Quienes proponen más restricciones a la inmigración —legal e ilegal— dicen palabras mayores, sugiriendo más sanciones para quienes rompan la ley, más recursos para la frontera y más vigilancia en la fuerza laboral. A decir de los restriccionistas, esto restaurará el imperio de la ley.
Pero aun cuando ocupar la Casa Blanca es algo nuevo para ellos, el hecho es que los restriccionistas en gran medida dictaron la política de EE.UU. hasta hace poco. No sólo sus ideas han fracasado en sus términos, han resultado contraproducentes, creando más ilegalidad que antes.
Crear el problema
Antes de la década de 1920, EE.UU. no tenía una restricción numérica a la cantidad de inmigrantes, por lo que los inmigrantes legales llegaban a raudales. Como proporción de la población, los flujos anuales totales de la inmigración eran cuatro veces más grandes de los que vemos hoy día.
Los restriccionistas —miembros de las alas progresistas de ambos partidos— ganaron la elección de 1920 e inmediatamente impusieron un tope numérico. Esto redujo la inmigración legal en 80 por ciento, vetando a inmigrantes sin importar su salud, riqueza o habilidades.
Esta decisión funesta generó todos los problemas que los restriccionistas le han echado la culpa a sus oponentes desde entonces. “Mientras que la inmigración legal ha sido refrenada al grado que esperaban los defensores de la nueva política, aquella ilegal —la de ‘contrabando’— probablemente ha aumentado enormemente”, reportó The New York Times en 1925.
“Algunos funcionarios calculan que los inmigrantes han llegado clandestinamente a un ritmo de por lo menos 100 al día”.
Las patrullas fronterizas y las deportaciones aumentaron para detener el flujo de inmigrantes no autorizados, pero tuvieron poco efecto. “No tengo duda alguna de que el hombre finalmente deportado está de vuelta aquí”, dijo el secretario adjunto del trabajo al Times. “Fácilmente 50 por ciento de ellos regresa”.
En julio de 1929, el Congreso cedió y dio una “amnistía” o ciudadanía a los inmigrantes indocumentados. Entonces, la Gran Depresión acabó con la demanda de trabajadores, resolviendo temporalmente el problema.
Cuando la economía finalmente repuntó de nuevo después de la Segunda Guerra Mundial, la inmigración ilegal regresó. Esta vez, el Congreso optó por un enfoque diferente: admitir más trabajadores legalmente.
Bajo el programa Bracero de trabajadores invitados, la inmigración ilegal casi desapareció conforme la cantidad de braceros aumentó a casi medio millón a principios de la década de 1960. Los mexicanos aprehendidos eran dirigidos a estaciones fronterizas para recibir credenciales para entrar legalmente.
Pero los restriccionistas no permitieron que la solución perdurara. Por encima de las objeciones vigorosas de la Patrulla Fronteriza, ellos cancelaron el programa a guisa de proteger a los trabajadores estadounidenses. En la siguiente década, todo el flujo legal (y otros más) fue remplazado con inmigrantes que entraban ilegalmente. Para la década de 1980, más de un millón de personas cruzaba la frontera cada año.
Un desfile de soluciones falsas
Los restriccionistas se negaron a aceptar su responsabilidad en este caos y exigieron una ley nueva para restringir el flujo y multar a los empleadores que no revisaron las identificaciones de los trabajadores. En 1986, el Presidente Ronald Reagan, quien creía en abrir más la inmigración legal, aprobó la ley, a la par que obtenía una concesión de legalización para los inmigrantes no autorizados.
Pero la ley fue contraproducente. Antes de 1986, los trabajadores —primero como invitados legales o luego como migrantes ilegales— regresaban a casa al final de cada cosecha, y la población ilegal total en el país creció muy lentamente en el transcurso de la década. (La caída después de 1986 ocurrió gracias a la legalización.)
Pero con más guardias fronterizos, se volvió demasiado riesgoso y costoso circular cada año. En vez de no venir en absoluto, los inmigrantes vinieron e hicieron sus vidas aquí. “Si las acciones de las autoridades se hubieran mantenido en los niveles previos a 1986”, concluyó Douglas Massey de la Universidad de Princeton, “habría habido 5.3 millones menos de entradas indocumentadas netas”.
La población ilegal aumentó tan rápido como la cantidad de agentes fronterizos; ambas se triplicaron entre 1986 y 2000. Sin reconocer su fracaso, los restriccionistas lo intentaron de nuevo, duplicando los agentes fronterizos en la siguiente década, lo cual llevó el nivel a 10 veces más la cantidad de 1985.
Los inmigrantes continuaron entrando por millones y la población en la sombra alcanzó los 12.2 millones en 2007. Conforme aumentó el costo de cruzar, los cárteles se abalanzaron a captar las ganancias del contrabando.
Al mismo tiempo, el requisito de que los empleadores revisaran las identificaciones sólo creó otro mercado negro de documentos falsificados. Ignorando el fracaso anterior, los restriccionistas duplicaron su apuesta en 2008, exigiendo una malla fronteriza y presionando a los empleadores a usar E-Verify, un sistema de verificación de empleo que coteja los números de Seguridad Social contra las bases de datos federales. En vez de eliminar los mercados negros de empleos y documentos, E-Verify sólo ha inflado otro mercado negro de identidades.
La inmigración ilegal finalmente se desplomó después de que estalló la burbuja inmobiliaria, y la población ilegal se redujo de 2007 a 2014. Mientras tanto, ignorando a los restriccionistas, las administraciones de Bush y Obama tranquilamente retomaron el emitir muchas más visas de trabajo para trabajadores mexicanos. El resultado ha sido que ha entrado desde México la misma cantidad de personas en 2016 que en 2006, pero la mayoría lo hacía legalmente.
La administración de Trump podría querer deshacer este progreso. Con cada nuevo fracaso, los restriccionistas nunca han admitido que su política central —restringir la inmigraciónlegal— fue la causa de todas las otras.
No importa que la administración de Obama estableciera récords de deportaciones, nunca fueron suficientes. Aplicar la ley es la única herramienta en el cobertizo restriccionista. Sus muchos intentos fallidos de limpiar sus propios errores es prueba de que simplemente no pueden arreglar el problema hoy día.