Una serie de incidentes con fuertes
tintes xenófobos y racistas se registra en varias regiones de Canadá. No se
sabe quién está detrás; ya están siendo investigados por la policía. Lo que sí
se sabe es que estos hechos van en contra dela imagen de Canadá como una sociedad abierta y multicultural, la
misma que hace muy poco abrió sus puertas a 30 mil refugiados sirios.
En mitad
de la noche de un día a comienzos de octubre, volantes con propaganda del Ku
Klux Klan (KKK) envueltos en bolsas plásticas transparentes
fueron colocados ante la puerta de unas pocas decenas de casas en dos pueblos
de la Columbia Británica. Panfletos similares habían aparecido en
localidades vecinas durante el verano, mientras que en las últimas semanas han
sido colgados afiches en contra de los musulmanes y en contra de los sijs en
dos universidades de Alberta.
Investigadores
como James Ellis, quien forma parte de la Red Canadiense de Investigación sobre
Terrorismo, Seguridad y Sociedad (TSAS), estos sucesos no son causa de
sorpresa. “Los indicadores señalan que
parece haber un resurgimiento del extremismo y del terrorismo de
ultraderecha en todo el mundo occidental y no hay ninguna razón especial por la
cual Canadá no verá ocurrir los mismos efectos”.
La ultraderecha canadiense –definida
en términos amplios como aquellas personas que profesan el nacionalismo étnico,
que muestran una fuerte tendencia a creer en la desigualdad entre razas y
grupos étnicos, y que apuestan por el uso de medios radicales para lograr sus
fines políticos– ha recibido impulso de
la retórica antiinmigración, llegado en los últimos meses desde Estados
Unidos y Europa. Y como en otros lugares, en Canadá también se trata de un
sentimiento alimentado por las preocupaciones sobre la inestabilidad económica
y social.
Se estima que en Canadá ha habido al menos 100 grupos de
ultraderecha activos durante los últimos años: desde pequeñas células,
hasta más grandes y mejor organizados, pero que tienden a ser menos violentos
que sus semejantes en Estados Unidos y Europa.
En varios lugares de Estados Unidos, desde Carolina
del Norte hasta California y Pennsylvania, han sido distribuidos volantes pro
KKK como los hallados en la Columbia Británica. Los grupos de derecha en
Estados Unidos están en auge, según el Centro Legal para la Pobreza Sureña, una
ONG que hace seguimiento de los grupos extremistas.
Entre 2014 y 2015, el número de estas organizaciones
aumentó 14 por ciento y las seccionales
del KKK crecieron de 72 en 2014 hasta 190 el año pasado, aunque se
detectó un declive en los “sectores más duros” del movimiento sobre la
supremacía blanca.
Ryan Scrivens, investigador que estudia sobre la
ultraderecha canadiense en la Universidad Simon Fraser de la Columbia
Británica, anota que en el seguimiento a estos movimientos han sido mejores las
autoridades estadounidenses y europeas que las canadienses. “Ellos lo han
asumido, nosotros no. Nosotros pensamos
que somos este perfecto país multicultural, pero no lo somos. No vemos
los mismos brotes porque no tenemos una población tan grande, pero están allí”.
Scrivens y sus colegas han descubierto que la
violencia extremista está diseminada por todo el país y han detectado
centenares de incidentes entre 1980 y 2015; actos de vandalismo, así como
ataques físicos y verbales dirigidos a los
musulmanes, los judíos, las minorías visibles y los aborígenes.
Anthony McAleer, ex miembro de grupos violentos, dice
estar más preocupado por la dirección que está tomando el país que por la
actividad de los radicales. Subraya la retórica del candidato presidencial
republicano, Donald Trump, quien ha propuesto que se prohíba la entrada de
musulmanes a Estados Unidos, así como un proceso extremo de revisión de los
inmigrantes antes de permitirle el ingreso al país: “Aunque Trump lo sepa o no, está moviendo el centro del país y,
cuando empuja ese centro, no puede evitar hacer salir a los extremos”.