PETE WILSON, el gobernador de California, no daba marcha atrás. Después de hablar en la Heritage Foundation, un grupo de expertos conservadores, en Washington, D. C. el 19 de noviembre de 1994, de inmediato fue presionado a responder las acusaciones de racismo por una iniciativa popular que el estado había aprobado días antes para bloquear los servicios públicos a inmigrantes indocumentados. Esos tipos de sugerencias, espetó el gobernador, son “insultantes para la gente de California que votó por ella y no son racistas ni golpeadores de inmigrantes”. El republicano también aprovechó la ocasión para apostar el doble en su cruzada inmigratoria, la cual había definido su búsqueda de la reelección previamente ese año. “Haré todo lo que pueda para promover la causa de acabar con la inmigración ilegal”.
Veintidós años después, otro republicano está haciendo de los “ilegales” la pieza central de su campaña, una apuesta controversial que Donald Trump espera que lo lleve a la Casa Blanca. Pero como lo descubrieron Wilson y los republicanos de California, podría perder no sólo a los latinos, sino a una generación de votantes en las elecciones por venir.
“Las tácticas antiinmigratorias de Trump están sacadas directamente del manual de Pete Wilson en 1994”, dice Larry Sheingold, desde hace mucho un consultor de campaña demócrata en California. En ambos casos, el electorado está lleno de una importante angustia económica: California enfrentó una paralizante crisis financiera a principios de la década de 1990; ahora todo el país está batallando para recuperarse de otra, y enfurecido por una aparente falta de respuesta de un gobierno que ha estado estancado por años. Como los votantes de Estados Unidos hoy, los de California eran más viejos y más blancos que la población en general y respondieron al argumento de Wilson de que los problemas presupuestales del estado requerían un enfoque duro con los inmigrantes, a quienes él culpaba de mermar los recursos estatales. La Propuesta 187, que los activistas locales exitosamente colocaron en la boleta en mayo de 1994, proponía bloquearles a esos inmigrantes el recibir servicios públicos, como educación y atención médica. Se convertiría en la fuerza vital de la elección ese otoño, ganada cómodamente en noviembre, y amigos y enemigos por igual concuerdan en que Wilson no habría ganado la reelección ese año si no hubiera montado esa misma ola política. Pero marcó el inicio de una caída en espiral para el partido de Wilson en California.
Los críticos de Trump ahora dan una alerta: aprendan del ejemplo de California. Ellos señalan que desde que los votantes aprobaron la Propuesta 187 apoyada por Wilson, California ha visto su política pasar de ser un legítimo campo de batalla nacional, con los republicanos por lo regular ganando cargos a escala estatal, a uno en el que los demócratas han ganado prácticamente cada escaño estatal desde 1994. Los partidarios de la 187, como Dan Stein, presidente de la Federación por la Reforma Inmigratoria Estadounidense, argumentan que el tono más y más azul de California no se debe a una reacción negativa contra los republicanos, sino más bien como el resultado de un flujo de inmigrantes de bajos ingresos que son atraídos por la promesa de apoyos financieros por parte del Partido Demócrata, cambiando radicalmente el viejo equilibrio partidista en California.
Los críticos de la 187, así como muchos historiadores, culpan del cambio al hecho de que el partido estatal abandonó a los latinos —por entonces a punto de una explosión demográfica— al abrazar la iniciativa. No importa que la medida fuera rápidamente bloqueada en las cortes y nunca se implementara. El mensaje que se dio, dice el exdirector del Caucus Legislativo Latino local Richard Polanco, fue que los republicanos “son un partido que no busca la inclusión, son un partido antiinmigrante”.
Los latinos oyen lo mismo en la retórica agresiva de Trump. Según una encuesta reciente, el 87 por ciento de los votantes latinos registrados tiene una opinión desfavorable del magnate, sugiriendo que ni siquiera alcanzará el mísero 27 por ciento del voto latino del candidato Mitt Romney en 2012. Pero incluso si los republicanos están listos para descartar a los latinos, hay otra razón por la cual el ejemplo de California debería ponerlos muy nerviosos.
Lo que un trío de profesores halló en 2006 es que la Propuesta 187 fue de hecho un factor significativo en el cambio partidista del estado. Pero no fue sólo la 187, y no fueron los latinos los únicos afectados. En su ensayo de 2006 en la American Political Science Review,los profesores Shaun Bowler, de la Universidad de California en Riverside; Steven Nicholson, entonces de la Universidad Estatal de Georgia, y Gary Segura, entonces en la Universidad de Washington (ahora un asesor de Hillary Clinton), concluyeron que la Propuesta 187 y dos iniciativas electorales sucesivas apoyadas por los republicanos —la Propuesta 209 de 1996, la cual prohibía la discriminación positiva en instituciones estatales, y la Propuesta 227 de 1998, la cual restringía la educación bilingüe en escuelas públicas— cambió el equilibrio de la política en California. Juntas, enviaron a los votantes latinos en grandes masas al Partido Demócrata, después de hacerse amigos de los republicanos en la década de 1980. Ronald Reagan, en particular, cortejó activamente a los latinos durante sus apuestas por la Casa Blanca, y el exgobernador de California ganó 45 por ciento de ese voto en ese estado en su reelección de 1984.
Inesperadamente, la investigación también halló que muchos votantes blancos optaron por los demócratas, gracias a las Propuestas 187 y 227, aunque en un grado menor que los latinos. Los jóvenes blancos menores de 30 años tenían más posibilidades de volverse en contra del Partido Republicano. “Esto tiene un contraste marcado con la expectativa de que el Partido Republicano se beneficiaría a la larga al aumentar la importancia de problemas como la inmigración y la educación bilingüe”, escribieron los profesores.
LUCHA EN LAS CALLES: Manifestantes sostienen pancartas en alto, en enero de 1996, para protestar por la política inmigratoria, en el Parque Huntington, California, mientras el gobernador Wilson hablaba de revisar el sistema penal juvenil. Foto: Nick Ut/AP
¿Por qué los jóvenes residentes blancos de California se pusieron en contra de los republicanos por políticas que la mayoría en su grupo demográfico abrazaba por entonces? Tiene mucho que ver con la forma en que se ven a sí mismos. A nadie le gusta que lo tilden de racista, y los jóvenes en particular tienden a ser más progresistas con respecto a la raza que la generación que los precede: así, aun cuando las investigaciones han hallado que los votantes blancos responderán al politiqueo de “mensajes velados” —donde los políticos usan un lenguaje en código que resuena con cierto grupo—, la mayoría “rechaza abiertamente los llamados racistas”, concluyeron los profesores. Los movimientos de protesta que brotaron en respuesta a la Propuesta 187 y sus sucesoras tal vez no hayan impedido que las iniciativas fueran aprobadas, pero con el tiempo influenciaron las impresiones que la mayoría de los jóvenes tenía de esas propuestas como antiinmigrantes y antiminorías. Ello a su vez los llevó a amargarse con el partido que las había apoyado.
Mientras tanto, Trump hace comentarios que, en palabras de Paul Ryan, portavoz de la Cámara de Representantes, son la “definición típica de racista”. Wilson, en comparación, aparece como el epítome de la sutileza. El gobernador de California sí recibió consecuencias negativas por el anuncio tristemente célebre que mostró a finales de la campaña de 1994, presentando metraje granuloso y en blanco y negro de inmigrantes escabulléndose por cruces fronterizos como ratas. “Ellos siguen llegando”, recita una voz masculina, con ominosa música de teclado pulsando al fondo. Pero Wilson por lo menos evitó los insultos que han hecho famoso a Trump. Lejos de tildar a los inmigrantes indocumentados como “violadores”, Wilson dijo a la NBC News en agosto de 1994 que en California esos inmigrantes “en muchos aspectos son gente admirable, pero gente que no podemos darnos el lujo de seguirla educando, de proveerle atención médica”.
Con los estadounidenses atraídos al circo/elección de 2016 como a pocos eventos políticos, el mensaje de Trump está llegando a una porción amplia del electorado, incluidos muchos que votarán por primera vez e, incluso, quienes son demasiado jóvenes para votar, quienes tal vez aún no tengan apegos partidistas fuertes. Si California sirve de indicio, los republicanos podrían encaminarse a problemas serios. Y dada la influencia creciente de los milenarios, quienes apenas este año rebasaron a la generación de posguerra como la generación más grande de Estados Unidos, estas heridas autoinfligidas serían profundas.
Por supuesto, Trump podría ganar en noviembre. Después de todo, Wilson había sido dado por muerto políticamente, con 20 puntos detrás en las encuestas electorales a principios de 1994. Fue la reacción negativa de los votantes contra la inmigración indocumentada y el apoyo a la Propuesta 187 lo que ayudó al gobernador en funciones conseguir una victoria épica, alzándose con un triunfo por 15 puntos. Y ahora la reciente votación del brexit en Gran Bretaña es sólo otro recordatorio del tremendo poder que las políticas inmigratorias y la xenofobia pueden desatar.
En Estados Unidos, los expertos predicen que la ventaja de los demócratas con bloques de votantes como las mujeres, los negros y los latinos le dará a Clinton una ventaja decisiva, pero un análisis reciente de The New York Times halló que hay más votantes blancos en el país de lo que habían presumido los modelos previos, sugiriendo que Trump tiene un camino (estrecho) hacia una mayoría. Las encuestas recientes lo colocan detrás de Clinton por cinco a diez puntos, aunque es difícil medir el parecer de los votantes tan temprano en la elección general.
Gane o pierda, el Partido Republicano ha unido firmemente su fortuna a Trump en 2016. Y como advierte Fabian Nuñez, un joven organizador en Los Ángeles en la década de 1990 que llegó a ser portavoz de la Asamblea de California: “Si la experiencia en California nos enseñó algo, es que los blancos podrán perdonar en política, pero no olvidan”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek