La historia de la ropa se remonta a los principios de
la civilización, y no era el pudor el principal motor sino la necesidad de
cubrir el cuerpo de las inclemencias del clima, del sol, de la lluvia. En casi
todos los casos, las prendas ahuyentaban el frío de la entumecida humanidad,
capturaban el calor.
La tendencia ahora –y desde hace varios años– va en el
sentido contrario; desarrollar tejidos capaces de mantener el cuerpo fresco,
aún cuando se practica algún deporte, cualquier tipo de ejercicios o
actividades extremas.
Investigadores de la Universidad de Stanford ya lo
lograron, y su descubrimiento mejora lo que hay en el mercado, que en términos
generales aseguran aumentar la circulación de aire o aprovechar el efecto
refrescante del sudor. El tejido en
cuestión no promete nada, reduce la temperatura corporal hasta dos grados
centígrados, y lo consigue sin que sude la gota gorda quien lo porta.
Los resultados del trabajo de estos científicos los
publicaron en el número más reciente de la revista Science;aseguran que su
aportación podría revolucionar la forma en que la gente viste en climas
calurosos.
El novedoso tejido está hecho de polietileno, la misma
película plástica que se utiliza para separar los polos positivo y negativo en
las baterías de litio, o para envolver alimentos, o para muchísimas cosas más. Refieren
como una de sus principales cualidades a que es virtualmente transparente a la radiación infrarroja media
(IR), que lo convierte en un material ideal para tratar de administrar
el proceso de disipación de calor propio del cuerpo humano; es decir, en sus
palabras: “la gestión térmica personal”.
El material desarrollado tiene poros 100 veces más
pequeños que el grosor de una hoja de papel, lo suficientemente grandes para
dejar pasar las ondas de radiación térmica y el vapor del sudor, pero no las
ondas de luz visible, lo que evita que sea transparente a los ojos, porque de
otra manera, qué pena.
Entre las ventajas del nuevo tejido sobresale que se
trata de un plástico barato, lo que va a permitir la producción en gran escala.
Los científicos aspiran a más, quieren hacerlo mejor:
proponen agregar una malla fina de algodón entre dos piezas del nuevo tejido,
que no alteraría las propiedades refrescantes, pero aumentaría su
resistencia y grosor.
Les falta camino, lo saben, como que aguante muchas
lavadas, encontrar tintes que no alteren la capacidad del tejido de liberar
radiación térmica, y claro, que sea suave, flexible y, si se pueda, con
estampados de moda.