El sitio para poder ver miles de luciérnagas brillantes, en medio de la oscuridad del bosque y bajo ninguna otra luz más que la de la luna, es Nanacamilpa, en el estado de Tlaxcala.
En este pequeño lugar de la provincia de México hay ocho santuarios de luciérnagas, todos resguardados en el bosquey muy cercanos el uno del otro, aunque no hace falta visitarlos todos pues en todos se ve lo mismo: un espectáculo natural como ningún otro.
No se necesita de nada más para disfrutar, únicamente conectarse con la naturaleza, guardar silencio y poner atención a lo que la oscuridad ofrece. Incluso hay momentos en que son tantas luciérnagas brillando al mismo tiempo, que se paran sobre los absortos y emocionados turistas.
Es un espectáculo familiar recientemente consolidado en el Parque Piedra Canteada, en Tlaxcala, a unos 75 kilómetros de la Ciudad de México, donde diversos lugareños se organizaron para formar una cooperativa rural que los sacara de la pobreza y pudieran abandonar la tala de árboles.
Se les ocurrió que aprovechar a las luciérnagas como atracción turística sería la fórmula. La actividad comenzó años antes, pero fue hasta 2011 que la idea comenzó a comercializarse, se le dio publicidad y la misma gente que vivió la experiencia empezó a hablar del espectáculo.
En todo el mundo, la deforestación y el crecimiento urbano amenazan a más de 2 mil especies de luciérnagas, según información de la agencia de noticias AP.
La manera de acceder es llegar a Tlaxcala, y luego a Nanacamilpa, y contratar a uno de los guías. El precio es de aproximadamente 50 pesos por persona, a cambio de presenciar el espectáculo de luces desde las mejores y menos peligrosas zonas del bosque, sin correr el riesgo de extravío. Los guías como José proveen información valiosa respecto al tipo de vegetación del bosque, sobre la fauna que se puede ver y narran el ritual de apareamiento de las luciérnagas, pues a eso salen noche tras noche durante esta temporada del año, a buscar aparearse.
“Es como una fiesta”, dijo José, uno de los lugareños que dejaron de talar árboles para convertirse en guías de turistas. “Tan pronto como cae el sol ellas comienzan a despertar y a brillar, buscando a una pareja para pasar la noche. Por eso, en un lapso de dos horas, de pronto se ven menos y menos luciérnagas, pues ya tuvieron la suerte de encontrar a otra luciérnaga, y se esconden en el bosque donde ya nadie las ve”.
AP dice que la cooperativa de 42 familias aún tala algunos árboles, pero han preservado más de 630 hectáreas. Además planean sembrar más de 50 mil pinos en las áreas que talan cada año.
Las luciérnagas se pueden ver en Nanacamilpa durante tres estaciones del año, pero junio, julio y agosto son la época de apareamiento. Durante invierno muchas de ellas mueren, pues en las zonas boscosas que habitan generalmente caen heladas y ellas no las soportan.
“En Piedra Canteada, la cooperativa adquirió un pequeño aserradero en 1998 para poder vender madera cortada a un precio más elevado, en lugar de los puros troncos. El aserradero da trabajo a los residentes y un ingreso que va más allá de la temporada de luciérnagas”, afirma AP.
El espectáculo dura aproximadamente dos horas, hasta que poco a poco las luciérnagas van apagando su luz para dar paso a la ensordecedora oscuridad de la montaña.
Es así como un minúsculo insecto logró negociar con los pobladores de Nanacamilpa para que en lugar de destruir su hogar talando árboles, la actividad económica virara hacia el turismo y trajera mayores ingresos a la comunidad.
Como en un eco, todo el estado de Tlaxcala resulta beneficiado, pues no sólo es la observación de las luciérnagas, es también la industria hotelera, las actividades ecoturísticas; los miles de turistas que aprovechan la estancia en Tlaxcala para ir a la “huamantlada”, al Museo Nacional del Títere; y por supuesto, la degustación gastronómica que incluye muéganos tlaxcaltecas y pulque.