Surgieron sin avisar y sembraron la destrucción y la confusión en todo el mundo.
En los organismos de inteligencia de Estados Unidos han diezmado la moral, de acuerdo con un funcionario gubernamental relacionado con dicha comunidad. Funcionarios clave que han hecho sacrificios personales por amor a su país están acicalando sus currículos en preparación para pasar al más lucrativo sector privado. En el terreno, los organismos encuentran una reticencia creciente a asumir riesgos personales para proporcionar información a Estados Unidos sobre las actividades de gobiernos extranjeros.
En Corea del Sur, han impulsado un sentimiento de seguridad, pues los funcionarios de ese país les han confiado a sus contactos en Estados Unidos que se sienten más seguros. Desde su punto de vista, el gobierno estadounidense asumirá acciones mucho más severas en respuesta al repetido rechazo por parte de Pionyang de acatar las resoluciones de Naciones Unidas donde se le insta a desmantelar su programa nuclear y a detener sus pruebas de misiles balísticos.
Para Alec Baldwin, han impulsado su fama en todo el mundo. Han informado a las personas que no ponen atención a la televisión que los índices de audiencia del programa de telerrealidad Celebrity Apprentice han caído en picada. Para algunas personas de Wall Street, declaró un ejecutivo a Newsweek, han creado una nueva estrategia: apostar a las “caídas provocadas por Trump”, en las que los corredores de bolsa miran los informes de las noticias en la televisión en busca de algún suceso corporativo que pudiera enfurecer a Donald Trump y, luego, esperando que tuitee cosas crueles, participan en acuerdos a corto plazo en los que obtendrán ganancias si cae el precio de las acciones de la empresa.
Todos estos sucesos extraordinarios son resultado del gobierno a través de Twitter, un extraño nuevo mundo en el que una plataforma de comunicaciones de internet se combina con un presidente impulsivo para generar el caos mundial en los mercados de inversión, salas de poder y organismos nacionales. En la mañana, en la tarde o a medianoche, Trump escribe proclamaciones en 140 caracteres sobre política y tonterías en destellos arbitrarios de poder y rencor que cruzan sin advertencia el firmamento virtual. Durante algunas horas se producen discusiones y debates en los medios noticiosos y en internet (¿Por qué no es posible prohibir la quema de banderas? ¿Por qué se está construyendo un nuevo avión presidencial?), antes de seguir adelante, sin haber resuelto estas cuestiones, para pasar a otro tuit de Trump.
Muchos presidentes han utilizado la tecnología para comunicarse directamente con sus ciudadanos. Franklin D. Roosevelt tuvo lo que llegó a conocerse como su primera “charla junto a la chimenea” transmitida por radio en marzo de 1933, en una época de gran temor sobre la salud de los bancos estadounidenses. Dwight Eisenhower realizó la primera conferencia de prensa presidencial televisada. Ronald Reagan se jactaba de ir directo a la gente en discursos televisados cuando, en su opinión, el congreso entorpecía su programa de gobierno. Y Barack Obama utilizó las redes sociales, entre ellas, Twitter, Facebook y Flickr. Pero todos estos métodos para llegar directamente al público fueron diseñados para infundir confianza o impulsar una legislación determinada, no para atacar el programa Saturday Night Live por hacer sátiras de Trump o a actrices como Meryl Streep por criticarlo en la entrega de los Globos de Oro (imaginemos por un momento a Reagan proclamando a la nación que Trump era un “hombre de negocios sobrevalorado y en decadencia. ¡Triste!”, en 1987, cuando el desarrollador neoyorquino criticó la política exterior del presidente y cuestionó la profundidad de sus conocimientos).
La aparentemente incontrolada publicación de tuits de Trump fue una parte prominente de su vida mucho antes de que comenzara su campaña para llegar a la Casa Blanca. Sin embargo, durante la campaña, su obsesión con Twitter sorprendió incluso a sus aliados como algo extraño, como cuando tuiteó repetidos ataques contra los padres de un soldado estadounidense muerto en combate, contra los medios noticiosos y contra casi cualquier persona que lo criticara públicamente. Lo peor se produjo cuando tuiteó implacablemente insultos contra una antigua miss universo que lo había criticado por degradarla cuando él dirigía el concurso de belleza; la oleada casi maniática de tuits que salen de su teléfono móvil cuando la mayoría de los demás estadounidenses duermen nos conduce nuevamente a la cuestión de si Trump posee el suficiente autocontrol para ser presidente. Sin embargo, él prometió repetidamente durante su campaña que su conducta en línea cambiaría si ganaba la elección. “Haré un uso muy limitado, si es que lo utilizo en absoluto, mi uso será muy limitado”, declaró al programa 60 Minutes en noviembre, refiriéndose a su cuenta de Twitter.
Esa pretensión se ha ido: del 11 de noviembre al 12 de enero Trump escribió 315 tuits, incluidos varios retuits. En lugar de disminuir su publicación de tuits, los miembros de su personal han dicho que él utilizará Twitter para evitar el filtro de los medios tradicionales.
EN VIVO DESDE NUEVA YORK: Mientras que algunos presidentes han tenido un contacto directo con el público para obtener su confianza o impulsar la promulgación de leyes, Trump utilizó Twitter para atacar al programa Saturday Night Live por hacer una sátira de él. Foto: WILL HEATH/NBC
Por desgracia, Trump parece no tener ningún filtro para sí mismo, al tuitear afirmaciones que provocan un gran daño incluso antes de que él tenga la información suficiente para saber si tiene razón. Por ejemplo, los problemas actuales en la comunidad de inteligencia con el personal y las fuentes extranjeras se produjeron en gran medida debido a los repetidos ataques de Trump contra la capacidad y la integridad de dichos organismos civiles y militares. Sin embargo, el presidente electo lanzó sus ataques contra su profesionalismo y sus conclusiones acerca de la incursión informática rusa sin detenerse para recibir una amplia sesión informativa acerca de sus hallazgos. Cuando pensó que la sesión informativa se había pospuesto por dos días, público un tuit donde ponía entrecomillas la palabra “inteligencia” de manera sarcástica, y añadió: “Quizá recetan más tiempo para plantear sus argumentos. ¡Muy extraño!”.
Posteriormente, recibió su sesión informativa. Tras varias semanas de atacar a los profesionales de inteligencia al promocionar declaraciones del presidente ruso, Vladimir Putin, y de Julian Assange, de WikiLeaks, Trump reconoció, en una conferencia de prensa realizada el 11 de enero, que ahora creía que Rusia había estado detrás del ataque informático que interfirió en la elección presidencial estadounidense. Pero no importaba: antes de la conferencia de prensa, tuiteó la acusación de que la comunidad de inteligencia había filtrado un expediente de información armado por investigadores privados no gubernamentales, y acusó a los organismos de comportarse como nazis. Antes de tuitear sus insultos contra los organismos de inteligencia, Trump parecía no haber tenido en cuenta que las partes que más probablemente pudieron haber filtrado los memorandos eran los investigadores privados, entre ellos, uno que participó en una investigación de oposición sobre él, según se identificó públicamente.
Otros tuits de Trump señalaron una supuesta mejor dirección en políticas concretas con respecto a las del gobierno de Obama. El problema es que, en lo que parecen ser comentarios sobre algo como las relaciones exteriores, combinados con ataques contra actores del musical Hamilton, es imposible saber si Trump está presentando un argumento meditado que refleje la dirección de su gobierno con base en información de expertos, o si simplemente está reaccionando a algo que leyó en una caja de cereal.
Un ejemplo: en un tuit sobre Corea del Norte, Trump pudo estar tratando de lograr algo, o simplemente pudo tratar de parecer rudo. El 2 de enero escribió: “Corea del Norte acaba de afirmar que está en las etapas finales del desarrollo de un arma nuclear capaz de alcanzar varias partes de Estados Unidos. ¡Eso no va a suceder!”.
El tuit pudo haber sido un acto de genialidad diplomática, o una tontería mal informada. Kim Jong Un, el líder dictatorial de Corea del Norte, es famoso por alardear que su país posee capacidades que en realidad no tiene, y esta fue una de esas ocasiones. Pionyang no ha ido más allá de probar misiles de alcance medio, que han fallado en siete de un total de ocho pruebas. Aun si hubieran funcionado, estos misiles no hubieran recorrido ni la mitad de la distancia entre Corea del Norte y el área continental de Estados Unidos; incluso, se habrían quedado a más de 2400 kilómetros de distancia de Hawái. Por ello, Corea del Norte no tiene ni la menor probabilidad de alcanzar a Estados Unidos con un artefacto nuclear, y la declaración no fue más que otra de las fanfarronadas de Kim. Así que, si Trump tomaba en serio los alardes de Corea del Norte y combatió una declaración belicosa con un tuit belicoso, todo ello no fue más que una tontería.
Por otra parte, si la declaración de Trump fue pensada y no impulsiva, fue bastante astuta. Una de las más grandes fallas de política exterior del gobierno de Obama ha sido la forma en que ha hecho frente a las pruebas de misiles de Corea del Norte, un enfoque que podría considerarse como “hablar a gritos, pero sin tener un garrote en la mano”. A pesar de las docenas de pruebas realizadas por Pionyang, y de que cada una de ellas constituye una violación a las resoluciones de Naciones Unidas, Obama no hizo prácticamente nada como respuesta. Ese enfoque, según los expertos, envalentonó a Kim y produjo temores entre los funcionarios de Corea del Sur de que Estados Unidos podría no estar dispuesto a defender a su nación contra un ataque norcoreano.
El tuit de Trump cambió todo eso y, ahora, los surcoreanos le han dicho al menos un asesor estadounidense, que habló con Newsweek desde el anonimato para no dañar sus relaciones con los funcionarios de ese país, que estos se muestran cautelosamente optimistas de que el presidente planee confrontar agresivamente a Corea del Norte. “Él tiene el tipo correcto de respuesta a Corea del Norte”, señala Bruce Bennett, analista de defensa de alto nivel de Rand Corporation. “La cuestión que debe enfrentar es: ¿realmente va a convertir [las pruebas de misiles de Corea del Norte] en un asunto importante y, si es así, ¿qué hará para tratar de evitar [que dichas pruebas] se realicen?”.
Si así lo decide, Trump podría llevar a cabo acciones muy fuertes. Estados Unidos podría presionar a Pekín para que controle a Kim y rehusar hacer negocios con cualquier compañía china que también haga negocios con Corea del Norte (desde luego, esto corre el riesgo de desencadenar una guerra comercial). O bien, simplemente podría advertir a Pionyang que Estados Unidos está preparado para derribar cualquier misil que Corea del Norte ponga a prueba. China podría oponerse enérgicamente a esto, pero el gobierno de Trump podría indicar a los oficiales de ese país que obliguen a sus aliados de Corea del Norte a detenerse, o Estados Unidos los detendrá. Entonces, desde luego, si China pone obstáculos y Kim pone a prueba la resolución estadounidense, Trump podría tener que cumplir su amenaza, una acción que nunca sería condenada por Naciones Unidas debido a que el presidente electo no estaría haciendo más que forzar el cumplimiento de su resolución.
WALL TWEET: Algunos corredores de bolsa ahora observan las noticias corporativas que pudieran molestar a Trump y, luego, con la esperanza de que tuitee cosas crueles, participan en operaciones en las que pueden obtener ganancias si cae el precio de las acciones de la empresa. Foto: SPENCER PLATT/GETTY
También es posible que el tuit no signifique nada y que Trump simplemente hubiera reaccionado impulsivamente a algo que oyó sin tener ninguna consideración de política a largo plazo y sin comprender el hábito de Kim al parloteo sin sentido. Los funcionarios surcoreanos creen que nadie que ascienda a la presidencia estadounidense podría tuitear descuidadamente una declaración tan agresiva sin pensarlo antes, por lo que están seguros de que Trump planea establecer políticas más severas con relación con Corea del Norte. Sin embargo, en realidad no hay ninguna manera de saber qué es lo que tiene un significado y lo que no en sus 315 tuits publicados desde la elección.
Newsweekclasificó los 315 tuits de Trump desde la elección, ocurrida el 9 de noviembre, hasta el 12 de enero de 2017, en 16 categorías, entre ellas, política interna, política exterior, anuncios de programa y comentarios después de ciertos eventos, ataques, felicitaciones a sí mismo, asuntos del gabinete y temas variados (algunos tuits encajan en más de una categoría y es posible que diferentes personas pudieran haberlos clasificado de manera diferente). Desde cualquier punto de vista, el mayor número de tuits (63) fueron quejas: lamentos de que ciertas organizaciones noticiosas o informes habían sido deshonestos, que las personas no lo felicitaban por algo que había hecho, que los tiempos de entrevista con su personal de campaña habían sido demasiado breves y, en general, refunfuñando por lo injustas que eran las personas con él.
El segundo grupo más grande comprendió anuncios de sucesos por venir y sus reacciones ante ellos. Un análisis distinto podría considerar que este grupo contiene demasiados elementos dispares: comprende anuncios de los medios y apariciones en su gira de la victoria y, luego, un agradecimiento al reportero o a las personas que se presentaron a su mitin. Aun así, de acuerdo con esta definición, Trump ha tuiteado sobre este tema en 42 ocasiones. Sus tuits sobre noticias generales, como el envío de sus mejores deseos a las víctimas de incendios, actualizaciones económicas y anuncios de planes de empresas para mantener sus puestos de trabajo en Estados Unidos, sumaron un total de cuarenta.
Algunos de los anuncios empresariales y económicos se cuentan en la categoría del fanfarroneo o de la autocelebración cuando Trump asume el crédito de ellos (entre estos se incluye un tuit en el que anunció un aumento en el Índice de Confianza del Consumidor, que concluyó dirigiéndose a sí mismo en tercera persona, “¡Gracias, Donald!”). Combinados con diversos de vanagloria, la cantidad total de tuits en esta categoría asciende a 27, y comprenden un tuit, actualmente borrado, en el que Trump se jactó falsamente de que los trajes de gala se habían agotado en todas las tiendas de ropa de Washington, D. C., debido a su toma de posesión.
Con un total de 27 tuits, tenemos los insultos. Se trata de los ataques contra distintas personas y organizaciones, como Saturday Night Live, Alec Baldwin, Meryl Streep y un funcionario sindicalista de Indiana que contradijo las afirmaciones de Trump sobre el número de empleos que se salvaron cuando Carrier Corporation decidió mantener algunas de sus operaciones en ese estado en lugar de trasladarlas a México. El insulto que parece disfrutar más consiste en calificar algo o a alguien como “sobrevalorado”, como cuando atacó a Streep, una de las más grandes actrices de Estados Unidos, quien lo criticó en su discurso durante la entrega de los Globos de Oro.
A continuación, con una interpretación muy generosa de lo que constituyen las relaciones exteriores, se encuentran los 27 tuits en esta categoría. Se cuentan aquí algunos de los insultos contra Naciones Unidas debido a que son comentarios imprecisos acerca de otros países. No se incluyen defensas contra las acusaciones de que se benefició de la interferencia rusa en la elección, ni tampoco críticas contra los organismos de inteligencia que llegaron a la conclusión de que Moscú había participado en ese hecho. Pero tuits más importantes, como el relacionado con Corea del Norte, sí se incluyen en esta categoría, al igual que muchos otros acerca de la seguridad de Israel. Sin embargo, muy pocos de estos tuits se refieren realmente a cuestiones políticas, y algunos de ellos están al borde del fanfarroneo, como cuando instó a Israel a esperar porque él pronto asumiría el cargo. Algunos de los tuits crearon tensiones internacionales innecesarias, como el publicado el 4 de diciembre, en el que Trump arremetió contra China a través de Twitter, aunque no había ocurrido nada en las noticias que pudiera haber motivado esa diatriba. Los tuits muestran un desconocimiento fundamental de ciertos temas, como cuando atacó a China por devaluar su moneda aun cuando el valor de esta había estado aumentando durante meses.
Los diarios de China, propiedad del Estado, y que son utilizados con frecuencia por los funcionarios de Pekín para responder indirectamente a las quejas del extranjero, reaccionaron con furia. Trump “hizo una rabieta contra China el domingo por la noche”, se leía en el Global Times. “Parece inevitable que las relaciones entre China y Estados Unidos experimentarán más problemas en sus primeros días en la Casa Blanca que con cualquier otro de sus predecesores… Trump puede hacer mucho ruido, pero esto no le exime de las reglas del juego de poder. No tiene los recursos suficientes para hacer frente a China gratuitamente, pues ese país es la segunda mayor economía, el mayor país comercial y una potencia nuclear”.
CONSECUENCIAS EN EL MUNDO REAL: Después de que Trump lanzó un ataque contra China en Twitter, los diarios propiedad del Estado de ese país reaccionaron con furia, y uno de ellos escribió que Trump “había hecho una rabieta contra China el domingo por la noche”. Foto: NG HAN GUAN/AP
Quizá sean bravatas, pero la inútil guerra en Twitter de Trump contra China podría hacer que las negociaciones comerciales que desea llevar a cabo resulten mucho más difíciles o totalmente imposibles. China nunca ha respondido bien a los insultos, y cuanto más exponga Trump su falta de comprensión de la diplomacia entre China y Estados Unidos, tantas menos probabilidades tendrá Pekín de estar abierto al diálogo.
Sin embargo, las relaciones exteriores solo tuvieron un tuit más que el regodeo de Trump en la elección. En esos 26 tuits en ocasiones se lamenta, como cuando dijo falsamente que habría ganado el voto popular de no haber sido por millones de boletas emitidas ilegalmente, pero muchos de ellos reflejan lo que parece ser una amplia inseguridad, un mal espíritu deportivo o la necesidad de proclamar su genio. En una fecha tan reciente como el 6 de enero, dos meses después de la elección, Trump seguía insultando la campaña de Hillary Clinton, afirmando que no reconoció la pasión de los votantes del entonces candidato hasta que fue demasiado tarde. En efecto, dos semanas antes de su toma de posesión, mientras pasaba por alto informes de inteligencia, Trump seguía atacando a Clinton.
En el octavo lugar de las categorías, con 17 tuits, se encuentran sus buenos deseos por las fiestas decembrinas: Feliz Navidad, Feliz Año Nuevo… En noveno lugar, con 16 tuits, se halla uno de los pocos temas relevantes para un presidente electo: información acerca de los candidatos para su gabinete.
Trump tuiteó 14 veces acerca de la política interior de Estados Unidos, pero, de nueva cuenta, los temas parecían salir de la nada y en ocasiones tuvieron un impacto rápido y negativo en los precios de las acciones de ciertas empresas. Trump declaró que las personas que quemaban banderas quizá deberían perder su ciudadanía (una indicación que viola varias partes de la Constitución estadounidense), y luego no volvió a mencionar la idea.
El resto de sus tuits de ese periodo son una mezcolanza de temas. Los conflictos de interés entre sus labores presidenciales y su negocio familiar ameritaron seis tuits, los elogios a partidarios individuales sumaron cinco, y varios otros elementos que no encajan en ninguna otra categoría en particular completaron la cuenta.
Todas estas cifras proporcionan las interpretaciones más fieles de la mente de uno de los presidentes más herméticos de la historia. No ha revelado ninguna declaración de impuestos, ninguna información de negocios ni cuenta con un registro de política pública. Solo ha dado una conferencia de prensa, que se convirtió en un pandemónium y en la que se presentó muy poca información. Así, para que el mundo juzgue cómo ve Trump su presidencia, sus tuits son la mejor ventana, particularmente debido a que planea seguir utilizando Twitter para comunicarse con el público. Y lo que estos mensajes muestran es a un hombre más preocupado con la venganza que con la política interior; con quejarse que con ocuparse de las relaciones exteriores. Revelan una mente dispersa que parece incapaz de concentrarse en un solo tema. Sus tuits futuros podrían ser una poderosa fuerza en su presidencia o una tormenta autocompasiva de sinsentidos que obstaculice su labor presidencial.
Tuitear no es liderar. Si Trump desea pensar sobre cómo proceder con sus comunicaciones públicas, debería analizar los precedentes establecidos por presidentes republicanos anteriores.
O, mejor aún, Trump simplemente debería estudiar a Reagan. El 9 de enero, sin ninguna razón aparente, Trump tuiteó una fotografía de él con Ronald y Nancy Reagan. Aparentemente, admira más a Reagan ahora que cuando este último era presidente. A Reagan le apodaban “el gran comunicador”; Trump está en camino de ser considerado como el pésimo tuitero. Pero el primer día en que se convirtió en presidente electo, Reagan se paró ante los medios y sostuvo una conferencia de prensa amplia en la que trató casi exclusivamente asuntos de política: temas de política interior y exterior, sus posibles elecciones de personal y del gabinete, y temas por el estilo. Reagan fue todo un maestro y transmitió un grado de conocimientos que, muy probablemente, sirvieron para tranquilizar a los críticos que lo consideraban un actor acabado, así como los críticos de Trump lo consideran simplemente como estrella de “reality show” con poca comprensión de la política. En esa conferencia de prensa, Reagan dijo 2988 palabras, con un total aproximado de 16 000 caracteres.
Utilizando el lenguaje de Trump, Reagan dio al público el equivalente a unos 114 tuits, casi todos sobre política. Y en ninguno de ellos se quejó, insultó ni alardeó.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek