La bitcoin y otras criptomonedas —dinero virtual— están cobrando fuerza como una fuente de financiamiento para grupos terroristas, como el autoproclamado Estado Islámico.
En enero de 2017, milicianos islamistas en Indonesia financiaron actividades terroristas con dinero recibido a través de bitcoin, que actualmente es la criptomoneda más popular.
Este no fue un incidente aislado: el Consejo de la Shura de los Muyahidines —activo en la Franja de Gaza y considerado una organización terrorista extranjera por Estados Unidos desde 2014— también lanzó una campaña de bitcoin el año pasado, invitando a sus partidarios a donar dinero para la compra de armas.
Los terroristas empiezan a explorar el uso de criptomonedas, y las políticas contraterroristas deberían responder en concordancia.
Las criptomonedas son cada vez más populares gracias al anonimato que dan tanto al remitente como al receptor. En otras palabras, es extremadamente difícil rastrear quién le envía dinero a quién y con qué propósito.
Irónicamente, hay un libro de contabilidad completamente público, Blockchain, el cual registra toda transacción con bitcoin; sin embargo, el libro de contabilidad conserva el anonimato de los usuarios. Considerado por algunos como “la nueva frontera en recaudación de fondos para terrorismo”, el uso de bitcoin en particular ha crecido exponencialmente en los últimos ocho años, aumentando de un promedio de 100 transacciones diarias en 2009 a 282,000 en 2017 hasta ahora.
Antes de la invención de las criptomonedas, los donativos extranjeros a organizaciones terroristas se habían hecho a través de redeshawala (“transferencia” en árabe), las cuales dan anonimato para transferencias de efectivo y donativos.
Los individuos o grupos quienes quieren donar a una organización terrorista pasan dinero a través de un mediador localhawala en su país, quien también cobra una cuota de mediación. Otro mediador en el país de destino entrega entonces el dinero al receptor destinado.
Además de usarse para donativos, las redeshawala permiten que grupos terroristas transfieran sus propios fondos o recursos de una ubicación a otra.
Las criptomonedas y transferenciashawala pueden usarse para propósitos legítimos, pero su anonimato y naturaleza descentralizada las hacen atractivas para financiar actividades ilícitas.
Las redeshawala más antiguas son maneras confiables de mover dinero, pero la conveniencia, las transferencias directas y las transacciones casi instantáneas hacen que bitcoin sea mucho más atractiva para actores nefarios.
Las mejoras recientes al anonimato de bitcoin podrían motivar todavía más la actividad ilegal. Algunas de las carteras originales de bitcoin permitían un anonimato parcial, pero las transacciones todavía podían ser rastreadas.
En los últimos años, compañías como Samurai, BitcoinFog y DarkWallet se han enfocado en producir una cartera de bitcoin que dé un anonimato completo y haga las transacciones prácticamente no rastreables. Estas “carteras oscuras” podrían convertirse en fuentes importantes del financiamiento al terrorismo, presentando un obstáculo serio a los gobiernos que buscan detener los flujos de efectivo a terroristas.
Bitcoin se está volviendo más generalizada. Por ejemplo, compañías como Microsoft, Expedia y Subway ahora aceptan pago en bitcoin. Conforme las criptomonedas se vuelvan más conocidas, podrían tener un mayor papel en el financiamiento del terrorismo: en 2015, ISIS supuestamente publicó su dirección de bitcoin en la red oscura para que individuos pudieran enviar dinero, y en junio de 2015, un adolescente de Virginia fue arrestado después de tuitear instrucciones sobre cómo donar bitcoin a ISIS.
Algunos argumentan que, sin importar la tecnología mejorada, los donativos en bitcoin seguirán teniendo poco impacto en los ingresos de los terroristas porque la mayoría de los grupos financian sus operaciones principalmente a través de una combinación de organizaciones de beneficencia, extorsión, tributar en el territorio que controlan o patrocinio estatal. No obstante, conforme grupos como ISIS pierden territorio en Irak y Siria, serán obligados a hallar alternativas y enfocarse en generar más inversión extranjera de individuos u organizaciones de beneficencia de fachada, pagos que las criptomonedas son muy adecuadas para facilitar.
Desalentar el financiamiento al terrorismo sigue siendo una de las principales prioridades de contraterrorismo en Estados Unidos. Con el fin de desalentar que los terroristas busquen donativos en forma de bitcoin u otras criptomonedas, los legisladores de EE UU deberían coordinarse con las compañías a cargo de carteras de bitcoin así como con los administradores de Blockchain para rastrear compras, intercambios de bitcoin u otras monedas, y las transferencias de fondos sustanciales a una cuenta de bitcoin.
Representantes de EE UU en la Fuerza Especial de Acción Financiera —un organismo intergubernamental que combate el lavado de dinero y financiamiento terrorista— estaría bien preparado para hacer justo eso.
También sería prudente desarrollar la capacidad de señalar direcciones sospechosas de bitcoin, para que las autoridades puedan hallar más fácilmente y procesar a los individuos si se comprometen en financiamiento terrorista y o lavado de dinero.
El aumento en la atención de los medios de común tradicionales sobre las criptomonedas así como las mejoras continuas destinadas a perfeccionar el anonimato en las transacciones están generando la tormenta perfecta para abrirle paso a una nueva era de financiamiento al terrorismo.
Si Estados Unidos quiere desalentar el financiamiento al terrorismo a la larga, debería tomar acciones enérgicas para entender los usos negativos potenciales de las criptomonedas y formar regulaciones para combatir su uso por actores ilícitos.
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Este artículo apareció primero en el sitio del Consejo de Relaciones Exteriores.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek.