“Hay siempre la
percepción de que la trabajadora del hogar es casi de tu familia. Como es parte
de tu familia puedes abusar y hacer lo que quieras de ella, la puedes tener
trabajando 13 horas”. De esta forma Ximena Andión, directora del Instituto de
Liderazgo Simone de Beauvoir (ILSB), explica la cultura general de las
trabajadoras del hogar. Así funciona la sociedad, así ha sido siempre. En el
marco del Día Internacional de la Trabajadora del Hogar, celebrado el pasado 30
de marzo, nos cuenta sobre los cambios urgentes que necesita este sector
discriminado de la población.
“Ellas cuidan, cocinan
y eso genera mayor bienestar en las familias, obviamente da tiempo de ocio a
quienes las contratan. Cuidan de niños, ancianos, enfermos. Dan todos esos
aportes, también aportes económicos, porque son un sector activo de la población.
Son como el 10 por ciento de la población económicamente activa de mujeres en
México”, abunda Andión sobre su importancia. Sin embargo, señala que no son
tratadas como el resto de los trabajadores del país. “Tienen una serie de leyes
que son absolutamente discriminatorias para ellas. La Ley General del Trabajo,
por ejemplo, en lugar de establecer que las trabajadoras del hogar deben
trabajar ocho horas como el resto, está fraseada de tal modo que dice que
pueden trabajar 12. Eso es un régimen que es irregular, discriminatorio y
anticonstitucional. Si trabajan horas extra se las deberían de pagar”.
Marilú Padua es
Secretaria de Género y Derechos Humanos en el Centro de Apoyo y Capacitación
para Empleadas del Hogar (CACEH), además de trabajadora del hogar, por lo que
conoce sus derechos y ha sufrido los embates de esta profesión. “Hablamos desde
nuestras experiencias. Una de ellas principalmente es la discriminación en
todos los aspectos, despidos injustificados, discriminación por embarazo, por
su lengua natal, por su apariencia física y la carga excesiva de trabajo. Lo
trabajamos con dos modalidades: la de entrada por salida y la de planta. Las
compañeras de planta sufren un poco más este tipo de violaciones. Los
empleadores están con la idea de que es un trabajo de 24 horas, cuando
obviamente una jornada es de ocho horas”, comenta.
La promesa del gobierno
“Catorce por ciento de
las trabajadoras, en un estudio de Conapred (Consejo Nacional para Prevenir la
Discriminación) en 2015, dijeron que habían sufrido abuso verbal y el 7 por
ciento maltrato físico. Sólo de las encuestadas”, explica la directora de ILSB.
“Más allá de la falta de condiciones laborales equitativas con el resto de los
trabajadores, además se enfrentan con una serie de discriminación dentro de las
casas, incluso violencia sexual, que tampoco tenemos contadas cuántas tienen.
Sí hay una situación muy aguda, sí es necesario un cambio cultural, pero lo que
nos parece que tiene que venir antes, en este momento, es un cambio legal. Que
haya simbólica y prácticamente, un llamado del Estado y una actitud de apoyo a
este sector”.
¿Qué hacer entonces?
Tanto su instituto como CACEH y el Sindicato Nacional de Trabajadores y
Trabajadoras del Hogar (SINACTRAHO), tienen una prioridad: que se ratifique el
Convenio 189. Se trata de un tratado de la Organización Internacional del
Trabajo, con la intención de dar derechos básicos a los trabajadores. Lo que
buscan, principalmente, es que se cree un contrato por escrito, así como la
incorporación obligatoria al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), la
cual actualmente es voluntaria. “Es un convenio (el 189) que el secretario de
Gobernación se comprometió a ratificar desde 2014 y no ha ocurrido nada. El
Senado en una situación muy particular le ha enviado 10 exhortos al Poder
Ejecutivo para que lo manden para ratificación y no ha ocurrido”, comenta
Andión.
El problema, sin
embargo, puede ser mucho mayor. Se trata de toda una cultura. “Hace falta un
cambio cultural. Hay una cuestión de discriminación que se mezcla por género.
Estamos también con ‘el chip’ de que las mujeres tienen que hacer ese trabajo
de todas maneras, porque es un trabajo que hacen las mujeres, los cuidados y el
trabajo doméstico. También hay un gran porcentaje, aunque no tenemos cifras
exactas, que son mujeres indígenas. Hay un montón que se dedican al trabajo del
hogar, entonces ahí tienes la triple discriminación”, explica Andión, quien
asegura que hasta ahora sólo el 4 por ciento de ellas está incorporado al IMSS.
El camino a la solución
ILSB lanzó una petición
en Change.org, para juntar firmas y exigir al gobierno la ratificación del
Convenio 189. Además, tienen preparadas una serie de actividades para ayudar a
la concientización. El 29 de marzo se inauguró una exposición en el Senado, en
lo que sería la simulación del cuarto de una trabajadora del hogar, donde se
proyectó el documental “Días de Descanso”, con presencia de las protagonistas.
Este 30 de marzo también CACEH habló sobre el tema en el programa “Diálogos en
Confianza” de Canal Once y ILSB tiene preparada una campaña dirigida a los
empleadores o empleadoras, para que se reconozcan como patrones y vean su papel
como un trabajo igual a los demás.
El camino no es fácil y
a veces es lento, reconoce la directora del ILSB, quien sabe que la situación
es similar en otros países. “México es de los países de la región de América
Latina que está más rezagado en este ámbito, incluso por debajo de países como
El Salvador que tiene menor nivel de desarrollo. Ecuador, Bolivia, todos ellos
tienen mayores niveles de incorporación a la seguridad social y mejores
condiciones laborales para las trabajadoras del hogar”, explica. Por otro lado,
añade que el panorama nacional se ve favorable con la creación del SINACTRAHO y
el movimiento Hogar Justo Hogar, formado por empleadores responsables.
“Días de descanso, un
salario digno y la incorporación al seguro social”, eso es lo que buscan según
Marilú Padua. “Estamos pidiendo lo que es por ley. Lo que cualquier trabajador
tiene, ni más, ni menos”.
Pero ganarse estos
derechos implica un cambio importante, lo cual es el principal miedo de los
detractores, explica Andión: “El reconocer los derechos de las trabajadoras del
hogar sí implica cambios en las familias. Los políticos sienten que eso también
les va a afectar en su vida privada, en tener que darles ciertos derechos que
ellos tienen. ‘Si entonces le voy a dar vacaciones, ¿quién va a hacer las
labores del hogar? ¿Las va a hacer mi esposa?, ¿me las va a pasar a mí?’ Hay
todo un tema que se cruza con lo personal. Nos parece normal tenerlas en
condiciones de explotación, pagarles poco, no tener derechos. Hay una
normalización de estas situaciones de discriminación que hay que ir
resolviendo”.