Un
comité parlamentario británico descubrió recientemente lo que muchos miembros
de las comunidades musulmanas han sabido durante años: que las mujeres
musulmanas enfrentan la discriminación debido a su género, su origen étnico y
su religión.
Como
los miembros menos favorecidos de las comunidades con mayores privaciones
sociales y económicas del Reino Unido, las mujeres musulmanas enfrentan niveles
astronómicos de desempleo e inactividad económica. En 2015, las cifras de ONS
mostraron que solo 35 por ciento de las mujeres musulmanas de entre 16 y 64 años
tenían un empleo. Esta cifra contrasta con el 69 por ciento del total de las
mujeres británicas en el mismo intervalo de edad. También se nos indica que 58
por ciento son económicamente inactivas (es decir, que no buscan un empleo).
Esto se compara con 27 por ciento de las mujeres en edad de trabajar de toda la
población británica.
El
comité también concluyó que, aunque las mujeres musulmanas sufren un “triple
castigo” debido a su género, origen étnico y religión, es ésta última la que
plantea los mayores obstáculos. Los musulmanes enfrentan la discriminación en
muchas áreas de la vida pública, pero las mujeres tienen mayores desventajas
debido a que son consideradas pasivas, poco informadas y carentes de interés
por el mundo más allá de la puerta de su casa.
Las
mujeres islámicas, especialmente aquellas que visten atuendos islámicos,
representan lo que se considera como una fe retrógrada que perturba el estilo
de vida occidental. El islam también es considerado como una barrera para su
desarrollo fuera de casa, debido a que insiste en la función de las mujeres
como cuidadoras y amas de casa. Claramente las obliga a cubrirse el cabello y el
rostro y las excluye del pensamiento y de la gobernanza islámica.
Un
gran número de mujeres musulmanas en el Reino Unido afirman que son los efectos
cruzados de la islamofobia, que comprenden el uso público de estereotipos e
interpretaciones del islam dominadas por los varones, las cuales provienen del
interior de las comunidades musulmanas, o las suposiciones hechas por no
musulmanes, lo que en realidad las limita.
Desde
hace algún tiempo, han buscado defenderse, particularmente en los años
posteriores al 9/11. Las comunidades musulmanas han estado bajo una estricta
vigilancia y las mujeres han tenido que desempeñar distintas funciones en su
familia. Las esposas, madres y hermanas de hombres acusados de actividades
“terroristas”, o encarcelados por esa razón, han asumido responsabilidades que
tradicionalmente pertenecían a los varones. Otras han sido sometidas también a
vigilancia.
Estas
mujeres se han politizado rápidamente y son activas en los escenarios públicos.
Han participado en campañas para contrarrestar la islamofobia y las actitudes
patriarcales en sus comunidades étnicas y religiosas.
El
gobierno británico también alienta a las mujeres musulmanas para que actúen
como “enlaces” entre las comunidades musulmanas y la sociedad británica en
general. Por ejemplo, el programa para Prevenir el Extremismo Violento, que
estuvo en funciones entre 2007 y 2010, alentó a las mujeres musulmanas a
desempeñar una función mayor en la vida cívica. La idea era prevenir el
extremismo y promover la integración de los musulmanes.
Representación institucional
En 2010, tres mujeres
identificadas con musulmanas fueron electas en la Cámara de los Comunes. A
ellas se unieron otras cinco mujeres en 2015. El número de mujeres musulmanas
en los consejos locales también se ha incrementado en la era posterior al 9/11.
Estas
elecciones constituyeron la culminación de la participación de las mujeres
musulmanas en la política partidista durante la década de 2000. Y aunque la
mayoría de estas mujeres hacen énfasis en que representan a todo el electorado,
independientemente de su género, origen étnico, raza o fe, muchas personas
piensan que ellas son responsables de cambiar la manera en que se percibe a las
mujeres musulmanas. También desean mostrar que realizan una valiosa
contribución a la sociedad británica. Algunas de ellas también han puesto en
tela de juicio el sistema basado en clanes entre las comunidades musulmanes, el
cual promueve a los varones como líderes comunitarios y políticos, al tiempo
que excluye a las mujeres.
Asimismo,
una cantidad mucho mayor de mujeres musulmanas participan actualmente en
organizaciones que trabajan no sólo con temas relacionados con las mujeres
musulmanas, como el hecho de empoderarlas para hacer frente a las prácticas
culturales y religiosas opresoras, sino también para incrementar las
capacidades de las mujeres musulmanas. Estas organizaciones les proporcionan
los conocimientos y habilidades necesarias para incorporarse a la vida pública
y al mercado laboral.
Las
mujeres musulmanas también han participado activamente en la política
callejera. En la década de 2000, niñas y jóvenes formaron parte de manera
destacada en el movimiento Alto a la Guerra y, más recientemente, han
participado al dar apoyo a los refugiados sirios.
Ellas
contrarrestan la dominación masculina dentro de sus comunidades al poner en
tela de juicio la manera en que las mezquitas están dominadas y dirigidas en el
Reino Unido por comités exclusivamente masculinos. Algunas organizaciones
femeninas planean construir mezquitas únicamente para mujeres, mientras que
otras han pedido transparencia en las estructuras gubernamentales de las
mezquitas. Todas ellas ejercen presión para que haya más mujeres que participen
en la toma de decisiones.
De
esta manera, las mujeres musulmanas trabajan duro para aumentar su presencia en
los escenarios públicos y acabar con estereotipos. Dicho lo anterior, es un
hecho reconocido que demasiadas mujeres musulmanas aún permanecen en los
márgenes de la sociedad y de la economía. El apoyo del Estado es muy importante
para ayudarles a asumir un papel protagónico.
Sin
embargo, es importante mostrar que las mujeres musulmanas no son pasivas ni
están aisladas en la forma en que sugieren las representaciones en los medios
de comunicación. Son personas por derecho propio.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.
Khursheed
Wadia es investigadora principal del Centro para el Estudio de la
Seguridad y el Bienestar de la Universidad Warwick.
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Publicado en colaboración con Newsweek / Published in colaboration with Newsweek