UN CAMPO ABIERTO, ubicado en el lado sur de Jerusalén, que otrora sirvió como un campamento militar británico, ha estado desocupado por más de dos décadas. A menudo, en la primavera, pastores árabes llevan a pastar sus ovejas en los pastos crecidos. En 1995, el gobierno israelí apartó los casi ocho acres de tierra para la nueva embajada de Estados Unidos después de que el Congreso aprobó una ley que exigía que Estados Unidos la moviera de Tel Aviv a la capital de Israel. Sin embargo, desde entonces, todo presidente estadounidense —tanto republicano como demócrata— ha invocado una dispensa que pospone la mudanza, sobre todo por el impacto que tendría en Oriente Medio y la seguridad nacional de Estados Unidos.
A menos de una semana en el cargo, el presidente Donald Trump, quien en repetidas ocasiones dijo durante su campaña que rompería con sus predecesores y mudaría la embajada, se está retractando de tal promesa. Más bien, él presuntamente está buscando algo mucho más ambicioso: un proceso de paz revivido en Oriente Medio. “Esa es la prioridad principal de ellos”, dijo Joe Scarborough, el presentador de MSNBC y quien habla frecuentemente con Trump, el 23 de enero, citando una fuente anónima de la Casa Blanca. “Y a ellos les han dicho en términos poco inciertos que el reconocimiento de Jerusalén retrasará eso los próximos cuatro años”.
La Casa Blanca se ha negado a comentar el reporte de
Scarborough, pero un día antes, Sean Spicer, secretario de prensa
de Trump, dijo que mudar la embajada no sucedería en el corto plazo. A las pocas horas, después de que Trump hablara por teléfono con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, funcionarios israelíes dijeron que los dos líderes le prestaron poca atención a la mudanza de la embajada durante su conversación de treinta minutos y se enfocaron más bien en Irán.
Analistas de seguridad nacional dicen que posponer la mudanza de la embajada fue una decisión inteligente, incluso si Trump en realidad no considera una nueva iniciativa de paz para Oriente Medio. En semanas recientes ha recibido una avalancha de advertencias de que cumplir su promesa de campaña podría ser desastroso. Los embajadores de Egipto y Jordania, que son aliados importantes de Estados Unidos y los únicos dos países árabes que tienen tratados de paz con Israel, se reunieron con asesores de Trump a principios de enero para advertirles de la violencia que posiblemente estalle por todo el mundo musulmán si el presidente diera un paso para reconocer la afirmación de que la ciudad es exclusivamente de Israel. No solo los palestinos ven Jerusalén como su capital, advirtieron los enviados, sino que la ciudad es el tercer sitio más sagrado del islam, lo cual podría hacer todavía más incendiaria la mudanza.
“Los yihadistas y los iraníes la explotarían hasta cansarse”, dice Aaron David Miller, un exasesor de seis secretarios de Estado en el proceso de paz en Oriente Medio, a Newsweek. “Tendrías a los radicales suníes y chiitas entablando una guerra santa contra los israelíes y Estados Unidos”.
Algunos líderes árabes se prepararon para lo peor. El rey Abdulá, de Jordania, se reunió en Amán con el presidente palestino, Mahmoud Abbas, el 23 de enero, para delinear las acciones que tomarían si los estadounidenses mudaran la embajada. Entre otras cosas, Mohammed Shtayyeh, un alto negociador palestino, dijo que la Autoridad Palestina podría revocar su reconocimiento de Israel, una medida que posiblemente precipitaría una tercera intifada, o revuelta palestina. Las fuerzas de seguridad jordanas se prepararon para protestas violentas contra el rey educado en Estados Unidos.
La posibilidad de semejante reacción violenta también preocupa a los líderes israelíes. Fuentes diplomáticas dicen a Newsweek que algunos de los principales asesores de seguridad de Netanyahu han advertido discretamente a sus similares en la Casa Blanca que mudar la embajada va contra los intereses de Israel, por lo menos por ahora (las fuentes hablaron bajo la condición del anonimato a causa de las sensibilidades políticas que rodean el problema). Durante el año pasado Israel desarrolló nexos más estrechos de seguridad y compartición de inteligencia con Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Catar ante la influencia creciente de Irán en la región. Mudar la embajada de Estados Unidos a Jerusalén podría disparar protestas populares en esos países que podrían forzar a sus líderes a romper con esos intercambios.
En su reporte, Scarborough señaló que Trump buscará un acuerdo de paz regional entre Israel y los Estados árabes y no necesariamente un acuerdo entre Israel y los palestinos. “No va a ser Israel del otro lado de la mesa con los palestinos —dijo—. Va a ser un país árabe tras otro reconociendo el derecho de Israel a existir, pero eso solo sucede siempre y cuando retrasen mudar la capital a Jerusalén”.
Tal acuerdo suena como un retroceso a 1979, cuando Estados Unidos medió el tratado de paz entre Israel y Egipto, el cual dejó a los palestinos al margen. En 2002, y de nuevo en 2007, la Liga Árabe apoyó un plan saudita que ofrecía a Israel un reconocimiento total y paz a cambio de la creación de un Estado palestino en la Franja Occidental, con Jerusalén Oriental como su capital. Israel nunca abrazó por completo el plan, y optó más bien por una serie de conversaciones mediadas por Estados Unidos que se vinieron abajo, una tras otra, en medio de recriminaciones mutuas. Hoy, Egipto, Arabia Saudita y los otros países del golfo Pérsico una vez más han desviado la vista del conflicto palestino para enfocarse en las amenazas que presentan Irán y los milicianos islamitas. Y cada vez más están dejando de lado su hostilidad para con Israel y cooperando con este contra su enemigo en común: Irán.
Trump espera que este cambio lo ayude en la mesa de negociaciones, pero expertos en Oriente Medio creen que será difícil convencer a los líderes árabes de excluir por completo a los palestinos de su visión de paz. “No es lo primero que tienen en mente”, dice Steven Cook, un arabista en el Consejo de Relaciones Exteriores. “Pero el problema palestino todavía es emotivo y simbólico. Será muy difícil para los Estados árabes dar el siguiente paso y sentarse y reconocer a Israel sin abordarlo”.
DILEMA DE UN ESTADO: Nadie ha descifrado cómo Israel podría absorber la Franja Occidental y seguir siendo un país de mayoría judía, así como una democracia. Foto: MENAHEM KAHANA/AFP/GETTY
De cualquier manera, muchos analistas aplaudieron que Trump se retractara de mudar la embajada. Dicen que él necesitará usar todas sus habilidades en negociación si espera mediar un acuerdo de paz regional, algo que Trump ha llamado el “acuerdo máximo”. Muchos veteranos de Oriente Medio sugieren que Trump podría reconsiderar su intención de nombrar a su yerno de confianza, Jared Kushner, de 32 años, un judío ortodoxo y constructor de bienes raíces sin experiencia diplomática, como su enviado a Oriente Medio. “Si no puedes producir la paz en Oriente Medio, nadie puede”, le dijo a Kushner en una cena con los principales donadores de su campaña en la Union Station de Washington la noche anterior a su investidura.
Pero quizá Kushner ya haya comprometido su capacidad de ser visto como un mediador honesto. El diario israelí Haaretz el año pasado sacó a la luz registros fiscales que mostraban que su fundación familiar, la cual él y sus hermanos dirigen junto con sus padres, dona decenas de miles de dólares a organizaciones de asentamientos judíos en la Franja Occidental. Los palestinos consideran los asentamientos, hogar de aproximadamente 630 000 judíos, como la manera en que Israel evita el establecimiento de su Estado independiente.
“Si alguien fue lo bastante tonto para creer que la administración de Trump podría tener éxito en negociar un acuerdo de paz entre Israel y los palestinos, esta es la mayor evidencia de sus delirios”, dijo Diana Buttu, analista política palestina y exasesora de Mahmoud Abbas, a la agencia de noticias Associated Press.
Trump también necesitará repasar la ley internacional, la cual prohíbe que una potencia conquistadora transfiera partes de su población a un territorio ocupado. Los asesores de Trump en asuntos israelíes dicen que él no considera los asentamientos como ilegales u obstáculos para la paz. Autorizar sus opiniones es la plataforma del Partido Republicano, el cual rechaza “la noción falsa” de que Israel es una potencia ocupadora. Israel, que le incautó la Franja Occidental y Jerusalén Oriental a Jordania en 1967, argumenta que la soberanía de Jordania sobre el territorio no estaba reconocida internacionalmente en ese momento.
Trump parecía desdeñar deliberadamente la convención diplomática en diciembre cuando nombró a David Friedman, un abogado neoyorquino de bancarrotas con posturas políticas de extrema derecha, como su embajador ante Israel. En su próxima audiencia de confirmación es casi seguro que los senadores le preguntarán a Friedman sobre su oposición férrea a una solución de dos Estados al conflicto entre israelíes y palestinos, que es la postura de Estados Unidos desde hace mucho tiempo.
“Nunca ha habido una solución de dos Estados, solo una narrativa de dos Estados”, escribió Friedman en una columna para Arutz 7, un sitio de noticias israelí de inclinación derechista. Tras argumentar que los palestinos tendrían vidas mucho mejores si aceptaran un gobierno israelí, añadió: “Mucho ha cambiado al paso de las décadas desde que comenzó la narrativa de los dos Estados… Los palestinos pueden atestiguar —a través de internet y la experiencia de primera mano— las ventajas de integrarse a la sociedad israelí”.
Defender tal medida sería un rompimiento mayor en la política estadounidense. Pero algunos dicen que las opiniones de Friedman están más en sintonía con la realidad en el terreno tanto en Israel como en la Franja Occidental. Conforme se prolonga el punto muerto entre los dos bandos, más israelíes y palestinos empiezan a discutir entre sí mismos una solución de un estado en la que Israel absorba la Franja Occidental y su población palestina, dice Kurt Volker, exembajador durante la administración de George W. Bush.
“Los asentamientos y la interconexión de las sociedades han ido demasiado lejos, y ya no hay una manera de separarlos”, dice a Newsweek. “No se puede trazar la frontera, no se puede evacuar realísticamente a tantísimos colonos judíos, y no se puede confiar en los palestinos con respecto a la seguridad. Entonces, va a ser Israel a cargo de todo el territorio con respecto a la seguridad”.
El problema, dicen analistas de Oriente Medio, es que nadie ha descifrado aún cómo Israel podría seguir siendo un Estado judío si les diera el voto a todos esos palestinos, o cómo Israel podría seguir siendo el único aliado democrático de Estados Unidos en Oriente Medio si no les da todos los derechos.
Ese enigma no ha impedido que Netanyahu acelere la actividad de los asentamientos ahora que Trump está en su cargo. A los pocos días de su investidura, Israel aprobó más de 3000 unidades habitacionales nuevas en la Franja Occidental y Jerusalén Oriental. En las próximas semanas, se espera que el parlamento israelí apruebe proyectos de ley que legalizarían más de cien puntos de avanzada ilegales construidos en tierras palestinas privadas en la Franja Occidental y anexar Ma’ale Adumim, una creciente ciudad de asentamientos de 40 000 habitantes entre Jerusalén y el mar Muerto. La medida, un escollo importante en anteriores conversaciones de paz, partiría la Franja Occidental casi a la mitad.
Por supuesto, nada de esto importa si la idea de Trump de un proceso de paz es ignorar a los palestinos y buscar acuerdos entre Israel y sus nuevos socios en seguridad en el golfo. Esta ciertamente parece ser la postura entre algunos republicanos. Duncan Hunter, de California y miembro del Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes, dice que la política de Trump es “seguir lo que Netanyahu vea como el mejor curso para los israelíes”.
Esa postura explica parcialmente que Trump pospusiera la mudanza de la embajada, junto con sus propias preocupaciones de un estallido de violencia antiestadounidense. Pero mientras Trump y su equipo de seguridad nacional valoran las posibilidades de su acción de paz para Oriente Medio, quienes promueven el reubicar la embajada en Jerusalén no se rinden. Robert Satloff, director ejecutivo del Instituto de Política para el Oriente Cercano de Washington y proisraelí, recientemente publicó un plan detallado que, afirma, permitirá seguir adelante con la mudanza sin disparar protestas de los palestinos. El plan propone designar una dirección en Jerusalén Occidental para la embajada temporal mientras se construye la nueva sede. Más importante aún, advierte Satloff, es que la administración de Trump debería enfatizar que la mudanza no prejuzga los reclamos palestinos sobre Jerusalén Oriental, los cuales se resolverían en negociaciones.
Miller, el exasesor del Departamento de Estado, piensa que el plan es una fantasía. “No importa cómo trates de calificarlo, al mudar la embajada a Jerusalén básicamente habremos aceptado que la Jerusalén unida es la capital eterna de Israel, abriendo la puerta para que los israelíes expandan su presencia allí sin un retroceso de Estados Unidos”.
Para Friedman, el nominado a embajador de Trump, al parecer, no hay diferencia si Trump muda la embajada ahora o después. Él ya tiene un apartamento en Jerusalén, donde planea vivir y trabajar hasta que se erija una nueva embajada en el campo abierto.
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Publicado en cooperación con Newsweek/ Published in cooperation with Newsweek