Años atrás, cuando investigaba para un
artículo sobre cómo la CIA había ignorado a infiltrados rusos en sus filas,
solicité mi propio archivo de seguridad. Quería saber lo que los investigadores
habían desenterrado cuando retrasaron el otorgarme una autorización ultrasecreta
para un puesto en Inteligencia del Ejército durante la Guerra de Vietnam. Resultó
que ellos habían descubierto un pedazo de información alarmante: yo había sido
despedido de un empleo veraniego años antes en la zapatería Sugarman en
Hyannis, Massachusetts.
Según mi archivo desclasificado, los
agentes corrieron a Cabo Cod para entrevistar al propietario. Y el Sr. Sugarman
les dio a los agentes esta historia impactante: él me despidió porque yo “no
era bueno con los zapatos de mujer”. Ese punto derogatorio, junto con una
visita al psicólogo de mi campus el año anterior por orientación después de que
mi novia me dejó, retrasó mi autorización por semanas.
Si tan solo el FBI hubiera sido tan
riguroso en el caso de Michael Flynn, el expulsado asesor de seguridad nacional
de la Casa Blanca. Más restos de la carrera de Flynn surgieron el 25 de abril,
cuando los líderes republicano y demócrata del Comité de Vigilancia de la
Cámara de Representantes dijo que él no había revelado lo que se había
reportado por meses: pagos por un total superior a $65,000 dólares en 2015 de
compañías vinculadas con Moscú, incluido su brazo propagandístico, Russia
Today, o RT. Flynn tampoco se había registrado como agente extranjero después
de aceptar un contrato por $600,000 dólares con un cabildero vinculado no solo
con el hombre fuerte turco, Recep Tayyip Erdogan, sino también con el
presidente ruso, Vladimir Putin. “Como ex oficial militar, no puedes
simplemente aceptar dinero de Rusia, Turquía o alguien más”, dijo Jason
Chaffetz, de Utah y presidente del comité, “y parece que él sí aceptó el
dinero. Fue inapropiado, y hay repercusiones por violar la ley”.
La pregunta obvia es: ¿cómo obtuvo Flynn
una autorización de seguridad? Los pagos extranjeros fueron solo el fastidioso
capítulo más reciente en la carrera fastidiosa del general retirado. En 2014,
fue despedido como director de la Agencia de Inteligencia de la Defensa (DIA,
por sus siglas en inglés) por su estilo administrativo “caótico” y “tóxico”,
según varios reportes. Él tenía una afinidad para las teorías conspirativas y
“hechos de Flynn” inventados, dijeron sus asesores más cercanos. Y aun así,
incluso cuando se acumulaban los reportes después de la elección de noviembre
sobre las visitas de Flynn a Moscú y sus reuniones secretas con el embajador
ruso Sergey Kislyak, allí estaba él en enero, al lado del Presidente Donald
Trump, con acceso irrestricto a los secretos mejor guardados del gobierno.
¿Cómo se escabulló él por la red de
seguridad hasta la Casa Blanca? El FBI se niega a comentar. Pero ex agentes del
FBI y analistas de inteligencia con experiencia en investigar nombramientos
presidenciales dicen a Newsweek que la explicación es a la par muy simple y
complicada, porque el caso de Flynn estaba vinculado con el mundo de sombras de
espías rusos y contactos en Moscú del Equipo de Trump.
Las partes simples: “La investigación de
antecedentes básicamente es una verificación de crédito”, dice Aaron Arnold,
analista de contrainteligencia del FBI de 2008 a 2013. O sea, una persona puede
ser “autorizada” para documentos ultra secretos en menos tiempo del que a una persona
común le toma conseguir una hipoteca, dicen él y otros especialistas. “Con tu
número de Seguridad Social, ellos verifican los bancos y demás”, dice Joe
Navarro, un agente especial retirado que llevó a cabo las llamadas
Investigaciones Presidenciales Especiales, o SPIN, de los nombramientos al
gabinete en la administración de Reagan.
“Tengo que decirte que la cosa más grande
que buscamos no es el material financiero, pero está en las entrevistas que le
hacemos a la gente que la persona ha puesto como familiares o conocidos o
recomendaciones”, dice Navarro. “Usualmente solo verificamos lo que la persona
ha puesto”. Ya que Flynn nunca “puso” sus pagos del exterior, la DIA informó al
Comité de Vigilancia y Reforma del Gobierno de la Cámara de Representantes el 7
de abril, los examinadores del FBI no los habrían visto.
Como el FBI enfrenta una multitud de
nombramientos al gabinete y la Casa Blanca después de una elección, no solo sus
recursos se estiran al máximo sino que la mayoría de las verificaciones las
llevan a cabo agentes con pocos o nulos antecedentes o entrenamiento en
seguridad nacional, dicen veteranos de la oficina. Incluso si Flynn hubiera
declarado grandes pagos extranjeros en sus cuentas bancarias personal o de su
compañía —un cabildero de Washington, D.C., para Turquía le pagó más de
$500,000 dólares— su “importancia para la seguridad nacional pudo ser ignorada”
porque los verificadores de historiales “están en un escuadrón especial en
Tysons Corner y todo lo que hacen son investigaciones de antecedentes”, dice
David Gomez, ex alto agente especial del FBI, quien pasó casi 30 años
realizando, supervisando, manejando y auditando las SPIN en el terreno y en las
oficinas centrales.
En el ajetreo postelectoral, los equipos
de verificación del FBI tampoco habrían tratado de revisar lo que Flynn omitió
cuando llenó la Sección 20 de su SF-86, el cuestionario de seguridad nacional
del gobierno federal, dicen Gomez y otros veteranos del FBI. “Nadie del FBI
anda por allí asegurándose de que todo ex ejecutivo del gobierno registre
apropiadamente sus actividades”, dice Arnold, quien se especializó en complejas
investigaciones financieras de contrabando de armas nucleares. “El sistema en
cierta forma se basa en el reporte propio”.
“En cualquier caso”, dice Gomez, ahora un
alto miembro del Centro de Seguridad Cibernética y Nacional de la Universidad
George Washington, “los nombramientos presidenciales son diferentes en cuanto
que la oficina solo reportará hechos y dejará la decisión de aprobar al
personal de la casa Blanca.
“Puedes ver el problema aquí”, añadió él.
De hecho, el Departamento de Justicia advirtió a la Casa Blanca sobre los
problemas de Flynn con Rusia en enero, pero se mantuvieron callados, y él
continuó en su puesto hasta que Trump lo despidió en febrero en medio del
escándalo creciente. La Casa Blanca todavía obstruye al Comité de Vigilancia de
la Cámara de Representantes con respecto a lo que sabe sobre Flynn, se quejó el
principal demócrata del panel, el representante Elijah Cummings.
EL JUEGO DE CONTRAESPIONAJE
El lunes 20 de marzo, James Comey,
director del FBI, confirmó en un testimonio de horas ante el Comité de
Inteligencia de la Cámara de Representantes que desde julio, sus agentes habían
investigado las acciones rusas para interferir en la elección de 2016, incluida
cualquier cooperación entre los asociados de campaña de Trump y agentes o
funcionarios rusos. Irónicamente, dicen veteranos del FBI, los frutos de tal
investigación —incluso su existencia— habrían sido negados absolutamente a los
agentes con la tarea de llevar a cabo una revisión de antecedentes de Flynn,
quien de alguna manera se había sentado notoriamente junto a Putin en un
banquete de aniversario de RT.
Si uno o más de los agentes
verificadores, con su curiosidad picada por los montones de titulares sobre los
contactos de Flynn con Rusia, hubiera pedido luz verde para indagar más
profundamente, la respuesta de las oficinas centrales del FBI quizá habría sido
el silencio. En el ámbito sigiloso del FBI, la sección de contrainteligencia, o
CI, es la reina tremendamente resguardada, que debe ser protegida a toda costa.
“La investigación de CI estaría separada de la investigación de seguridad y
antecedentes de la Casa Blanca, lo cual habría ocurrido después de que Flynn
fue nombrado como [asesor de seguridad nacional] en noviembre de 2016”, dice
Andrew Bringuel, quien se retiró el mes pasado después de 27 años en el FBI.
“Cualquier evidencia derogatoria iría a la división de seguridad para su
seguimiento y adjudicación”.
Como ahora es bien sabido, la
inteligencia de EE UU interceptó las conversaciones de Flynn con Kislyak antes
y después de que el presidente Barack Obama ordenara la expulsión de 35
supuestos espías rusos y la imposición de sanciones en respuesta a la
intromisión electoral de Moscú. Solo mucho después la Casa Blanca reconoció que
el yerno de Trump, Jared Kushner, se había reunido en secreto con Kislyak en la
Torre Trump en diciembre. A juzgar por el testimonio de Comey, dice Bringuel,
“Flynn no era el foco de la investigación [rusa], pero cuando fue implicado,
sería [el procedimiento estándar de operación] derivar una valoración de CI de
sus actividades y, si lo ameritaba, una investigación de inteligencia o penal”,
los detalles de la cual probablemente no fueron compartidos con el proyecto de
verificación del FBI.
Pero fueron compartidos, finalmente, con
el Equipo de Trump, porque Flynn estaba mintiendo sobre sus reuniones con
Kislyak a gente fuera del círculo inmediato al presidente electo, y, más
importante aún, mintiéndole al vicepresidente Mike Pence, dicen los reportes.
Pence había aparecido en TV para negar que Flynn hubiera discutido las
sanciones de Obama a Rusia, y ello dejó al asesor de seguridad nacional del
presidente abierto a chantajes de los rusos, decidió la fiscal general interina
Sally Yates, según un reporte de The Washington Post el 13 de febrero. Flynn
renunció poco después. La investigación del FBI de la subversión rusa y los
asociados de Trump continúa, junto con indagatorias congresistas.
¿La sangría podría haberse restañado
mucho antes mediante negarle a Flynn una autorización de seguridad? Solo en
teoría. Con tantísimos funcionarios de Trump implicados por sus tratos con
Rusia, la situación no tenía precedente. “Aparte del presidente electo de Estados
Unidos”, dice Gomez, “no había a quien informar sobre la investigación, y Trump
no quería informes diarios de inteligencia” de la CIA, de la cual se había
burlado durante la campaña por sus reportes errados de inexistentes armas de
destrucción masivas en Irak. Además, ¿cómo podía el FBI reportar sobre una
investigación en la cual los asesores del presidente podían ser los objetivos?
“La oficina mantiene una desconfianza
sana de informar internamente material CI reservado a asesores de campaña
quienes no han sido necesariamente autorizados”, señala Gomez.
Flynn tenía problemas más graves que mi
asunto de seguridad de ser despedido de una zapatería. Pero si él se hubiera
escabullido después de haber sido despedido de la DIA y evitado tratos con los
rusos (y turcos), no estaría enfrentando los problemas que tiene hoy día.
Tampoco el presidente y sus hombres.
“Oh, qué red tan enredada tejemos”,
bromeó Gomez, invocando a Sir Walter Scott para resumir su apuro, “cuando por
primera vez practicamos el engaño”.
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Publicado en
cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek