Todo parece indicar que en el mundo actual la gente le dedica más horas
al trabajo, dejando –tristemente– de lado la familia, los amigos, el ocio. O al
menos eso dicen los aludidos. Y es posible que sea cierto, porque en una
encuesta diseñada para desvelar el asunto, elaborada y aplicada en 2014, justo
ellos no pudieron contestarla “porque estaban muy ocupados”.
Los hechos concretos señalan que no han aumentado las jornadas laborales
en Europa o América del Norte en las últimas décadas; “las cantidades totales
de trabajo son casi exactamente las mismas”, anota Jonathan Gershuny, del Centro
de Investigación de Empleo del Tiempo, en la Universidad de Oxford.
Gershuny señala que los padres de hoy se preocupan de no pasar tiempo
suficiente con sus hijos, cuando la realidad apunta a que es lo contrario: les
dedican más horas que en las generaciones pasadas. “En los últimos 50 años ha
habido cambios sustanciales; las mujeres hacen menos trabajo sin paga y mucho
más trabajo remunerado, mientras que los hombres hacen un poco menos trabajo
remunerado y han aumentado el trabajo conjunto” , el de casa, el gratis. Es
más, los datos también muestran que las personas que dicen que son los más
activos, en general, no lo son.
Se trata de una cuestión de números; conforme las economías crecen, y crecen
los ingresos de los más ricos, el tiempo se convierte –literalmente– en algo muy
valioso: una hora vale más, y con su valía se experimenta más presión para
exprimir cada minuto a tope. O sea, tanto ajetreo es una cuestión de estatus:
estar ocupado equivale a ser importante.
Y hay de oficios a oficios; no se puede cosechar si no está madura la
siembra, existen límites y lapsos ajenos al individuo. Ahora, en lo que Peter
Drucker, consultor de gestión, llama “trabajo del conocimiento”, el universo
laboral es infinito.
Tony Crabbe, autor del libro Busy: How to Thrive in a World of Too Much (Ocupado:
cómo prosperar en un mundo de demasiado), señala que siempre hay nuevos mensajes
de correo electrónico sin contestar, más reuniones, más cosas para leer, y la
tecnología móvil digital significa que se pueden agregar estos asuntos a la
lista de tareas en el hogar, o de vacaciones, o en el gimnasio. Y sin error
alguno: la persona se siente abrumada. Es insoslayable que el ser humano en
finito; con energía y habilidades finitas, empeñado en una carrera para lograr
lo infinito Se siente obligado a “hacerlo todo”, en el trabajo y en la casa,
cuando conseguirlo es matemáticamente imposible.
La ironía reside en que frente a la sensación de estar “permanentemente
ocupado”, se ubica una marcada ineficiencia para ejecutar las tareas pendientes.
El economista Sendhil Mullainathan y el científico del comportamiento Eldar
Shafir lo describen como un problema de “ancho de banda cognitivo”; sentimientos
de escasez, ya sea de dinero o de tiempo, llenan la mente y perjudican la toma
acertada de decisiones. Entre más ocupado, menos atinada la gestión de tiempo:
a todo se dice que sí, cuando se sabe que la respuesta debía ser “no”, se
prioriza lo menos relevante en el horario estelar, se confunden los valores,
las jerarquías. En pocas y pesarosas palabras: el individuo queda atrapado en
un círculo vicioso, envuelto en la absoluta sensación de estar ocupado, y
estando en realidad más ocupado que antes.
Lo peor, en verdad lo peor, radica en que eso mismo se traslada al
tiempo de ocio, al tiempo con la familia, con los amigos. Sin palabras para
narrar el desenlace, no hacen falta.