El presidente estadounidense electo Donald Trump acusa a China de
manipular el valor del yuan y de gravar injustamente los productos
estadounidenses pero los expertos creen que Pekín no quiere abrir una
guerra económica contra Estados Unidos.
“¿Nos preguntó China si estaba OK devaluar su moneda (haciendo más
difícil competir a nuestro compañías)? ¡No lo creo!” escribió
Trump el domingo en Twitter.
Es cierto que el dólar se cambia a 7 yuanes, el nivel más bajo de la
moneda china de los últimos ocho años. Y también lo es que las
autoridades comunistas controlan su divisa para que sólo pueda fluctuar
un máximo de 2 por ciento con respecto a un curso fijado por el banco central
(PBOC).
Pero los expertos aseguran que las apariencias engañan y que Pekín quiere en realidad revalorizar su moneda y no devaluarla.
Aunque en agosto de 2015 China devaluó por sorpresa un 5 por ciento el yuan,
desde entonces el banco central ha intervenido varias veces para frenar
su depreciación, comprando moneda nacional masivamente con sus reservas
de divisas. Sólo en noviembre gastó 69,000 millones de dólares en
reservas.
En los últimos dos meses la debilidad del yuan se explica sobre todo
por la fortaleza del dólar, lo que anticipa un aumento de las tasa de la
Reserva Federal estadounidense (FED).
La moneda china también sufre de la fuga de capitales en China,
provocada por la mala coyuntura económica. Según datos de Bloomberg,
cerca de 1 billón de dólares salieron del país en 2015 a pesar de las
restricciones.
China prefiere un “yuan reforzado o estable” para asentar su rango de
moneda internacional, indica Dariusz Kowalczyk, un analista de Crédit
Agricole.
En el mismo sentido, el Fondo Monetario Internacional (FMI) afirmaba
en mayo de 2015 que el yuan “no está infravalorado” y destacaba que pasó
de 7.8 yuanes por dólar en 2007 a 6 yuanes en 2014.
Otra de las acusaciones de Trump es que China está “gravando
enormemente nuestros productos” a pesar de que Estados Unidos no grava
los suyos.
Estados Unidos y Europa, a través de sus cámaras de comercio en
Pekín, se quejan de los derechos de aduana que China impone a las
compañías extranjeras.
Es el caso de los automóviles importados, que deben pagar una tasa
exorbitante de 25 por ciento, a la que se añaden tasas suplementarias para los
modelos de lujo.
Las autoridades justifican su política explicando que estas tasas a
los productos importados son conformes con las reglas de la Organización
Mundial de Comercio (OMC), de la que China forma parte desde 2011 en
calidad de país en desarrollo.
En comparación los vehículos chinos que importa Estados Unidos sólo pagan un 2.5 por ciento.
Sin embargo el futuro presidente estadounidense parece querer aplicar
medidas similares a las de Pekín y ha propuesto un arancel de 45 por ciento a los
productos chinos y de 35 por ciento a los productos de empresas estadounidenses
que hayan llevado sus fábricas al extranjero.
Durante la campaña también propuso subir al 35 por ciento los aranceles para los coches y camiones fabricados al México.
Frente a estas medidas proteccionistas, China se esfuerza en aparecer
a nivel internacional como una defensora del libre comercio. “Vamos
abrir todavía más nuestra puerta”, prometió en noviembre el presidente
Xi Jinping.
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Con información de AFP.