Todo sucedió una madrugada del día
10 de diciembre de 2007, en España, cuando el acusado, “sólo o con la ayuda de
terceros, se amputó con un instrumento cortante la mano derecha para cobrar las
coberturas pactadas en ocho pólizas que había contratado con varias compañías
de seguros”, relata el fallo del Tribunal Supremo, dado el día de ayer.
“Después de hacerse un torniquete
para controlar la hemorragia, se dirigió con su coche hacia la carretera
conocida como Camino Viejo de Nules a Moncofar (Castellón) y lo dejó caer por
un terraplén. Acto seguido, colocó la mano que se había cortado a los pies del
asiento del conductor y, después de incendiar el automóvil con una bolsa de
gasolina, llamó al 112 y se tumbó hasta que llegó un policía local que lo
encontró en la misma postura y fumándose un cigarro”, continúa el documento.
Ya luego se dedicó a emprender las
acciones judiciales pertinentes para cobrar las pólizas de seguro suscritas con
las aseguradoras que cubrían, entre otros riesgos, el de fallecimiento, la
incapacidad permanente y absoluta por accidente, y la gran invalidez. El
condenado, agricultor de oficio, tenía problemas económicos para pagar la
hipoteca que había pedido para construir una vivienda.
La Sala de lo Penal del Tribunal
Supremo en Madrid lo condenó a tres años y seis meses de prisión y a devolver
la indemnización que recibió de 335 mil euros (unos 368 mil dólares).
El Supremo rechazó los demás
argumentos de la defensa para exigir la indemnización, como el que asegura que
el acusado sufre un cuadro psiquiátrico grave crónico, con actual diagnóstico
de esquizofrenia paranoide, desde el accidente; o el que indica que el corte de
la mano no fue limpio y se produjo en el momento del accidente, no antes; otro
más que señala que el tramo de carretera donde se salió el vehículo es un tramo
curvo y no recto y, por último, que solo la amputación de la mano no estaba
garantizada en las pólizas contratadas.
Según el fallo, el acusado ocultó a
las distintas compañías aseguradoras que había sido él quien había provocado el
siniestro origen de las lesiones que constituía la base de su reclamación,
“engaño revestido de una apariencia de realidad y seriedad suficientes para
engañarlas, dado lo maquiavélico del plan urdido a tal efecto, hasta el punto
de que al menos tres de ellas –Santa Lucía, Liberty y Axa– le abonaron las
cantidades citadas y las restantes no lo hicieron, pese a las reclamaciones
formuladas”.
La sentencia añade que “el hecho
nuclear del engaño fue amputarse intencionadamente la mano simulando haber sido
consecuencia de un siniestro vial, con una puesta en escena apta para provocar
la apariencia deseada”. Se quedó sin dinero, sin mano y en la cárcel.