DONALD TRUMP todavía no ha sido
juramentado, pero ya está tomando decisiones y emitiendo declaraciones a los
líderes mundiales que se apartan radicalmente de la política exterior
estadounidense, todo en beneficio del imperio corporativo de su familia.
A causa de esto, el próximo presidente de
Estados Unidos ya es vulnerable a una influencia inapropiada de otras naciones,
incluidos los sobornos e incluso el chantaje.
Dado el alcance enorme de los choques
entre los amplios acuerdos comerciales de Trump y los intereses de EE. UU., el
presidente electo prometió durante su campaña que eliminaría conflictos
potenciales mediante cortar sus lazos con su compañía; pero, a pocas semanas de
ser juramentado en el cargo, él no ha dado un plan creíble. La única sugerencia
de Trump a la fecha —un “fideicomiso ciego” administrado por sus hijos— no
eliminaría los conflictos, dado que el dinero generado todavía sería para su
familia. Aun más, dicho fideicomiso sería todo menos ciego: si la Torre Trump
de Moscú se construye, Trump la verá mientras esté en Rusia y sabrá que sus
hijos están ganando millones con ella. Por ello es que los líderes extranjeros
con la esperanza de ganarse su favor harán todo lo que puedan para ayudar a la
familia de Trump a erigir más edificios, vender más joyería y hacer dinero a
través de cualesquiera medios posibles. Incluso si la familia se aleja de la
compañía mientras Trump sea presidente, toda nación en la Tierra sabrá que
hacer negocios con la Organización Trump algún día beneficiará a la familia. La
única manera de eliminar los conflictos —vender la compañía, repartir el
producto— ha sido rechazada por Trump, cuyo equipo de transición se negó a
responder cualquier pregunta de Newsweek para este artículo.
Algunos de los conflictos más ofensivos
que han surgido involucran a países en Asia y sus subregiones, en especial
Filipinas. La política global con respecto a Filipinas ha estado llena de
tensión desde la elección en mayo de Rodrigo Duterte como presidente del país.
Duterte, quien presumió a los votantes durante la campaña que le había
disparado a un condiscípulo de la escuela de derecho por molestarlo, ha
defendido el asesinato de criminales sospechosos y niños de la calle por
escuadrones de la muerte justicieros. En 2015, él dijo que si llegara a ser
presidente, hasta 100 000 personas sospechosas de vínculos con las drogas
ilegales podrían ser asesinadas. Pocos meses después de su elección, Duterte
dijo que estaba ansioso de encabezar un genocidio de hasta 3 millones de
adictos a las drogas. “Estaré feliz de masacrarlos”, dijo él. “Por lo menos si
Alemania tuvo a Hitler, Filipinas [me] tendrá”. Y en septiembre, un sicario
confeso atestiguó ante un comité del Senado en Filipinas que Duterte presidió
una campaña de asesinatos cuando fue alcalde de la Ciudad de Davao.
Como presidente, Duterte rápidamente
mostró que le importaban poco las protecciones legales que Filipinas garantiza
a los sospechosos de crímenes. Durante sus primeros tres meses en el cargo, 850
filipinos fueron asesinados por escuadrones de la muerte, al parecer bajo poco
más que la sospecha de que eran consumidores y traficantes de drogas. Desde
entonces, se calcula que el número de víctimas ha escalado a 4500. La
carnicería ha sido condenada por todo el mundo occidental; el Parlamento de la
Unión Europea y dos expertos en derechos humanos de Naciones Unidas han instado
a Duterte a terminar la masacre. Uno de los expertos incluso pareció sugerir
que Duterte y su gobierno podrían ser legalmente responsables de cometer
asesinato en masa en violación de la ley internacional. “Las afirmaciones de
combatir el comercio ilegal de drogas no absuelven al gobierno de sus
obligaciones legales internacionales y no protege a actores estatales u otros
de la responsabilidad de los homicidios ilegales”, dijo Agnes Callamard, la
informadora especial de la ONU sobre ejecuciones sumarias. En respuesta a las
denuncias, Duterte se lanzó en contra de Estados Unidos, amenazando con alinear
a su país más cerca de China.
A pesar de la condena universal a la
masacre en marcha en Filipinas, Trump dio señales de que aprueba las políticas
de Duterte durante una llamada telefónica el 2 de diciembre. Según Duterte —un
recuento que no ha sido rebatido por Trump—, el presidente electo apoyó sus
tácticas como “la manera correcta”. Duterte añadió: “[Trump] me deseó éxito en
mi campaña contra el problema de las drogas”. (Él también dijo que Trump lo
invitó a la Casa Blanca, una cortesía que todavía no se le da a Theresa May, la
primera ministra de Gran Bretaña, el aliado estratégico más importante de EE.
UU.)
¿CASA BLANCA EN VENTA? Trump afirma que
poner a su compañía en un fideicomiso ciego hará que desaparezcan todos sus
conflictos de interés, pero solo un ciego no podría ver el logo de Trump en
todo edificio nuevo que se erige. FOTO: EDUARDO MUNOZ ALVAREZ/AFP/GETTY
El equipo de transición de Trump no
respondió a Newsweek cuando se le preguntó si el presidente electo tenía la
intención de señalar su aprobación a la carnicería en Filipinas; no creía en
las conclusiones de la ONU y naciones occidentales de que Duterte ordenó los
asesinatos, o simplemente no entendía la magnitud de sus comentarios. Sin
embargo, una cosa es clara: la familia Trump tiene un enorme interés financiero
en mantener contento a Duterte. La Torre Trump en Century City en Makati, Filipinas,
está a punto de completarse, y los compradores potenciales ya han hecho
depósitos de por lo menos 94 por ciento de los condominios, según Century
Properties, la socia comercial allí de la Organización Trump. Durante la
campaña presidencial de EE. UU. los hijos de Trump, Donald Jr. y Eric, viajaron
a Makati para palear algo de tierra en una ceremonia para celebrar la
terminación de la estructura del edificio; una fotografía de los dos hombres
paleando junto con ejecutivos de Century Properties se publicó en el sitio web
del edificio. (En ese mismo sitio web, está a la venta una línea de joyería de
Ivanka, hija de Trump, y se espera que esté disponible a la compra en la
propiedad de 150 millones de dólares.) Al igual que con casi toda propiedad con
el nombre de Trump que se ha construido en la última década, su compañía no es
la constructora; simplemente vendió su nombre a Century Properties para usarlo
en el edificio. Aun cuando los detalles de la transacción no son públicos, los
contratos de otros acuerdos con la marca Trump revisados por Newsweek muestran
que exigen un pago por adelantado de varios millones de dólares, así como hasta
25 por ciento de las ganancias de la constructora, año tras año. Así, según el
acuerdo, Jose E.B. Antonio, director de Century Properties, les pagará millones
de dólares a los hijos de Trump durante la presidencia de su padre.
Duterte recientemente nombró a Antonio
como enviado especial del gobierno ante Estados Unidos. Los conflictos aquí no
podrían ser más inquietantes ni más descarados: el presidente Trump discutirá
la política de EE. UU. en el sudeste de Asia con uno de sus (o de sus hijos)
socios comerciales, un hombre quien es el representante oficial de un líder
extranjero quien se compara a sí mismo con Hitler. También nótese que la
familia Trump tiene un interés financiero enorme en la campaña asesina de
Duterte: erradicar el crimen en Filipinas es bueno para los valores de los
bienes raíces.
Los acuerdos de la familia Trump en
Filipinas dispararán una crisis constitucional en el primer día de la
presidencia de Trump, si alguien en el gobierno federal decide respetar la ley.
Hay un debate serio con respecto a si Trump violaría la Cláusula de Emolumentos
de la Constitución de EE. UU. —la cual prohíbe a los servidores públicos
aceptar regalos de estados extranjeros— dado que la mayoría de los negocios de
su compañía es con otras corporaciones y constructoras. Ese no es el caso en
Filipinas. El hombre quien escribe cheques con valor de millones de dólares a
la familia Trump es el enviado especial del gobierno de Duterte ante Estados
Unidos. Argumentar que estos pagos serán constitucionales si se hacen a los
hijos de Trump, y no a Trump personalmente, es absurdo. Este conflicto exige
audiencias congresistas, y podría ser una ofensa procesable.
Este principio inflexible de que a las
potencias extranjeras no se les puede permitir tener influencia en un
presidente se remonta a los Padres Fundadores. En el Federalista 68, Alexander
Hamilton escribió sobre los peligros de tal escenario. “Nada era más deseable
que todo obstáculo practicable debiera oponérsele a las camarillas, intrigas y
corrupción”, escribió él en referencia a los poderes concedidos en la
Constitución. “Podría haberse esperado naturalmente que estos adversarios más
mortales del gobierno republicano hicieran sus avances desde más de un
cuadrante, pero principalmente del deseo de potencias extranjeras de conseguir
un ascendente inapropiado en nuestros consejos”.
Los conflictos de interés de Trump en
Filipinas no pueden resolverse mientras alguien de su familia tenga un interés
en el edificio allí. Incluso si su socio comercial, Antonio, es removido como
enviado especial de Duterte, Trump simplemente no olvidará que el edificio en
Makati existe, que el autoritario presidente filipino tiene el poder de dañar
los intereses financieros de la familia Trump allí y que la protección del que
ahora es un objetivo de alto perfil para ataques terroristas está en manos de
Duterte. (En los últimos tres años, ha habido nueve ataques en Filipinas. El
más reciente, en septiembre, fue una bomba que mató a 15 personas e hirió a 70;
en respuesta, Duterte declaró que el país estaba en un “estado de ilegalidad” y
ordenó a la policía y los militares que revisaran todos los autos y ciudadanos
en los retenes.)
El resultado de todo esto es que Duterte
tiene una influencia enorme sobre Trump, y nadie sabrá qué impacto podría tener
ello en la toma de decisiones del futuro presidente. Por ejemplo, ¿Trump
ignorará las promesas que hizo durante la campaña sobre la inmigración cuando
se trate de Filipinas, dado el impacto devastador que podría tener en la
economía allí?
Un informe de la división de
investigación de Nomura Securities concluyó que, según las políticas declaradas
de Trump, “la economía de Filipinas será la que más pierda” de todos los países
del sudeste de Asia. Y como muchos trabajadores huéspedes filipinos en Estados
Unidos son indocumentados, el informe dijo que un endurecimiento de las
políticas inmigratorias podría llevar a menos trabajadores migrantes de ese
país. “Esto podría impactar en los flujos de remesas hacia Filipinas”, dice el
informe. “Estados Unidos alberga 34.5 por ciento de la población filipina total
en el extranjero, y calculamos que suman 31 por ciento de las remesas totales
de los trabajadores”. Según la Autoridad Filipina de Estadística, las remesas
desde Estados Unidos totalizaron casi 6000 millones de dólares en los primeros
siete meses de 2016. Traducción: bajo las políticas inmigratorias de Trump,
apoyos enormes a la economía filipina podrían colapsarse. El 15 de noviembre,
Moody’s anunció que las políticas de Trump afectarían negativamente la
calificación crediticia de Filipinas, lo cual podría impedir que Duterte cumpla
sus promesas de campaña de recortes tributarios y mayor gasto en
infraestructura. Duterte fácilmente podría castigar a Trump por minar su agenda
local en Filipinas mediante tomar acciones contra los intereses financieros de
la familia. Y Trump sabe que cualquier cosa que él haga para alejar a Duterte o
afectar la economía filipina podría amenazar la riqueza de su familia.
LA TIERRA ES DE ELLOS: Durante la campaña
electoral, los dos hijos de Trump viajaron a Filipinas para lanzar algo de
tierra ceremonial para celebrar la casi terminación de una Torre Trump en
Makati. FOTO: TRUMP TOWER PHILIPPINES
SEGUIR LAS FICHAS CAÍDAS DE DOMINÓ
Trump también tiene conflictos de interés
serios con respecto a China. Parte de esto, de nueva vez, se deriva de
Filipinas. Trump ha prometido etiquetar a China como un “manipulador de
divisas” que baja artificialmente el valor del renminbi, lo cual haría más
baratos de importar los artículos chinos. Ello permitiría a Estados Unidos
imponer impuestos a las importaciones chinas para compensar cualquier
manipulación de divisas.
China es uno de los dos principales
destinos de exportaciones para Filipinas, con alrededor de 55 por ciento de ese
comercio proveniente del negocio electrónico, según la Autoridad Filipina de
Estadística. China luego usa una gran porción de esas importaciones filipinas
para fabricar productos vendidos a Estados Unidos. Como una versión de comercio
internacional de derribar fichas de dominó, las normas estadounidenses que
disminuyen las importaciones a Estados Unidos, a su vez, golpearán al mayor
negocio exportador de Filipinas, agitando la economía de ese país. La última
ficha de dominó golpea a la Torre Trump en Century City: la compañía de
servicios mundiales de consultoría en propiedades CB Richard Ellis le ha
atribuido un aumento en la demanda de condominios de lujo en Filipinas a la
economía creciente del país. Si se imponen impuestos a las importaciones chinas
a EE. UU. hoy, la Torre Trump en Filipinas podría caer en bancarrota poco
después, costándoles a los hijos del presidente millones de dólares.
Entonces, si Trump da marcha atrás en su
promesa de declarar a China como manipuladora de divisas el primer día de su
presidencia, ¿ello sería porque alguien le explicó que el renminbi ha subido su
valor en los últimos 12 meses o porque él ahora ve las implicaciones
posiblemente graves para la economía estadounidense de una guerra comercial con
China? ¿O sería porque él quiere que los negocios de sus hijos en Filipinas
prosperen? Nadie salvo Donald Trump sabrá jamás la verdad.
Hay un problema igual de alarmante en
Taiwán. El 2 de diciembre, Trump —sin consultar con especialistas del
Departamento de Estado las relaciones delicadas entre EE. UU. y China— cambió
drásticamente casi 40 años de política estadounidense al recibir una llamada
telefónica de la presidenta de Taiwán, la cual se separó de la China
continental en 1949. La cuestión de si Taiwán es un país independiente o parte
de China resultó ser un importante reto político después de que el presidente
estadounidense Richard Nixon normalizó las relaciones con China. Para evitar
conflictos, Estados Unidos adoptó lo que se llama política de “Una China”, bajo
la cual EE. U.U sostiene relaciones no oficiales con Taiwán, pero no la
considera un país per se. Como EE. UU. no reconoce a Taiwán como una entidad
política per se, todos los líderes estadounidenses desde Ronald Reagan se han
negado a hablar con su presidente. Este mes, Trump llevó más allá su postura,
diciendo que no veía razón de estar atado a la política de Una China que ha
calmado las relaciones sino-estadounidenses y más bien defendió usarla como
moneda de cambio en comercio y otras negociaciones.
Si Trump quería cambiar drásticamente las
décadas de política seguida por presidentes republicanos y demócratas, debió
haber esperado a que terminara su toma de posesión; no se supone que los
presidentes electos interfieran en política exterior.
¿Por qué él no esperó? Solo Trump lo
sabe, pero ya han surgido acusaciones de que la decisión pudo haber sido
influenciada por los intereses financieros de su familia. Cheng Wen-tsan,
alcaldesa de Taoyuan, Taiwán, dijo a The China Times que una representante de
la compañía de Trump, llamada Chen Siting y también conocida como Charlyne
Siting, le había visitado para expresar el interés de la familia en construir
un hotel cerca del aeropuerto de la ciudad. Según la alcaldesa, Chen también le
dijo que Eric Trump visitaría la isla a finales del año. Desde ese reporte, la
Organización Trump ha declarado que no se autorizó ningún viaje a Taiwán para
la división de hoteles y que no había conversaciones en marcha sobre tal
proyecto. Sin embargo, el 24 de noviembre, Chen dijo a Formosa Television que
ella había ayudado a la Organización Trump en el pasado a vender algunas de sus
propiedades en Las Vegas a compradores en Taiwán y Shanghái. Como se reportó
primero en The New York Times, Anne-Marie Donoghue, quien se identifica en su
página de Facebook como una directora de ventas de Trump Hotels Asia, publicó
una foto de una visita a Taiwán en octubre, la cual ella describió como un
“viaje de trabajo”; esto fue un mes después de que la alcaldesa de Taoyuan
dijera que se reunió con Chen.
Finalmente, está la cuestión de si la
Organización Trump tratará de llegar a acuerdos con China durante los próximos
cuatro años. En 2011, Eric Trump declaró públicamente que la compañía familiar
planeaba expandir su marca en China después de terminar el proyecto de Manila.
Ese edificio está casi terminado, lo cual significa que los chinos bien podrían
estar esperando contratos de la familia Trump pronto. Lo que Trump y su equipo
de transición no parecen entender es que no importa si el viaje de Siting fue
autorizado, si Donoghue asistió, si hay discusiones en marcha ahora o si los
contratos están a punto de firmarse. La mera sospecha de que Trump podría
restablecer relaciones formales con Taiwán para el beneficio financiero de sus
hijos —o podría usarlas como moneda de cambio para conseguir el tipo de
acuerdos de construcción en la China continental que Eric Trump discutió— ahora
serán parte de los cálculos en política exterior en Beijing, cuando los
funcionarios allí traten de negociar con el nuevo presidente de EE. UU.
BUENO PARA EL NEGOCIO: El presidente
filipino Duterte, quien impulsa una campaña brutal de asesinatos contra
consumidores y traficantes de drogas en su país, cree que Trump apoya su estrategia
como “la manera correcta”. FOTO: ZEKE JACOBS/SIPA/AP
¿INTERCAMBIO DE EXTRADICIONES?
Los conflictos entre los intereses
comerciales de la familia Trump y la política exterior de EE. UU. se extienden
más allá de los muchos beneficios financieros para el próximo presidente y sus
hijos. Ya hay una situación en la que el presidente de Estados Unidos podría
ser chantajeado por una potencia extranjera mediante una presión relacionada
con las implicaciones comerciales de su familia.
En 2008, la Organización Trump firmó un
acuerdo de venta de marca por varios millones de dólares con el Dogan Group,
una gran corporación con el nombre de una familia influyente, para un complejo
de dos torres en Estambul. En 2012, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan
presidió las ceremonias de inauguración y se reunió con Trump. Pero en junio de
este año, Erdogan pidió que el nombre Trump fuera retirado del complejo a causa
de su retórica antimusulmana; el presidente turco también dijo que haber
presidido la inauguración había sido un error terrible. Erdogan luego dijo a
sus adjuntos que tenía la intención de impedirle a EE. UU. el uso de una base
crítica de la Fuerza Aérea en Turquía si Trump ganaba la presidencia, dijo un
financiero de Oriente Medio con contactos dentro del gobierno turco a Newsweek.
El financiero habló bajo la condición del anonimato para evitar poner en riesgo
las relaciones con sus contactos oficiales.
En julio, miembros de las fuerzas armadas
turcas intentaron un golpe de estado. Erdogan aplastó a los conspiradores y su
gobierno ha arrestado a más de 36 000 sospechosos de participar y cerró 17
canales mediáticos. Erdogan declaró casi de inmediato que el principal culpable
era Fethullah Gülen, un líder espiritual musulmán de 77 años de edad quien ha
vivido en la región de los Poconos en Pensilvania por muchos años. Erdogan
exigió que la administración de Obama extraditara a Gülen para que enfrente
cargos relacionados con el golpe de estado.
Gülen y Erdogan fueron aliados hasta
2013, el año en que se desató una serie de investigaciones por corrupción
relacionadas con funcionarios acusados de participar en un plan de “gas por
oro” con Irán; Erdogan afirmó que el hombre con quien otrora compartió metas
comunes era la fuerza impulsora detrás de las investigaciones, lo cual él llamó
como un intento de “golpe de estado civil”. Erdogan ha puesto a Gülen en la
lista de los terroristas más buscados del país, pero la administración de Obama
no ha actuado en la solicitud de extradición, y ha dicho a los turcos que
tendrán que presentar pruebas de la participación de Gülen en el intento de
golpe de estado antes de que él sea enviado a Ankara, la capital turca.
Entra Donald Trump. El día de la elección
en EE. UU., el sitio de noticias The Hill publicó un artículo del teniente
general Michael T. Flynn, quien desde entonces ha sido nombrado como asesor de
seguridad nacional de Trump. “Las fuerzas del islam radical derivan su
ideología de clérigos radicales como Gülen, quien dirige un fraude”, escribió
Flynn. “No deberíamos proveerle un lugar seguro… Es imperativo que recordemos
quiénes son nuestros verdaderos amigos”. (Flynn, quien dirige una consultora
contratada por una compañía con nexos con el gobierno turco, parece ignorar que
los grupos radicales islámicos como el Estado Islámico es más probable que
decapiten a alguien como Gülen.)
Ese artículo, según el financiero con
contactos en el gobierno turco, llevó a Erdogan y sus adjuntos a creer que una
administración de Trump no exigiría más evidencia para justificar el deportar a
Gülen. Entonces, casi de inmediato, Erdogan dejó de condenar a Trump y más bien
le expresó su apoyo. El día posterior a la elección en EE. UU., el primer
ministro turco Binali Yildirim emitió una declaración vinculando directamente
los buenos deseos de su país para Trump con su deseo de tener de vuelta a
Gülen. “Felicitamos al Sr. Trump. Le pido abiertamente al nuevo presidente a
partir de ahora la extradición urgente de Fethullah Gülen, el cerebro, ejecutor
y perpetrador del atroz intento de golpe de estado del 15 de julio, quien vive
en suelo estadounidense”.
En una llamada telefónica ese mismo día
con Erdogan, Trump le pasó las felicitaciones al presidente turco de un alto
directivo del socio comercial de su compañía en el proyecto de Estambul, a
quien el presidente electo supuestamente llamó “un amigo cercano”. El
directivo, Mehmet Ali Yalcindag, es el yerno de Aydin Dogan, dueño de Dogan
Holding, y fue fundamental en la construcción del complejo Trump en Turquía.
Que Trump diera mensajes de su socio comercial a Erdogan ha sido reportado en
múltiples canales mediáticos en Turquía, incluidos algunos con nexos cercanos
al gobierno, y no ha sido negado por funcionarios turcos o el equipo de
transición de Trump.
Según el financiero de Oriente Medio con
contactos en la administración de Erdogan, el elogio informal de Trump a un
miembro de la familia Dogan hizo que Erdogan creyese que su relación podría
darle una influencia sobre el presidente electo. En el pasado, Erdogan ha
ejercido una presión enorme contra el Dogan Group, el cual posee operaciones
mediáticas que han sido críticas de él, mediante imponerle una multa fiscal por
2500 millones de dólares y pidiendo a sus partidarios que boicoteen sus
periódicos y canales de televisión. Luego, pocas semanas después de oír las
palabras amables de Trump sobre su socio comercial Dogan, Erdogan volvió a
atacar verbalmente a la compañía turca.
El 1 de diciembre, autoridades detuvieron
a Barbaros Muratogl, un veterano de 28 años con Dogan quien era el
representante de la compañía ante Ankara. ¿Su supuesto crimen? Mantener nexos
con el movimiento encabezado por Gülen, conectando así al ejecutivo de Dogan
con el intento de golpe de estado. En respuesta, las acciones de Dogan cayeron
8.6 por ciento. (La supuesta evidencia contra Muratogl: acusaciones públicas de
un editor en un periódico propiedad de una compañía que compite con Dogan.)
De nuevo, siga las fichas de dominó
cuando caen. Erdogan está frustrado en sus acciones para atrapar a Gülen; Trump
alaba a un ejecutivo turco quien trabaja con su socio comercial allí, Dogan.
Pocas semanas después, un alto ejecutivo de Dogan es detenido bajo acusaciones
gastadas. Si el gobierno de Erdogan ejerce más presión a la compañía que le
paga millones de dólares a Trump y sus hijos, el flujo de ingresos del complejo
de torres en Estambul podría cortarse. Ello significa que Erdogan tiene
influencia sobre Trump, quien pronto tendrá el poder de extraditar a Gülen. El
financiero con contactos en el gobierno turco explicó la dinámica a Newsweek:
“Erdogan tiene algo que él cree que Trump quiere, y Trump tiene a alguien que
Erdogan desesperadamente quiere”.
SERVICIO A LA HABITACIÓN: Gobiernos
extranjeros y cabilderos se han apresurado para reservar habitaciones en el
nuevo Hotel Internacional Trump en D.C., esperando ganarse el favor del presidente
electo. FOTO: CHIP SOMODEVILLA/GETTY
¿QUIÉN SE ATREVE A DECIRLE NO A IVANKA?
Con la seguridad de EE. UU. y su política
exterior ya en riesgo por los conflictos del presidente electo, unos cuantos
ejemplos horrendos de corrupción potencial y abuso de poder parecen pintorescos
en comparación. Por ejemplo, en un sorprendente rompimiento del protocolo,
Ivanka Trump —quien supuestamente estará del otro lado de la línea divisoria
entre los negocios Trump y la presidencia Trump— acompañó a su padre en la
primera reunión con el primer ministro japonés Shinzo Abe poco después de la
elección. Al mismo tiempo, directivos de la compañía de ropa de ella trabajaban
en un acuerdo de licencia con Sanei International. El principal accionista de
la compañía matriz de Sanei es el Banco de Desarrollo de Japón, el cual es
enteramente propiedad del gobierno japonés encabezado por Abe.
Otra fuente de corrupción potencial que
podría disparar una crisis constitucional está en Argentina. El presidente de
ese país, Mauricio Macri, ha conocido a Trump por décadas porque es el hijo de
uno de los ex socios comerciales del presidente electo. (Macri, quien es un
conservador, apoyó a Hillary Clinton en la elección de EE. UU. porque a él no
le gustaba la postura antiinmigratoria de Trump.) Por años, Trump ha tratado de
poner en marcha un proyecto de oficinas en Buenos Aires, pero no ha sido capaz
de conseguir todos los permisos gubernamentales necesarios. Más bien, sus
socios argentinos financiaron un edificio Trump en Uruguay.
Trump y Macri hablaron por teléfono el 14
de noviembre, poco después de la elección en EE. UU. Días después, Jorge
Lanata, uno de los periodistas más respetados de Argentina, reportó en el
programa televisivo Periodismo para Todos que Trump le pidió a Macri durante la
llamada que viera los problemas de los permisos que retrasaban el proyecto de
Buenos Aires. Tanto funcionarios de Trump como de Macri negaron que Trump lo
dijera; Reuters posteriormente reportó que Ivanka Trump estaba en la llamada,
aun cuando ella no tiene un puesto oficial o propuesto en el gobierno.
Apenas tres días después de la llamada telefónica,
un importante periódico argentino, La Nación, reportó que, tras años de
retrasos, el proyecto en Buenos Aires estaba listo para ponerse en marcha. Los
socios de Trump con YY Development Group anunciaron que todo salvo unos pocos
problemas administrativos se había aclarado y que esperaban empezar la obra en
julio. Si funcionarios argentinos emitieron los permisos para este proyecto
después de la elección de EE. UU. —o lo hicieran en algún momento de los
próximos cuatro años—, Trump podría estar de nuevo violando la Cláusula de
Emolumentos. Que el financiamiento para el proyecto finalmente proviniera de
empresarios argentinos (socios de Trump) no cambiaría el hecho de que el
gobierno fue responsable de hacer llover riquezas sobre la familia Trump.
Dado el poder extraordinario que ahora
blande Donald Trump, es obvio que los gobiernos extranjeros y las corporaciones
fácilmente pueden buscar su favor, sobornarlo o incluso chantajearlo, razón por
la cual los Padres Fundadores temían tanto las influencias externas en la Rama
Ejecutiva. En cuanto él sea presidente, Trump no necesitará pedir que le pongan
dinero en sus bolsillos o los de sus hijos para cruzar la línea de las
actividades ilícitas, y posiblemente de ofensas procesables. Macri, de
Argentina, no puede saber si su país será castigado por la Casa Blanca de Trump
si se niegan los permisos restantes para ese proyecto de Buenos Aires. Abe, de
Japón, no sabe si una demora gubernamental en el acuerdo de Ivanka Trump con
Sanei International llevará a su padre impulsivo a pedir la retirada de los
militares estadounidenses en su país. Erdogan, de Turquía, ha dicho a sus
adjuntos que él cree que debe mantener la presión sobre el socio comercial de
Trump allí para esencialmente chantajear al presidente para que extradite a un
enemigo político. Duterte, de Filipinas, cree que ha recibido la aprobación del
presidente electo para, cuando más, acatar o, lo peor, continuar autorizando la
masacre frenética de consumidores y traficantes de drogas, y sabe que puede afectar
a la familia Trump si el presidente llega a enfurecerlo.
EE. UU. está en el precipicio de una
amenaza sin precedentes, conforme aliados y enemigos por igual calculan si
están lidiando con un presidente a quien pueden complacer con solo enriquecer a
sus hijos. El presidente electo Trump tiene una decisión monumental ante sí: él
puede, como prometió durante la campaña, proteger la santidad de la
presidencia, lo cual solo puede hacer si vende su compañía. O puede permanecer
corrompido por los conflictos entre el futuro de su país y las fortunas de su
familia.
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Publicado en
cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek