Es muy probable que se hayan destapado muchas botellas de champaña en Gnome House, la morada de Lord Gnome, el propietario (ficticio) de la revista satírica Private Eye, desde que se hicieron públicas las más recientes cifras de circulación. Esto se debe a que, al contrario de las noticias usuales sobre la moribunda industria de la prensa impresa, Eye registró recientemente sus mayores cifras de circulación en toda su historia.
Y, de acuerdo con informes publicados en Press Gazette, la edición navideña de 2016 fue todo un éxito al vender alrededor de 287,334 copias y ser considerada la mayor venta individual en los 55 años de existencia de la revista.
De manera comprensible, Ian Hislop, editor de Private Eye desde 1986, hizo muy poco para ocultar su placer. Declaró a Press Gazette que no se había realizado ningún mercadeo adicional, como ejemplares regalados en masa, para alcanzar esa cifra: la gente realmente había comprado la revista. Añadió que:
Sé que pertenecemos a un mercado muy especializado y que somos una revista quincenal, pero se trata de tener confianza en el público lector. Realmente pienso que si las personas pueden pagar 2.50 libras esterlinas por una taza de café, entonces pagarán [1.80 libras esterlinas] por un ejemplar de Eye.
Private Eye no está sola. The Economist, en un informe semestral, generalmente brillante, reveló en junio de 2016 que las ventas de ejemplares impresos aumentaron 2.1 por ciento en comparación con el año anterior, mientras que The Spectator informa que sus ventas de ejemplares impresos en el Reino Unido han aumentado 10 por ciento en un año, lo cual se añade al éxito de 2016, cuando la revista política rompió sus récords de circulación y vendió más copias que en cualquier otro momento de sus 189 años de historia. Las revistas The Week, New Statesman y Prospect también han tenido buenos resultados.
Y en Francia, Le Canard enchaîné, que recientemente celebró su cumpleaños número 100, también está vivita y coleando a pesar de no incluir anuncios y de tener un precio de portada relativamente bajo de €1.20 (1 libra esterlina) por ejemplar.
Establecer relaciones con los lectores
Entonces, ¿qué tienen esas revistas de actualidades que les ha ayudado a nadar contra la corriente? En primer lugar, la relación entre el lector y su publicación periódica siempre ha sido única. La conexión es de tipo ritual y se ha forjado con base en una relación de confianza. El lector sabe exactamente lo que obtendrá de una semana a la siguiente. Por esta razón, los anunciantes se han visto atraídos tradicionalmente a publicar sus anuncios en las revistas. Un lazo cercano y tangible entre el lector y el texto hace, al menos en teoría, que el cliente tenga una mentalidad receptiva ante el anunciante.
La presencia en línea de Private Eye es mínima, tan sólo una probada; para tener la experiencia completa, simplemente es necesario adquirir un ejemplar de la revista impresa. Y muchas personas lo hacen: el modelo de suscripción es clave para el éxito de Eye: como informó recientemente la revista Campaign, 57.1 por ciento de las ventas mundiales de Private Eye provienen de las suscripciones.
Hislop tiene razón al señalar que Eye pertenece a un mercado especializado. Pero la revista disfruta de un lazo especialmente cercano con sus lectores, definido por una serie de códigos y chistes privados. Independientemente del partido que se encuentre en el poder, e independientemente de lo cruel o ridículo que sea el panorama político, Eye está ahí con sus secciones periódicas y, para el lector casual, sus impenetrables series de referencias crípticas y frases hechas.
Ese es uno de los secretos de su éxito. Para poder entender completamente a Private Eye, los lectores deben perseverar. Existe una cierta satisfacción (algunas personas la llamarían petulancia) al entender bromas que quizás a otras personas les resulten incomprensibles. Esto crea una intimidad compartida entre el equipo editorial de Eye y sus lectores. Como señalan los académicos Steve Neale y Frank Krutnik en su libro sobre la comedia, tales bromas “crean un lazo comunal entre los participantes, el cual establece una relación de poder, de inclusión y exclusión”.
Pero Private Eye no es sólo bromas, caricaturas y errores de impresión en los diarios. Una parte fundamental del atractivo de la revista se encuentra en su compromiso con el periodismo de investigación. Con el paso de los años, ha ido construyendo su reputación al desafiar a los ricos y poderosos, exponiéndose frecuentemente a costosos juicios por libelo. Con mucha frecuencia, Private Eye ha marcado el camino hacia donde la prensa convencional ha temido pisar.
A partir del caso Profumo en 1963 y con el trabajo del difunto Paul Foot, la revista nunca ha temido hacer frente a figuras públicas (James Goldsmith, Robert Maxwell) y abordar temas (las muertes en el cuartel de Deepcuts) que muy probablemente habrían quedado sin investigar. En ese sentido, Eye sigue siendo, para la mayoría de sus lectores, una fuente confiable de información.
Verdad ante el poder
También es posible que estemos viviendo en una era dorada de la sátira, y Hislop atribuye en parte el reciente éxito de Private Eye al “extraordinario” año 2016 y al ascenso de Trump y la votación a favor del Brexit. Prácticamente todo, declaró al Guardian, da material para una buena sátira.
Como dijo recientemente Anne Karpf, columnista del Guardian y socióloga, reírnos de las poderosas elites hace que parezcan menos omnipotentes. Aunque la efectividad a largo plazo de la sátira para contribuir al cambio político está abierta al debate, algunas de las críticas más poderosas provienen del mordazmente brillante Frankie Boyle en el Reino Unido y del implacablemente comprometido equipo de Saturday Night Live de NBC en Estados Unidos.
La impecable imitación hecha por Melissa McCarthy de Sean Spicer, secretario de prensa de Trump y director de comunicaciones de la Casa Blanca, ha sido vista hasta el día de hoy cerca de 23 millones de veces en YouTube. Se podría argumentar que Spicer ha sido el arquitecto de su propia desgracia, pero las arremetidas habituales de SNL contra Trump y sus aliados ciertamente se han sumado a una actitud prevaleciente de abierta ridiculización y desdén que ahora parece estar dirigida a la Casa Blanca desde los cuarteles culturales.
Pero volvamos a Private Eye. Como señaló Steven Wagg, académico de los medios de comunicación, aunque Eye siempre ha estado en el núcleo de la sátira británica, ha sido categóricamente conservadora con respecto a cuestiones sociales. Pero también es responsable de crear, como parte de una tradición satírica más amplia, un entorno en el que a quienes están en el poder se les satiriza por sus estupideces y se les piden cuentas por sus excesos.
Quizás este doble propósito, en esta época de la postverdad, sea la clave del éxito continuo de Private Eye.
—
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.
—