tienen un valor intrínseco, pero las habilidades de autosuficiencia también son necesarias para proteger a los beduinos contra futuros choques económicos.
TRAMPA PARA TURISTAS: Después de que una insurgencia afiliada al Estado Islámico abrumó varias partes del norte del Sinaí, los turistas dejaron de llegar por temor a la violencia y a los disturbios. FOTOS: DAVID DEGNER/GETTY
Con esto en mente, la Ruta del Sinaí, la primera ruta de excursionismo de larga distancia de todo Egipto, promete preservar la cultura beduina, así como fomentar el turismo. Podría funcionar. A pesar del caos en Egipto, el sur del Sinaí permanece relativamente tranquilo. Las tribus cooperan con el gobierno para supervisar el área, proporcionan información y se aseguran de que la comunidad esté comprometida con mantener estable la región. Nunca ha habido un ataque en las altas montañas que haya producido alguna pérdida de vidas civiles.
La ruta sigue el camino que comerciantes y peregrinos a La Meca utilizaron durante siglos. Ahora se encuentra cuidadosamente planeada, y cuenta con guías acreditados y mapas detallados. Los excursionistas caminan 220 kilómetros desde las planicies costeras del Mar Rojo a través de cañones y desiertos antes de terminar en el Monte Catherine, de 2,642 metros de alto, que es la montaña más alta de Egipto.
El primer grupo realizó una excursión de 12 días a través de la ruta en diciembre pasado, durmiendo al aire libre y comiendo alrededor de una fogata. Al serpentear a través de las montañas, la ruta contiene los tesoros ocultos del desierto: un misterioso laberinto de guijarros, acantilados de arenisca erosionados hasta adquirir formas parecidas a burbujas en la masa fermentada, dunas que se esparcen en medio de columnas rocosas.
¿Acaso todo el esfuerzo invertido en construir la Ruta del Sinaí valdrá la pena? Los beduinos del sur del Sinaí saben que lo que se construye, puede ser fácilmente destruido. Si el mundo exterior presta atención y la ruta atrae a los turistas, daría a los habitantes locales la oportunidad de ganarse la vida al tiempo que fomentan su propia identidad. Si no es así, el proyecto habrá cultivado una red de apoyo, habilidades y tradiciones que serán muy útiles y confiables, independientemente de lo que ocurra en Egipto.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek