Muchas disciplinas opinan respecto de este tipo de
amor. Desde la filosofía se mira como una debilidad del ser. La sociología, por
su parte, habla de un aprendizaje reforzado por el machismo. La antropología lo
enfoca desde una expresión de la masculinidad inmadura y de mentalidad
posesiva. La psiquiatría y la psicología le buscan una explicación en lo
emocional, hablan de desapego no resuelto, de traumas no superados y de la
necesidad –exacerbada– de pertenencia.
Digan lo que digan los científicos y expertos teóricos
en la materia, el que está involucrado en una relación de amor enfermizo sufre,
sin ninguna duda. Que el que ama cela, soporta, aguanta, se desvive, teme y se
calla. No, no es cierto, estos son inventos de la patología amorosa.
Los enfermos de amor son los que reproducen
comportamientos apoyados en vivencias traumáticas, llenas de desvinculaciones,
abandono, y con una fuerte angustia por el fantasma de la separación. Están
atados, de la cabeza a los pies, y se justifican en la cultura de la pasión
amorosa.
El solo pensar que si no está con uno, está con
alguien más la persona amada los llena de malestar. Se convierten en dependientes
emocionales y pierden la capacidad de racionalizar lo que perciben, lo que
hacen y, para colmo, no valoran las consecuencias de su conducta.
El amor patológico es demandante, vive colgado de la
pareja, es un ‘te quiero porque te necesito’ sin tregua. Es más fuerte que la
voluntad; es la certeza completa de que la felicidad está en la pareja. Les
agobia más que su soledad, imaginar que llegue a estar con otra persona que
pudiera interesarles, que pudiera gustarles. No importa la cantidad de certeza
que su ‘amor’ le dé a diario, el número de llamadas que le informe dónde está
en qué momento: la duda persiste, permanece al acecho, desquicia.
Si al amor mal sano se le agrega unas copas de vino,
un poco de marihuana, dos tres rayas de cocaína, la patología explota. De
hecho, es un riesgo real que el amante patológico tenga una pistola, o
cualquier tipo de arma. Hay que tener presente como aviso de precaución aquello
de que ‘si no eres mía(o) no serás de nadie’.
El amor patológico no es amor, es una patología de la
dependencia psico-emocional, afectiva, que se origina de la propia existencia.Los amores patológicos se dejan, las patologías
del amor se curan, se superan; ambos son disfuncionales, asfixiantes
existencialmente sufribles.