A estas alturas,
es ya un hecho muy conocido que las prácticas de negocios de Donald Trump han,
digamos, provocado asombro en algunas personas. No sólo tiene antecedentes de
demandar y ser demandado más allá de lo que se haya visto hasta el momento en
la política de Estados Unidos, sino que además no se arrepiente en absoluto de
las duras tácticas que utiliza.
Por ejemplo,
muchas fuentes de negocios (como CNN) han informado que, desde hace mucho
tiempo, Trump ha firmado contratos y después los ha renegociado para tratar de
cambiar los términos del acuerdo, aun después de que la otra parte ha
desempeñado su trabajo según lo prometido.
Recientemente,
analicé el enfoque de Trump con respecto a los contratos en el contexto de
su disputa con Ted Cruz y “la promesa” que todos los candidatos
presidenciales republicanos firmaron para apoyar al futuro nominado. En el
presente artículo, deseo analizar la cuestión más general de lo que el belicoso
enfoque de Trump con respecto a sus prácticas de negocios sugiere acerca de la
forma en la que él gobernaría.
Trump podría decir
que sería bueno que una persona experta en quebrantar la ley esté a cargo de
redactar e impulsar el cumplimiento de la misma. La cultura popular está llena
de historias (muchas de ellas basadas en la realidad) acerca de tipos malos
que, tras una rentable carrera en el lado incorrecto de la ley, utilizan sus
conocimientos para detectar y castigar las fechorías de otras personas.
Por ejemplo, los
piratas informáticos en ocasiones se pasan del lado de los organismos de
aplicación de la ley. (Sin embargo, generalmente, su cambio de postura está
impulsado por la posibilidad de terminar en la cárcel.)
¿Acaso Trump se
presenta como un moderno Cary Grant de To Catch a Thief(Para atrapar al ladrón), es decir,
como un bribón que ahora puede utilizar sus conocimientos de las áreas más
oscuras de la ley para lograr algo más que una ganancia financiera personal?
Trump lo ha
insinuado así, cuando dijo durante las elecciones primarias que “Tengo
maravillosas personas” (desde luego) que le permiten pagar la menor cantidad
posible de impuestos. Como es su costumbre, Trump se mostró totalmente falto de
modestia: “¿Quién conoce el sistema, quien conoce el código fiscal mejor
que yo?”
En realidad, lo
que ha dicho es que son las “maravillosas personas” a las que contrata quienes
conocen el código fiscal, de manera que debe creer que puede hacer que esas
personas trabajen para el gobierno para revelar los secretos de la minimización
fiscal.
Sin embargo, ¿esas
personas estarán dispuestas a hacerlo? Si, al igual que Trump, esas personas
consideran a todas las transacciones como una oportunidad de adquirir la mayor
ventaja posible, entonces se les deberá pagar una cantidad enorme de dinero
para que trabajen para el gobierno, o deberán tener alguna otra razón egoísta
para trabajar en el Departamento de Tesorería del gobierno de Trump.
Si realmente Trump
tiene trabajando para él a genios legales capaces de escatimar hasta el último
centavo al sistema fiscal, el valor de mercado de éstos estará muy por encima del
tabulador de salarios del gobierno. Sin embargo, sabemos que lo último que
quieren los republicanos del Congreso es proporcionar más fondos al
Departamento de Tesorería o, más en general, a la recaudación de impuestos. De
esta manera, es poco probable que los expertos fiscales de Trump estén
interesados en trabajar para el gobierno.
La única manera de
lograr que tales personas compartan sus secretos con el gobierno sería
encontrar a aquellas que podrían temer ser enjuiciadas algún día por realizar
actividades ilegales. Es posible que Donald Trump indulte a esas personas para
que trabajen por muy poco dinero en un puesto gubernamental, pero si ese es su
plan, aún no lo ha revelado.
El problema
fundamental para Trump es que desea afirmar que existe una línea brillante
entre las estrategias fiscales legales e ilegales, y que él (y sus maravillosas
personas) saben exactamente cómo encontrar esa línea, mientras que todos los
demás lo ignoran. Esto es una fantasía, y él lo sabe.
De hecho, la razón
que adujo para no revelar sus declaraciones fiscales (como lo han hecho todos
los candidatos presidenciales desde 1968, un año que Trump ha adoptado con
entusiasmo como un candidato de “ley y orden”) es que existen demasiadas áreas
poco claras en la ley fiscal.
El candidato
afirma que, cuando terminen las auditorías, gustosamente hará públicas sus
declaraciones. ¿Pero para qué esperar? Si la ley es clara y él se encuentra del
lado correcto de la misma, entonces no tendría de qué preocuparse.
Trump piensa que
el gobierno lo está tratando injustamente. Pero si tiene razón cuando dice que
nunca ha cruzado esa línea, entonces puede avergonzar a los auditores del
Departamento de Tesorería adelantándose y mostrándole al mundo lo ridículas que
son sus sospechas.
En realidad, Trump
le está apostando al argumento de “Nunca me han atrapado”. (Por
ahora, dejemos de lado las veces en las que sí ha sido atrapado.)
Nos reiríamos si
alguien nos dijera, “Es obvio que nunca he excedido los límites de velocidad
porque nunca me han multado.” Sin embargo, Trump (al igual que Mitt Romney
antes que él) se basa en la afirmación de que utiliza “todos y cada uno de los
elementos que se encuentran dentro de la ley” para “pagar lo menos que sea
posible”. Incluso afirma que ese es “el estilo estadounidense”.
En otras áreas de
la ley, más allá de los impuestos, Trump ha hecho afirmaciones similares. No ha
mostrado ningún escrúpulo al utilizar las cortes de quiebra para dejar con
pérdidas a sus inversionistas y antiguos socios al tiempo que él mismo se
enriquece. Es famoso el hecho de que ha contratado a inmigrantes ilegales para
trabajar para él y que después se ha rehusado a pagarles .
Sin embargo,
ahora, Trump dice que no debería ser juzgado negativamente por ninguna de estas
cosas debido a que sólo hacía lo que haría cualquier buen empresario. ¿Por qué
no hallar cualquier ángulo y aprovechar cualquier ventaja? Si no lo haces,
afirma, entonces eres un estúpido.
Tras la
pésimamente concebida decisión de la Suprema Corte en el caso Hobby Lobby de 2014, pregunté: “¿Habrá ahora
una fiebre de declaraciones de motivos religiosos por parte de las
corporaciones?” La idea es similar a lo que dice Trump acerca de sus prácticas
de negocios.
Si la corte afirma
que el hecho de tener creencias religiosas sinceras es una vía potencial para
reducir los costos (mi ejemplo fue el de una objeción religiosa ante las leyes
relacionadas con los salarios mínimos, la cual es una declaración que ya se ha
presentado realmente en la corte), entonces, ¿por qué una empresa no se
sentiría impulsada a seguir por esa ruta?
Por supuesto, más
allá de las leyes existentes y de cómo aprovecharlas tal y como están escritas,
la versión del Estilo Estadounidense de Trump sugiere que las empresas deben
hacer todo lo que sea posible para modificar las leyes en su propio provecho.
¿Deben detenerse
justo al borde del soborno descarado en cumplimiento con nuestras leyes de
financiación de campañas, que son increíblemente porosas? ¿Por qué deberían
hacerlo? El riesgo de quebrantar la ley, ser atrapado y castigado es, desde el
punto de vista de Trump, tan sólo una parte del costo de hacer negocios. ¿Qué
clase de tonto se detendría hasta que le quedara absolutamente claro lo que puede
conseguir?
Sin embargo,
quizás lo que Trump esté diciendo es, “Conozco las debilidades de las
leyes. Ahora, aprobemos leyes para detener a las personas que, como yo, se han
pasado de la raya en relación con los impuestos, las leyes de quiebra, el daño
al medio ambiente y la explotación de sus contratistas y trabajadores.”
Trump indica que
la razón por la que se rehusó a recibir contribuciones de campaña (aunque en
realidad sí recibió contribuciones de campaña) fue que deseaba estar por encima
de las influencias corruptoras del dinero.
Sin embargo, dado
que se ha rehusado terminantemente a garantizar que dejará de participar en sus
intereses de negocios mientras ocupe la Oficina Oval, Trump hace que sea
especialmente difícil creer que su propósito sea convertirse en el antiguo
ladrón que muestra a los policías cómo detener la actividad ilegal.
Él piensa que su
deber es ser un empresario inteligente y, por esa razón, utilizar cualquier
ventaja para maximizar su riqueza. Como presidente, simplemente tendrá un mayor
acceso a las palancas que crearán ventajas aún más rentables.
Aun cuando
estableció un importante cortafuegos entre sus actividades políticas y su
avaricia personal, Trump no ha hecho nada para sugerir que piensa que ha hecho
algo malo. No ha dicho “Saben, descubrí que es increíblemente fácil robarse los
salarios de los trabajadores, pero esto me hace sentir sucio, y por ello,
quiero asegurarme de que esto nunca vuelva a ocurrir.”
De manera similar,
Trump no ha dicho que el concepto de quiebra es conveniente en algunas
circunstancias pero, dado que ese sistema es utilizado de manera abusiva por
personas como él, debe ser modificado para evitar tales abusos. En otras
palabras, no ha sugerido que su objetivo sea eliminar las prácticas cercanas a
lo ilegal en las que ha participado durante toda su carrera.
Trump ha utilizado
la idea básica de los negocios, que consiste en minimizar los costos, como una
justificación multiusos para todo lo que ha hecho, sin importar lo que sea.
Cuando ha sido sorprendido yendo demasiado lejos, ha utilizado tácticas para
arrasar con todo lo que pudiera resultar útil a sus adversarios para evitar que
el peso de la ley caiga sobre él. Ataca a los jueces que fallan en su contra y
amenaza con “utilizar las leyes del
libelo” para castigar a las organizaciones noticiosas que sacan a la luz sus
actividades.
Estas no son las
palabras o las acciones de una persona que de repente ha decidido que está
cansada de la fealdad del mundo y desea utilizar sus habilidades para
convertirlo en un lugar mejor. Parece estar interesado únicamente en justificar
todo lo que he hecho insinuando, “Bueno, tendrías que ser un estúpido para no
hacerlo si pudieras salirte con la tuya.”
Y eso nos dice
todo lo que necesitamos saber sobre cómo la “experiencia” de negocios de Trump
influiría en su forma de pensar si es que alguna vez tiene la oportunidad de
estar cerca de la Casa Blanca.
Harry Truman vivió
de acuerdo con la siguiente máxima: “Yo me hago responsable”. Trump la
reemplazaría con: “Aprovecharé cualquier cosa que me sirva para salirme
con la mía.”
Este artículo apareció por primera vez en el sitio Dorf on Law.
Neil H. Buchanan es economista y erudito en Derecho, catedrático de Leyes en la
Universidad George Washington y miembro de alto rango del Instituto de
Investigación sobre Leyes e Investigación Política de la Universidad Monash en Melbourne,
Australia. Imparte cátedra sobre leyes fiscales, políticas fiscales, contratos
y leyes y economía. Sus investigaciones abordan los patrones a largo plazo de
impuestos y gastos por parte del Gobierno Federal,
centrándose en los déficits presupuestarios, la deuda nacional, los costos de
atención a la salud y la seguridad social.
—
Publicado en colaboración con Newsweek / Published in colaboration with Newsweek