En Nayarit existen extensas plantaciones de tabaco, mismas que trabajan indígenas e inmigrantes bajo condiciones inhumanas, según da cuenta un artículo de The New York Times.
Es dichas plantaciones “no tenían agua potable ni sanitarios. Cuando recibían su paga —cerca de 35 dólares a la semana por familia— la gastaban en comida, agua e incluso en combustible para las lámparas que les ayudan a trabajar durante la noche”, contó a TNYT César Rodríguez, el autor del fotorreportaje.
Con esos paupérrimos salarios, las familias tienen que arreglárselas para comer, vestir y protegerse de los daños físicos que les causa el mismo trabajo, aunque “muchos renuncian a ir al médico para no dejar de comer”, publica el diario.
Se trata se situaciones de pobreza extrema, desigualdad e injusticia social. Estas familias olvidadas por el gobierno, por su propia gente, por todos los que consumen tabaco, viven “al día”, y no pueden aspirar a ningún otro estilo de vida más allá de lo que sus pies descalzos les permiten caminar. Son parte de la imparable espiral de pobreza que hay en México.
“El fotógrafo explica que los miembros del grupo indígena huichol llegan desde los estados de Nayarit, Jalisco y Durango, huyendo de la pobreza y sobreviviendo penosamente del cultivo de la tierra. La temporada del tabaco se extiende de enero a junio, y en los campos se ven familias enteras”, añade el New York Times.
“Además de fotografiarlos, Rodríguez entrevista a los trabajadores para hacer una obra multimedia sobre sus condiciones laborales infrahumanas, y se ha a comprometido a continuar con el proyecto para ver si logra algún cambio: quiere que las compañías que compran el tabaco de esas plantaciones usen su influencia para exigir cambios”.
César Rodríguez comentó a The New York Times que British American Tobacco Mexico es la compañía que compra el tabaco cosechado por los huicholes, y forma parte de las “mejores empresas para laborar”, debido a las excelentes prestaciones que brinda a sus empleados.
Sin embargo, dichos beneficios no llegan a las manos de la gente que inicia la cadena de producción, con la cuál se benefician las grandes empresas tabacaleras, y venden millones.
César Rodríguez, de 32 años, quería ser fotógrafo pero sus miedos e inseguridades lo paralizaron. En cambio se dedicó a administrar su negocio de chocolates en Tepic.
“Cinco años después de estar al frente de su tienda, una fotografía que por capricho envió a un concurso (una imagen en la que retrataba a los clavadistas de La Quebrada, le dio notoriedad. Pensó que podía regresar a tomar fotos y tal vez viajar a lugares remotos para captar las imágenes exuberantes y bucólicas que siempre había visto en National Geographic”, señala The New York Times.