En la lista de los mamíferos
más violentos con los de su especie, ni leones ni lobos ni humanos figuran en
los cinco primeros puestos; hay un par de lémures, el mono azul y el
cercopiteco de cola roja, y en la cima, como el peor de todos, el más aguerrido
y letal contra sus hermanos: el suricato.
Este pequeño mamífero, no llega ni al kilo de peso,
apenas 730 gramos, de abundante pelaje, orejas diminutas y parches negros
alrededor de unos ojos grandes que podrían parecer hasta dulces. Según un
estudio liderado por el doctor José María Gómez, de la Universidad de Granada,
en España, uno de cada cinco suricatos –la mayoría la jóvenes– muere a manos de
otro suricatos.
Para llegar a esta conclusión, que se publicó en la
revista Nature, los investigadores
estudiaron el comportamiento violento de más de mil especies de mamíferos,
analizaron alrededor de cuatro millones de muertes documentadas en cerca de
tres mil estudios divulgados en los últimos dos años.
A
través de tan exhaustivo trabajo, se enteraron de que los caballos salvajes,
las gacelas, venados y ardillas terrestres están entre los 50 mamíferos más violentos,
y que las chinchillas se matan entre ellas con más frecuencia que los tigres o
los osos.
Los trabajos de
investigación no trataban sólo de ver comportamientos violentos, sino entender
los orígenes del comportamiento humano. Los expertos compararon los datos recabados de los
animales con 600 estudios sobre violencia entre humanos desde tiempos
ancestrales hasta nuestros días.
Todo lo anterior conduce a Gómez a dos grandes
conclusiones: cierta cantidad de la violencia entre humanos es atribuible al lugar
en el árbol evolutivo y sí, los suricatos son sorprendentemente violentos con
otros ejemplares de su especie.
Un estudio realizado por la Universidad de Edimburgo,
en Escocia, explica cómo los suricatos
dominantes controlan la reproducción en su grupo a través de la violencia;
prohíben a otras hembras que se reproduzcan matando a sus crías a fin de
asegurar suficientes recursos para las crías de parejas alfa.
Según el estudio de Gómez, en los peores tiempos, los
humanos han demostrado ser más asesinos de lo que son ahora; las poblaciones que
vivieron hace unos 3 mil a 500 años eran entre 30 y 15 por ciento más violentos
de lo que se manifiestan ahora.
“La tasa de homicidios en sociedades modernas que
cuentan con fuerzas policiales, sistemas legales, prisiones y una actitud
fuerte de rechazo a la violencia es de menos de una muerte por cada 10 mil personas”,
señala el biólogo evolutivo Mark Pagel, que acompaña en el trabajo a Gómez.
La antropóloga Polly Wiessner, de la Universidad de
Utah, considera que lo que ha hecho José María Gómez es una definición muy
amplia; “una verdadera sopa de cifras, mezclando conflictos individuales con
agresiones organizadas socialmente y rituales de canibalismo, entre otros”, y
agrega que “las fuentes de datos utilizados para la violencia prehistórica son
altamente variables en confiabilidad”.
Para
Wiessner los humanos son mucho más violentos de lo que se puede deducir del estudio
de Gómez. En cuanto a los suricatos, sí que son brutales con sus prójimos.