Es el resultado de la terrible combinación de dos
padecimientos: la tricotilomanía, o dificultad para controlar el impulso de
arrancarse el cabello, a la que se suma la tricofagia, la compulsión de comerse
el cabello. El resultado es horrible, se le conoce como síndrome de Rapunzel, y
quienes lo padecen terminan en el hospital.
Una mujer estadounidense de 38 años representa uno de
los pocos expedientes documentados de este síndrome. Su caso fue publicado en
la revista médica British Medical Journal (BMJ); es
uno de los 88 pacientes afectados por el síndrome de Rapunzel en todo el mundo
de quienes existe registro.
La enferma con el síndrome, cuya identidad mantiene en
el anonimato, primero se quejó de molestias estomacales; estreñimiento, náuseas
y vómito. Se le veía el vientre hinchado por retención de líquido y muchos
gases.
Comía cada vez menos; en los ocho meses previos a su
ingreso en el hospital perdió seis kilos. Llegó un momento en que era incapaz
de retener alimentos.
Lo primero que hicieron los médicos que la atendieron
en una clínica de Arizona, Estados Unidos, fue una transfusión de sangre para
tratar la anemia con la que llegó. Luego le realizaron una cirugía abdominal y
ahí descubrieron que tenía un denso amasijo de pelo, de unos 15 por 10
centímetros, y otro bulto más pequeño (de cuatro por tres centímetros) en el
intestino delgado.
Ambas bolas fueron extraídas y, como parte de la
recuperación, se le recomendó a la mujer una dieta alta en proteínas.
En algunas personas, el pelo se les llega a acumular a
lo largo de todo el sistema digestivo, desde el estómago hasta el intestino
grueso. La mayoría de las veces se presenta en la infancia: 40 por ciento de
las Rapunzeles tienen menos de 10 años.
Nada qué ver con aquella historia de los hermanos Grimm que cuenta de la
chica que estaba encerrada en lo alto de una torre y la forma de llegar a su
lugar de reclusión era trepar usando su cabello. No la pasaba bien, pero
tampoco se comía su larga cabellera.