Subestimado como desecho, arrastrado por el drenaje urbano, constituye una gran posibilidad médica. El universo bacteriano que contiene el excremento humano está salvando vidas a través de una vía novedosa en México.
Cinco investigadores de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) y de la Universidad de Guadalajara (UdeG) han desarrollado un estudio para realizar trasplantes de heces fecales, introduciendo los microorganismos del excremento de un donador a una persona con cuadro hospitalario.
Aunque el trasplante se realiza desde hace años a escala mundial, siendo la sonda nasogástrica y la vía colonoscópica las opciones tradicionales, los científicos mexicanos han logrado desarrollar otra alternativa: cápsulas orales.
CLOSTRIDIUM, LA RAZÓN
El proyecto comenzó cuando se buscaban alternativas para combatir la diarrea recurrente, asociada con la bacteria Clostridium difficile, que ha tomado una capacidad hipervirulenta.
El investigador principal del proyecto de trasplante fecal y especialista en infectología de la UANL, Adrián Camacho-Ortiz, indica que la afectación al sistema digestivo causado por esta bacteria puede ser letal, con una tasa de mortalidad que va de 5 al 10 por ciento.
Según el estudio “Increasing rates of Clostridium difficile infection in Mexican hospitals” (“Aumentan casos de infección por Clostridium difficile en hospitales mexicanos”) encabezado por la investigadora Laura Palau Dávila, la tasa promedio de afección es de 0.28 por cada mil días que un paciente está hospitalizado. En el último año del proyecto, el índice promedio de contagio subió más de tres veces. No obstante, aún no existe un dato oficial sobre la afectación por el microorganismo.
En el Hospital Civil “Fray Antonio Alcalde” (escuela de la UdeG), ubicado en Guadalajara, Jalisco, y elegido para la distribución de cápsulas de heces fecales, comenzaron los casos por Clostridium difficile a finales del año 2013.
“La bacteria Clostridium difficile se presenta en forma vegetativa y como esporas, estas son dificilísimas de quitar, tienen la capacidad de diseminarse y pasar de cama en cama. El uso de geles ayuda al control de infecciones, pero no para el Clostridium”, explica María del Rayo Morfín Otero, coinvestigadora del trasplante y directora del Instituto de Patología Infecciosa y Experimental “Dr. Francisco Ruiz Sánchez” de la UdeG. “Tuvimos que involucrar a todo el personal para contenerlo”.
Los centros de salud son los principales sitios de contagio. Ahí los pacientes con largas estancias hospitalarias se tornan vulnerables para contraer la bacteria; también aumenta el riesgo para perfiles mayores a los 50 años o que presentan alguna comorbilidad como daño renal.
El Clostridium difficile generalmente se combate con antibióticos, pero dado que estos alteran la microbiota —comunidad de bacterias— del intestino, entre 20 y 30 por ciento de los pacientes no mejora. Así, la introducción de nuevos microorganismos se convierte en la alternativa.
“El trasplante de heces fecales recoloniza con bacterias buenas y cede la diarrea, es un principio muy sencillo: recupera la flora intestinal y elimina el Clostridium”, detalla Morfín Otero sobre la mejoría inmunológica que puede ser documentada desde los primeros dos días del tratamiento que, además, evita la hospitalización y la invasión del cuerpo del paciente.
MITOS Y TABÚES
Desde siglos atrás se registran antecedentes sobre el uso de la materia fecal para el tratamiento de enfermedades, pero la persistencia del concepto del excremento como desecho ha sido un obstáculo para aprovechar sus propiedades, considera la directora del Instituto de Patología.
“Es una excelente alternativa para el uso de antibióticos, para evitar ingresar a los pacientes en el hospital. ¿Por qué nos tardamos tanto? El ‘popó’ en sí es un tabú, su aspecto. También el papel de las farmacéuticas, pues influyó la existencia de medicamentos (para relegar la investigación)”, afirma.
El imaginario de los pacientes también contribuye a la preocupación. “¿Sabe a algo?, ¿me va a dar asco?”, reaccionan cuando se les plantea el recurso del que se echará mano. Al final —explica la especialista— todos han aceptado debido a que la diarrea por Clostridiumes muy desgastante. “Hay fiebre, evacuaciones con sangre, se hace una colitis seudomembranosa y de verdad son pedazos de colon que se van esfacelando”, detalla, defendiendo así la fortaleza del método.
Las cápsulas que debe consumir el paciente carecen de olor y sabor desagradable, lo que eleva la aceptación de quien recibe el trasplante. Ello, a diferencia de la vía nasogástrica, donde sí se registran regurgitaciones.
MARÍA DEL RAYO MORFÍN OTERO, coinvestigadora del trasplante: “La bacteria Clostridium difficile se presenta en forma vegetativa y como esporas, estas son dificilísimas de quitar, tienen la capacidad de diseminarse”. FOTO: MELINA GIL.
EXCREMENTO DE CALIDAD
La parte compleja del trasplante es conseguir un donador sano, cuentan los investigadores. Se realizan entre 25 y 30 exámenes diferentes hasta garantizar que se obtengan heces de calidad; además de esas pruebas que, entre otras, evalúan inmunodeficiencia, biometría hemática y síntomas de hepatitis, el donador tiene que tener una temporada libre de consumo de antibióticos, un peso corporal adecuado y ausencia de viajes recientes.
El Hospital Universitario de la UANL cuenta con un banco de heces donde colaboran donadores no relacionados con el paciente, y cuyas muestras pueden ser guardadas mediante sistemas de congelación específicos. A partir de este, se obtiene la materia prima para el trasplante de heces vía cápsula que desarrollan los científicos.
La manipulación debe ser meteórica. Una vez que la microbiota sale del tubo digestivo, cambia en cuestión de segundos.
“Tenemos en contra el tiempo y las presiones atmosféricas. Realizamos el proceso bajo una cámara de anaerobiosis, que es un aparato especial donde las concentraciones de oxígeno son muy bajas para mantener la mayor parte de las bacterias y microorganismos. Se hace un filtrado con un cedazo especial donde eliminamos toda materia vegetal, toda materia orgánica que no sea bacteriana”, detalla Camacho-Ortiz sobre el procedimiento realizado en la ciudad de Monterrey.
“El siguiente paso es colocar la materia en una suspensión que contiene glicerol —entre otras cosas— para mantener y preservar estas bacterias vivas. Después es el encapsulamiento. Logramos cápsulas especiales de liberación entérica, es decir, que no se abren en el estómago, se abren hasta que llegan al intestino que es donde queremos que haga el efecto”.
Las cápsulas deben conservarse congeladas, a 80 grados bajo cero. Para realizar el traslado desde Monterrey a Guadalajara se utiliza una red de frío.
Los científicos aún analizan cómo registrar la patente de manera oficial debido a que el producto generado no es un medicamento, sino una alternativa para consumar un trasplante.
LA PUNTA DEL ICEBERG
La lucha contra el Clostridium difficile no es el único horizonte para el trasplante fecal. También se le han reconocido alcances para aliviar enfermedades no infecciosas como la colitis ulcerativa, enfermedad de Crohn y padecimientos inflamatorios en general.
En estudios separados y aplicados en animales, tanto el Instituto Gustave Roussy de París, Francia, como la Universidad de Chicago, Estados Unidos, han obtenido indicios respecto a que, después de la introducción de microorganismos intestinales, se puede fortalecer la respuesta contra el cáncer.
Por revés o por fortuna, explica Camacho-Ortiz, el ser humano y sus bacterias guardan una relación que permaneció obviada aun hasta principios de este siglo. Resguardada entre movimiento y movimiento intestinal, el equilibrio que mantienen los microorganismos del aparato digestivo repercute en funciones elementales como el desempeño inmune y metabólico del ser humano.
La manipulación de las heces está abriendo la puerta para el trabajo con el microbioma intestinal: el conglomerado de genes que componen a las bacterias, según anticipa. Toda vez que una persona resguarda más genes bacterianos que humanos, la posibilidad de aprovechar y alterar su información supone una revolución médica, una visión holística que más que como un cuerpo, entenderá al humano como un ecosistema.
“Viene como un boom. En diez años vamos a voltear y decir ‘cómo es posible que hiciéramos trasplante de materia fecal’, porque ya no vamos a utilizar exactamente las heces: nuestra capacidad va a ser para trasplantar genes, no propiamente las bacterias. Vamos a reírnos de cómo le pedíamos ‘popó’ a las personas porque vamos a contar con una ingeniería genética para modificar el microbioma intestinal. Esto es la punta del iceberg”, predice Camacho-Ortiz.