Puedes ver indicadores ominosos de un cambio arrollador e inminente en las ciudades pequeñas y los suburbios de todo Estados Unidos. Escaparates vacíos, centros comerciales desiertos, complejos de tiendas desocupados.
Nada plasma mejor la naturaleza perversa de la economía de Estados Unidos que la transformación que está ocurriendo en el sector detallista. Negocios antaño sólidos sufren una hemorragia de empleos: 90,000 desde octubre pasado. Eso equivale a 15,000 plazas perdidas cada mes.
Mientras tanto, Jeff Bezos, fundador del detallista en línea, Amazon, se ha convertido en el segundo hombre más rico del país, y en el virtual candidato a ocupar la primera posición en unos cuantos años, si no es que meses. La riqueza de Bezos se ha triplicado en poco más de dos años, con un incremento de 50 mil millones de dólares cerrados. Eso es más de 1.5 mil millones de dólares mensuales.
La relación entre estas dos tendencias es indiscutible. Cada mes, las mismas fuerzas que destruyen empleos y ponen de cabeza las vidas de 15,000 estadounidenses meten 1.5 mil millones de dólares en el bolsillo del segundo hombre más rico de Estados Unidos.
Estamos viviendo la encarnación de una tira cómica de Tom Tomorrow que leí hace años:El Tipo Rico que es dueño de todo. La caricatura inicia con la premisa: “Con los años, la desigualdad del ingreso siguió creciendo hasta que, finalmente,un tipo rico fue dueño de tanto como el resto del planeta tomado en conjunto”.
La tira cómica pretendía extrapolar la desigualdad de la riqueza al absurdo máximo. Era una sátira. Pero lo más absurdo es que nuestra tendencia realmente sigue esa dirección.
Un tipo rico
Analicemos la tendencia desde la primera publicación de la lista Forbes 400, hace 35 años. En 1982, los 400 estadounidenses más ricos tenían un valor neto combinado de poco menos de 1 por ciento de la riqueza agregada del país. Hoy día, según el Índice de Multimillonarios Bloomberg, los 20 estadounidenses más ricos comparten esa misma tajada.
Piensa en eso. El tamaño del grupo de estadounidenses ricos que representan al 1 por ciento de la riqueza del país se ha reducido 95 por ciento en apenas 35 años: de 400 a 20. Si ese grupo se redujera en la misma proporción en lospróximos 35 años, ¿qué nos quedaría?
En tres palabras:un tipo rico.
Como es evidente, “un tipo rico” es una hipérbole. Sin embargo, la idea de que un tipo rico, o hasta 20 tipos ricos, controlen el 1 por ciento de la riqueza de un país de más de 300 millones de personas, debería alarmar a nuestros dirigentes. En vez de ello, lo que les preocupa es que los contendientes a ser elTipo Rico del país no tengan que pagar impuestos injustos (“¿Por qué quieres castigar su éxito?”, pregunta un abogado en la caricatura distópica de Tom Tomorrow, frente a un edificio del Capitolio en ruinas).
¿Es posible que continúe la tendencia de los últimos 35 años? De hecho, podría acelerarse.
Toma en cuenta que la transformación que hemos observado en el sector detallista se repite cada vez que los detallistas en línea entran en el negocio de los abarrotes; cuando las tabletas electrónicas reemplazan a los servidores de los restaurantes; cuando los robots que hacen hamburguesas reemplazan a los trabajadores del sector de comidas rápidas; y siempre que los vehículos de auto-conducción sustituyen a todos los que actualmente conducen un vehículo para ganarse el sustento. Todas esas transformaciones ya están ocurriendo.
Aun cuando no hubiera más cambios, todos los anteriores destruirán millones de fuentes de ingreso, al tiempo que harán que un puñado de estadounidenses se vuelvan fabulosamente ricos.
Es como si los temores de los luditas no fueran erróneos, sino solo prematuros.
Los frutos del progreso
¿Debemos temer al progreso tecnológico? Claro que no. Sin embargo, Arthur C. Clarke, el autor británico de ciencia ficción, tuvo razón al proclamar: “El objetivo del futuro es eldesempleo total, para que podamos jugar”.
No obstante, en vez de crear vidas más ociosas para las masas, el progreso tecnológico actual amenaza con empobrecerlas, a la vez que conduce la mayor parte de la riqueza del país hacia las manos de un grupo, tan pequeño, que no llenaría una cancha de baloncesto.
A lo largo de la historia, los trabajadores estadounidenses han tenido una participación proporcional en nuestras ganancias de productividad, lo cual se ha traducido en un mayor ingreso para el trabajador y en menos horas de trabajo; en otras palabras, más tiempo para jugar y más dinero para jugar. Pero la tendencia hacia la utopía que imaginara Clarke se detuvo en seco hace unos 35 años.
A pesar de los incrementos continuos en productividad, ciertas decisiones políticas deliberadas han ocasionado que el sueldo del trabajador se estanque, en tanto que las utilidades corporativas se han disparado.
Por desgracia, lo ocurrido en los últimos 35 años puede no ser la peor parte. Hasta ahora, los incrementos en la demanda de bienes y servicios se han mantenido, más o menos, a la par con los incrementos en la productividad, lo cual ha permitido que las horas disponibles por trabajador permanezcan relativamente constantes.
Por consiguiente, los trabajadores, tomados como grupo, han podido mantenerse a flote (aun cuando algunos grupos, como los empleados de hoy y los obreros fabriles de antaño, se las han visto negras).
Pero ¿qué pasa si los aumentos en la demanda no pueden igualar el ritmo de la productividad? ¿Si los trabajadores ya no tienen los salarios para participar en su economía productiva? A la larga, nos quedaun tipo rico. Y la ruina social.
¿Cuál fue la solución de Clarke para evitar esta pesadilla neo-ludita? Muy simple: “Tenemos que destruir el sistema político-económico actual”, propuso.
Tal vez te parezca excesivo. Pero te aseguro que necesitamos cambiarlo, y no solo en las márgenes. Lo cual significa que no podemos dar cabida a líderes políticos que creen que el camino hacia la prosperidad de las masas es recortar la carga fiscal de los multimillonarios, a la vez que cuestionan los beneficios para las masas.
Todo lo contrario. Necesitamos políticas que permitan que los frutos de los progresos tecnológicos del futuro fluyan hacia toda nuestra sociedad, y no solo hacia los más afortunados.
De lo contrario, es mejor que empecemos a cruzar apuestas sobre quién será el Tipo Rico de Estados Unidos.
—
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek