BUENOS AIRES, ARG.— Este jueves 12 de agosto no fue un día más en Argentina. Tampoco en Buenos Aires. Aunque así haya parecido en las zonas más residenciales de la capital porteña, en el ambiente se percibía que no era un día como cualquier otro: se conmemoraban las dos mil rondas que las Madres de Plaza de Mayo hacen cada jueves para exigir la presentación con vida de los desaparecidos políticos de la última dictadura militar.
Dos mil rondas de lágrimas, tristeza y dolor; pero también de dignidad, lucha y valor. Dos mil jueves en los que la búsqueda de la memoria, verdad y justicia se han convertido en el grito que abandera a estas mujeres. Dos mil semanas que las han transformado en un emblema nacional e internacional en materia de derechos humanos.
Las Madres de Plaza de Mayo han apoyado todas las reivindicaciones sociales que han estado a su alcance: lo mismo se han opuesto a la desaparición forzada de personas, que a la homofobia; han peleado contra la impunidad de la misma forma que se han manifestado a favor del movimiento transgénero y travesti; se han opuesto a la libertad de los militares involucrados en la última dictadura de este país, como al hambre, la pobreza y la desigualdad económica.
De ahí que cuando se trata de ellas, no sólo los organismos de derechos humanos se movilizan para apoyarlas, sino amplios sectores sociales. El jueves en la Plaza de Mayo había sindicatos, partidos políticos, colectivos, agrupaciones estudiantiles, burócratas y representaciones de distintos municipios, entre otros, que fueron a rendirles tributo a unas mujeres que se reúnen desde hace 39 años en el mismo lugar.
La conmemoración se da en un contexto político en el que la semana pasada se intentó detener a la líder histórica de las Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini por una causa penal en la que está acusada de desvío de fondos, sin habérselo comprobado; en medio de una crisis económica en la que el gobierno ha decidido aumentar hasta 600 por ciento el consumo de luz, agua y gas; con más de 200 mil despidos desde que Mauricio Macri asumió la presidencia de la República en diciembre pasado, y con movilizaciones permanentes por tener 11 presos políticos desde hace seis meses.
También en medio de la polémica declaración que el mandatario argentino dio el miércoles pasado sobre que desconoce el número de desaparecidos políticos (30 mil) de la última dictadura militar, por referirse a la misma como una “guerra sucia”, y no como los organismos de derechos humanos de Argentina han propugnado: genocidio, y por acusar a Bonafini de desquiciada.
Hebe de Bonafini y la ex presidenta de Argentina Cristina Fernández de Kirchner. Foto: AFP.
Un día diferente
La mañana comenzó con una reunión entre Hebe de Bonafini y la ex presidenta de Argentina Cristina Fernández de Kirchner, en la sede de la Asociación de las Madres de Plaza de Mayo, ubicada en el barrio céntrico del Congreso, a las 12:30 horas.
Después de saludar a cada una de las madres, la ex mandataria recorrió el lugar, miró las fotografías de la pared, almorzó con las mujeres y brindó con ellas. Trascendió entre los medios de comunicación que Hebe dedicó su brindis de la siguiente manera: “Para que Mauricio Macri nos tenga miedo”.
No muy lejos de ahí, a cinco cuadras, tres integrantes del colectivo Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio (H.I.J.O.S.), uno de los colectivos políticos más cercanos a las madres, ingresaron a las oficinas del local de Familiares de detenidos y presos políticos, que utilizan como oficinas. Sacaron una bandera de tres metros de largo y se la llevaron hacia la Plaza de Mayo.
Subieron al metro en la estación Congreso. Le pidieron permiso a la gente para acomodarse. La bandera era muy grande, y ya estaba armada con cuatro palos que sirven para sostenerla, de unos tres metros de alto. Dos jóvenes les ayudaron a abrirse paso en el vagón.
Bajaron en la estación Perú, a una de la terminal Plaza de Mayo, que suponen estará cerrada. Desplegaron la bandera y comenzaron a caminar. Se hicieron espacio entre la gente. Se dieron cuenta que no pueden seguir con la bandera abierta, pues había muchas personas que cantaban, bailaban y gritaban. La plaza estaba llena, como se esperaba.
Los jóvenes de H.I.J.O.S. se encontraron con varios compañeros más de la organización. Decidieron acercarse lo más posible hasta donde se encontraban las Madres que ya empezaban a llegar a la Plaza después de su reunión con la ex presidenta. No lo lograron. Pero ayudaron a que se hiciera una valla que les permitió a las octagenarias mujeres hacer su ronda semanal.
Mientras tanto, arriba del escenario dispuesto en la plaza se realizó un juicio popular al actual gobierno, a cargo de estudiantes del Instituto Universitario Nacional de Derechos Humanos (IUNMa). Se juzgó al presidente Mauricio Macri, la vicepresidenta Gabriela Michetti y los ministros de Hacienda, Justicia, Energía y Salud, Alfonso Prat Gay, Germán Garavano, Juan José Aranguren y Jorge Lemus, respectivamente.
Sobre el escenario se desplegaron seis banners con datos sobre la gestión de cada uno, que constituyen la base de la gestión. El juez, el pueblo soberano, representado por la gente que estaba en el lugar, levantó la mano para juzgarlos, ya con la presencia de las Madres que habían terminado de marchar.
Después de que hablaran diferentes representantes de organismos de derechos humanos, tomó la palabra Hebe de Bonafini: “No es fácil ver esta Plaza llena de gente alegre, feliz, de gente que vino a conmemorar, a acompañar para decirnos que están dispuestos a seguir el camino de nuestros hijos. Pensé mucho sobre qué iba a hablar. Pensé en los partos, el jardín de infantes, la escuela, la universidad, la alegría de tener hijos profesionales, la familia, la alegría de comer juntos”.
Cada palabra de Hebe fue escuchada y posteriormente vitoreada. Hace una semana exactamente se le quiso encarcelar. La gente no lo olvida. Gritó permanentes consignas contra el ataque que ha hecho el gobierno federal de Argentina a los grupos políticos vinculados a la reivindicación por los desaparecidos políticos.
A lo lejos parecía débil. Sin embargo, es todo lo contrario: fuerte y dura. Sus posturas políticas lo demuestran: “Las marchas retornaron, porque desde hace ocho meses en la Casa de Gobierno está otra vez el enemigo”, dijo. Con su pañuelo en la cabeza representa no sólo la lucha de las madres, sino la de miles de personas que en Argentina y el mundo se han sumado a sus reivindicaciones políticas.
“A veces, cuando ellos militaban y no venían a comer los domingos, yo me enojaba, pero ellos me decían: ‘mamá, si comemos todas la semana juntos’. Pensé en cuando tomaron el Colegio Nacional y me mandaban a pedir comida porque estaban arriba del techo de la escuela y los avanzaban con (les lanzaban) las bombas molotov. La alegría de la militancia, el canto, el amor, la pareja. Los compañeros, que eran otros hijos para mí”, mencionó la líder de la Asociación.
“Un día mi hijo mayor me dijo que tenía que guardar a un pibe, le dije que le pregunte al padre, mi marido le dijo que me pregunte a mí y entonces yo dije que sí. Y así empecé a entender el maravilloso proyecto de tanto pibe que se jugó la camiseta para que hoy podamos estar acá en libertad, se jugaron la vida por la patria, por el otro”, comentó.
Parada frente a la multitud, arriba del escenario dijo: “Hijos queridos, todos, los 30 mil desparecidos, los 15 mil fusilados en las calles, los ocho mil 900 presos políticos, más de dos millones en el exilio, pasaron a ser todos nuestros hijos. Es tan hermoso, tan increíble, tan único que todos sean nuestros hijos. No hay en el mundo otras mujeres que, como nosotras, podamos llevar en nuestro vientre, en nuestro cuerpo, en nuestro corazón, tanta responsabilidad por tantos hijos que amamos, que queremos y que seguimos defendiendo”.
“Esta patria, le debe a los desaparecidos una reivindicación, vamos a tener que llenar muchas plazas, compañeros, muchísimas, para reivindicarlos. ¿Saben por qué? Porque hay que tapar tanta mierda que nos quiere imponer que han sido otra cosa. Nuestros hijos fueron revolucionarios. No importa a que grupo revolucionario pertenecían o si estaban en la lucha armada o no. Todos querían una patria como la que nos dieron Néstor y Cristina. Con eso soñaron nuestros hijos”, añadió.
La Plaza de Mayo ocupa un sitio central en la historia de Argentina. Foto: AFP.
La historia de la Plaza
Hoy es el lugar donde los argentinos dirimen y debaten lo que conocen como democracia. Pero la Plaza de Mayo ocupa un sitio central en la historia del siglo XX y XXI en este país.
En 1955, la Fuerza Aérea bombardeo la plaza durante el golpe militar a Juan Domingo Perón; en abril de 1982, vio cómo Leopoldo Fortunato Galtieri, último presidente de la dictadura militar de 1976-1983, le declaraba la guerra al Reino Unido e invadía las Islas Malvinas para recuperarlas.
En 1983, fue el sitio donde Raúl Alfonsín dio su primer discurso como presidente de la nación, cuando regresó la democracia al país, y fue el lugar en el que frente a miles de personas se despidió Cristina Fernández de la presidencia de la República en diciembre de 2015.
Pero ante todo es el epicentro de las Madres de Plaza de Mayo. Nada pasa ahí sin su mirada, velo, manto y pañuelo. Sin sus frases. Son el referente más importante de ese lugar en los últimos 39 años de historia, cuando un puñado de ellas llegó el 30 de abril de 1977 para iniciar con las rondas.
Una conversación
En medio del bullicio que había en la plaza, la conversación de dos personas se hizo notar. Eran una mujer mayor, de unos 75 años, y un joven de 27. Ella abiertamente Kirchnerista. Él con sus recelos. No dejó de apoyarlas, pero criticó la corrupción de los gobiernos anteriores.
Ella le preguntó sobre las diferencias entre los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández y el actual de Mauricio Macri.
—La corrupción —dijo casi inmediatamente.
—Explícame eso —le pidió ella.
—Sí. Los gobiernos anteriores eran más corruptos que el actual —aclaró el joven.
—Es decir que para ti el origen de la riqueza de la familia de Mauricio Macri no es corrupta —respondió ella.
—Sí lo es, pero él no ha estado directamente involucrado en casos de corrupción —aclaró el joven.
La mujer iracunda lo interrumpió y le dijo:
—Te recuerdo que el origen de la riqueza de su familia se remonta a las negociaciones que hicieron con la Junta Militar durante la última dictadura.
El joven se quedó sin argumentos. Se despidió. Se dio media vuelta y se fue. Este tipo de discusiones que hoy se presentan en la plaza, ocurrieron también hace una semana cuando el mismo día que intentaron detener a Hebe de Bonafini otro chico se acercó a un hombre mayor para decirle que Mauricio Macri era un buen presidente, pero que le faltaban asesores políticos. El resultado de dicho atrevimiento fue que el hombre le lanzó una patada al muchacho.
Es una conversación recurrente en las familias y entre los amigos, que ha dividido al país prácticamente a la mitad. Es una plática que suele terminar en peleas.
Argentina vive hoy en medio de dos proyectos, el que representa el actual gobierno y que en las pasadas elecciones fue votado por 51 por ciento de la población y que encabezan decenas de organismos como las Madres de Plaza de Mayo, que hoy son oposición.