Apple, Alphabet, Microsoft, Amazon y Facebook son las cinco compañías estadounidenses más valiosas, en ese orden. Pero para 2025, es casi seguro que una ya no siga en la lista. ¿Cuál podría ser esa compañía? Apuesta a la que está por mudarse a un edificio de 5,000 millones de dólares que parece una cruza de nave espacial y pastel Bundt.
Es simplista, pero divertido, fundamentar las perspectivas de Apple en el complejo Edifice, el cual parece establecer que el éxito futuro de la empresa se correlaciona inversamente con la grandiosidad de su sede. Hace unos años, el superinversionista Marc Andreessen publicó diez signos que apuntan a que una compañía se aproxima al colapso. El número siete: “Volcar grandes cantidades de dinero en nuevas sedes exageradamente gloriosas”. Este principio es la razón de que ningún empleado de Sears siga trabajando en lo que solía ser la Torre Sears de Chicago.
Con todo, hay una razón más poderosa para suponer que Apple caerá de su sitial entre los cinco grandes: los datos. Pues, según cuentan los eruditos, son el nuevo petróleo. Las compañías con más datos son las ganadoras. Los datos hacen más inteligente el software para aprendizaje automático, de manera que la empresa puede brindar mejores servicios a sus clientes y se lleva una mayor participación del mercado. Solo piensa en lo que hace el motor de recomendaciones de Google o en su continuo refinamiento del algoritmo de búsquedas. Conforme la compañía gana en participación, saca muchos más datos, y el software para aprendizaje automático se vuelve más inteligente, distanciando la compañía ganadora de sus rivales. Por eso hemos terminado con apenas un puñado de gigantes que, en conjunto, tienen un valor de mercado muy superior al producto interno bruto del Reino Unido.
Esas cinco compañías más importantes tal vez parezcan negocios distintos —hardware, búsquedas, software, menudeo, medios sociales—, pero en realidad compiten ferozmente entre sí por la misma cosa: datos. Cada vez que usas alguno de sus productos o servicios les entregas datos y las haces más inteligentes. Así que un factor primario para el éxito futuro de esas empresas es su capacidad para captar más datos o nuevos tipos de datos sobre ti y sobre el mundo en general.
Alphabet, la segunda más valiosa después de Apple, opera una red impresionante de servicios para recolección de datos. Inicia con 90 por ciento de la participación de búsquedas de Google, actuando como el “teletipo” en tiempo real de la compañía, y muestra los intereses de la población del planeta en determinado momento. Suma a eso el navegador Chrome de Google, Gmail, Google Docs, YouTube, mapas, calendarios, fotos y Android —el sistema operativo de 80 por ciento de los smartphones del mundo— y te darás cuenta de que rastrea una tonelada de datos. Alphabet es a la recolección de datos lo que una ballena jorobada es al krill.
Facebook conoce un aspecto tuyo del que Google no tiene idea: tus interacciones sociales y, en consecuencia, mucho de tu personalidad. Hay cerca de 2,000 millones de usuarios activos en todo el mundo, sin contar los de WhatsApp, Instagram y lo que sea que la compañía haga con la realidad virtual Oculus. Facebook también empieza a convertirse en el servicio de noticias más poderoso del planeta, de modo que su software puede aprender sobre acontecimientos y el sentir público a partir de miles de millones de clics, “me gusta” y publicaciones compartidas.
Amazon chupa más datos que los demás en cuanto a nuestros hábitos de consumo, mientras que Amazon Web Services (AWS) —el gigante de computación en la nube— confiere a la compañía una ventana para ver qué hacen con sus datos miles de startups y empresas como Netflix, las cuales albergan sus operaciones en AWS. Y ahora, Amazon está apostando a que sus dispositivos Alexa podrán volverse nuestros asistentes personales omnipresentes en la nube y, de paso, recogerán datos sobre nuestras vidas.
¿Qué decir de Microsoft? Pues sí, es más aburrida que las demás, pero está profundamente arraigada en el mundo empresarial con Windows, Office, software para servidores y computación en la nube. Y ese software permite que Microsoft absorba más datos sobre nuestra forma de trabajar que cualquier otro competidor; excepto Google, posiblemente.
Lo que nos lleva de vuelta a Apple. Sí, nos encanta su hardware, aunque sus proezas empiezan a resultar un poco cansinas. El lanzamiento del nuevo modelo iPhone solía ponernos la carne de gallina. Ahora, el anuncio del iPhone 8, que será desvelado en el otoño, ha causado tanta expectación como el nuevo modelo Chevy Camaro.
Lo más importante es que Apple parece estar en un rincón de la recolección de datos, en cuanto se refiere a la competencia contra los otros cuatro gigantes. Sus joyas de la corona —iPhone e iOS— representan solo 20 por ciento de los smartphones, lo que significa que Google obtiene más datos con el 80 por ciento restante de usuarios de teléfonos inteligentes. Apple no tiene búsquedas, redes sociales, operaciones detallistas en línea que valgan la pena, ni servicios de nube. Todo su software de productividad está clasificado por debajo de productos similares de Microsoft y Google. Su Siri, antaño la estrella de comerciales protagonizados por John Malkovich, ha quedado detrás de Alexa y los servicios de voz de Google en la carrera por colocarse como nuestros asistentes digitales.
Entre tanto, Facebook, Google y Microsoft están haciendo grandes inversiones en realidad virtual y aventajan con mucho a Apple. Incluso iTunes, que antes enviaba a Apple enormes cantidades de datos sobre hábitos de medios, se ha transformado en un rezagado tecnológico respecto a compañías como Netflix, Spotify, los servicios de streaming de Amazon y YouTube, de Google.
Apple ha sido derrotada en casi todos los aspectos de la recolección de datos. Durante mucho tiempo no hará falta mucho más que vender hardware bonito para hacer buenos negocios, de la misma manera que vender autos o refrigeradores es un buen negocio. Pero cuando llegue la hora de inventar el futuro con el aprendizaje automatizado dependiente de los datos, cuatro de los cinco grandes estarán en mejor posición, y uno mudará a 12,000 empleados a una estructura circular de vidrio y acero que incluye un centro de entrenamiento de 9,300 metros cuadrados con una sala de yoga de dos pisos que, según informa Wired, está “cubierta de piedra, salida de una cantera específica de Kansas, la cual ha sido cuidadosamente desgastada, como un par de jeans, para que se parezca a la piedra del hotel favorito de [Steve] Jobs en Yosemite”.
No todas las grandes compañías se van a la ruina después de construir edificios suntuosos, pero ha sucedido muchas veces. Silicon Graphics creó un campus descomunal en su apogeo, y en 2003 lo dejó en manos de una floreciente Google. MySpace firmó un contrato de arrendamiento por 12 años valuado en 350 millones de dólares en Los Ángeles; era el año de 2008 y Facebook apenas se avizoraba en el horizonte. AOL Time Warner comenzó a construir una sede colosal en el corazón de Nueva York en el año 2000, justo antes de que sus acciones colapsaran y la fusión fuera calificada como uno de los peores negocios en la historia.
Apple está repleta de gente brillante que podría sorprendernos con alguna novedad maravillosa que deje muy atrás a las otras compañías. Además, tiene casi 260,000 millones de dólares en efectivo, suficientes para comprar a General Electric, AT&T o Anheuser-Busch InBev (¡cerveza Apple!). No obstante, es igual de probable que el nuevo campus de Apple termine como un monumento a una gran carrera que culminó con una capitalización de mercado de 800 millones de dólares tan pronto como los camiones de mudanza se detuvieron en la entrada.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek