De acuerdo con un eslogan familiar a favor de los derechos a poseer armas, “Si se proscriben las armas, sólo los proscritos las tendrán.”
Este eslogan es literalmente cierto. Por definición, las personas que poseen armas de fuego violando la ley son criminales.
Sin embargo, el poder de este eslogan proviene del hecho de que tales personas son criminales no sólo porque están violando la ley que prohíbe la posesión de armas de fuego, sino también porque el tipo de personas dispuestas a poseer un arma de fuego violando la ley también tienen probabilidades de violar la ley en otros sentidos. Esas personas están inclinadas a cometer otros delitos, ayudadas por su arma de fuego.
Peor aún, dado que los ciudadanos respetuosos de la ley se encuentran desarmados en un mundo donde las armas de fuego están proscritas, un criminal armado tiene mayores probabilidades de tener éxito en sus diversos actos delictivos porque lo único que necesita es evadir a la policía. Los civiles ordinarios desarmados no constituyen ningún rival para él.
Sin embargo, el eslogan relacionado con las armas de fuego y los proscritos tiene otro aspecto. Podríamos enunciarlo de la siguiente manera: “Cuando las armas de fuego no se proscriben, los proscritos se mezclan con los ciudadanos comunes”. Mientras los estados y las localidades permiten cada vez más la portación abierta de armas de fuego en público, se vuelve cada vez más difícil detectar y aprehender a las personas con intenciones criminales.
Pueden producirse las siguientes desventajas. En primer lugar, los ciudadanos respetuosos de la ley y la policía podrían bajar la guardia. En la jurisdicción que prohíba la portación abierta de armas de fuego, un civil o un oficial de policía que vea a una persona que lleva un arma de fuego tendrán motivos para mostrarse suspicaces y mantenerse alerta.
En contraste, en las jurisdicciones que permiten la portación abierta de armas, es posible que el solo hecho de llevar un arma de fuego en público no provoque el tipo de suspicacia que la policía necesita para detener a una persona. Como resultado, un criminal en tal jurisdicción puede obtener una ventaja crucial. Incluso unos cuantos segundos pueden ser muy importantes, aun si, por ejemplo, el cajero de la tienda de conveniencia también está armado.
En segundo lugar, y debido a la primera dinámica, si un gran número de personas portan armas de fuego abiertamente, ello producirá una escalada mortal. El cajero que vea a un cliente con una pistola en la cadera o un rifle colgando de su hombro podría pensar, “Puede que sea un ciudadano respetuoso de la ley que sólo ejerce su derecho a portar abiertamente un arma de fuego, pero podría estar planeando apuntarme con esa arma mientras vacío la caja registradora para él. Es mejor que no me arriesgue. Sacaré mi pistola primero.”
Como lo muestra un segmento de The Daily Show, en una de las denominadas situaciones de tiradores activos, resulta extremadamente difícil distinguir entre un “tipo bueno con una pistola”, y un “tipo malo con una pistola”. Las leyes que permiten la portación abierta de armas de fuego hacen que prácticamente cualquier encuentro público pueda convertirse en una situación de ese tipo.
En tercer lugar, la tendencia a asumir la mentalidad de “disparar primero y preguntar después” que fomentan las leyes que permiten la portación abierta de armas tendrá un importante sesgo racial. En el instante que los civiles legalmente armados y los oficiales de policía tienen para averiguar si la persona armada que tienen enfrente es un tipo bueno o malo con una pistola, es probable que utilicen la heurística. Aún los policías bien entrenados que no conscientemente racistas actuarán probablemente en respuesta a un sesgo racial implícito.
El horrible tiroteo de oficiales de policía en Dallas, ocurrido la semana pasada, fue aún más terrible debido a este tipo de dinámica. Antes de confrontar y matar al francotirador que cometió los asesinatos, la policía de Dallas tuiteó una foto de Mark Hughes, pidiendo la ayuda del público para aprehenderlo como “sospechoso” del tiroteo.
Sin embargo, resultó que Hughes era inocente. Había marchado en la protesta pacífica de Black Lives Matter llevando un rifle, a lo cual tiene derecho legal de acuerdo con la ley de Dallas que permite portar armas de fuego abiertamente. Cuando se produjo el tiroteo, Hughes, que es de raza negra, entregó su rifle rápidamente y por iniciativa propia a la policía para su propia protección. Tras interrogarlo, Hughes quedó completamente libre de toda sospecha, aunque se le sometió claramente a un horrible tratamiento en las redes sociales.
Las cosas pudieron haberse puesto bastante peores para Hughes. Sin duda, tiene razón al decir que “pudieron haberme disparado fácilmente” si no hubiera mostrado rápidamente que no era una amenaza. De hecho, se encontraba en riesgo a pesar de haber actuado de esa manera. Aparentemente, Philando Castile, muerto a tiros por la policía de Falcon Heights, Minnesota tras ser detenido en la carretera la semana pasada, notificó a los oficiales de policía que portaba legalmente un arma de fuego, tomando el mismo tipo de precaución que Hughes, pero los policías le dispararon de todos modos.
Reconozco que existe la posibilidad de que surjan más datos acerca de ambos incidentes, pero el fenómeno básico es innegable. En términos prácticos, en 2016, las leyes que permiten que las personas portan armas de fuego en público (ya sea abiertamente, como en Texas, u ocultas, como en Minnesota) permiten que las personas de raza blanca porten armas de fuego.
Las personas de color, especialmente los varones afroestadounidenses, pueden hacer uso de estas leyes sólo bajo su propio riesgo.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek