Los estadounidenses comen casi tanta comida como la que comen a causa de un “culto a la perfección”, empeorando el hambre y la pobreza, e imponiendo una carga pesada al medioambiente.
Cantidades enormes de productos frescos cultivados en EE UU se quedan en el campo a pudrirse, alimentar al ganado o se lo tira directamente del campo al vertedero, a causa de estándares cosméticos poco realistas e inflexibles, según información oficial y entrevistas con decenas de granjeros, empacadores, camioneros, investigadores, activistas y funcionarios del gobierno.
Desde los campos y huertos de California hasta los centros poblacionales de la Costa Este, los granjeros y otras personas en la cadena de distribución alimentaria dicen que comida de alto valor y nutritiva es sacrificada por la exigencia de los minoristas de una perfección inalcanzable.
“Todo se trata de productos libres de marcas”, dice Jay Johnson, quien embarca fruta y vegetales frescos de Carolina del Norte y el centro de Florida. “Lo que sucede en nuestro negocio hoy día es que o es perfecto o es rechazado. Es perfecto para ellos, o lo descartan. Y entonces te ves atrapado”.
El desperdicio de comida a menudo es descrito como un problema de “la granja al tenedor”. El producto se pierde en los campos, las bodegas, el empaquetamiento, la distribución, los supermercados, los restaurantes y los frigoríficos.
Según un cálculo del gobierno, alrededor de 60 millones de toneladas de producto con valor de $160,000 millones de dólares, es desperdiciado por los minoristas y los consumidores cada año, un tercio de todos los comestibles.
Pero esa es sólo una medida “corriente abajo”. En más de dos docenas de entrevistas, granjeros, empacadores, mayoristas, camioneros, académicos y activistas alimentarios describen el desperdicio que ocurre “corriente arriba”: los vegetales con marcas por lo regular son abandonados en los campos para ahorrar el gasto y el trabajo involucrado en la cosecha. O se los deja pudrirse en una bodega a causa de marcas menores que no necesariamente afectan la frescura o la calidad.
Cuando se añade el desperdicio minorista, lleva la cantidad de comida perdida a cerca de la mitad de todo el producto cultivado, dicen los expertos.
“Yo diría que a veces hay 25 por ciento del cultivo que simplemente es desechado o se lo da al ganado”, dijo Wayde Kirschenman, cuya familia ha cultivado papas y otros vegetales cerca de Bakersfield, California, desde la década de 1930. “A veces puede ser peor”.
A la coliflor “quemada por el sol” o de un tono más oscuro le pasó el arado por encima en el campo. Las uvas de mesa que no se ajustaron a una forma de cuña fueron tiradas. Cajones enteros de gajos de naranja cortados previamente fueron directamente al vertedero. En junio, Kirschenman terminó alimentando sus vacas con una porción significativa de su cosecha de sandías.
Los investigadores aceptan que todavía no hay una contabilidad clara de la comida perdida en EE UU, aun cuando grupos de investigadores como el Instituto Mundial de los Recursos trabaja en un cálculo más preciso.
Imperfect Produce, un servicio de entrega por suscripción de comida “fea” en el área de la Bahía de San Francisco, calcula que alrededor de un quinto de todas las frutas y vegetales son enviados al basurero porque no se ajustan al estándar de perfección de la industria.
Pero los granjeros, incluido Kirschenman, colocan la tasa de rechazo más alta, dependiendo de imperfecciones cosméticas en el producto a causa de las condiciones de cultivo y el clima.
Esa comida perdida es vista cada vez más como una lata en los ingresos de los hogares —alrededor de $1,600 dólares al año para una familia de cuatro— y un reto directo a los esfuerzos mundiales para combatir el hambre, la pobreza y el cambio climático.
Mundialmente, se desperdicia alrededor de un tercio de la comida: 1,600 millones de toneladas de producto al año, con un valor aproximado de $1 billón de dólares. Si esta comida desperdiciada se apilara en contenedores de 20 metros cúbicos, llenaría 80 millones de ellos, suficientes para alcanzar la luna y rodearla una vez. Tomar acciones para abordar esto no es imposible, como lo han demostrado países como Dinamarca.
La administración de Obama y la ONU han prometido reducir a la mitad el desperdicio de comida para 2030. Los productores de alimentos, las cadenas de minoristas y los grupos de defensa como el Consejo de Defensa de los Recursos Naturales también se han comprometido con reducir la pérdida de comida en la iniciativa ReFED.
Los expertos en alimentos dicen que hay una consciencia creciente de que los gobiernos no pueden combatir efectivamente el hambre, o el cambio climático, sin reducir el desperdicio de comida. El desperdicio de comida suma el 8 por ciento de la contaminación climática mundial, más que la India o Rusia.
“Hay mucha gente que está hambrienta y desnutrida, incluso en EEUU. Mi opinión es que probablemente de 5 a 10 por ciento de la población todavía está hambrienta; ellos todavía no tienen suficiente que comer”, dijo Shenggen Fan, director general del Instituto Internacional de Investigación en Política Alimentaria en Washington. “Por ello es que el desperdicio de comida, la pérdida de comida importa muchísimo. La gente todavía está hambrienta”.
Ello sin contar el desperdicio de agua, tierra y otros recursos, o la carga al clima de producir comida que termina en un basurero.
Dentro de EE UU, la comida desechada es el componente más grande de vertederos e incineradores, según la Agencia de Protección Medioambiental. Los basureros de comida son una fuente creciente de metano, un gas de invernadero mucho más poderoso que el dióxido de carbono. Pero los expertos aceptan si reparos que ellos apenas empiezan a entender la escala del problema.
La temporada de cosecha de mayo en Florida le dejó a Johnson 24,250 libras de calabaza cidra recién cosechada en su heladera, perfectas excepto por unos puntos cafés en la cáscara por los fuertes vientos durante una tormenta primaveral.
“Las he ofrecido por seis centavos la libra por una semana y nadie ha jalado el gatillo”, dijo él. Y él esperaba “250,000 libras adicionales de calabacín”, con marcas similares, en su bodega un par de semanas después.
“Hay mucha hambre e inanición en Estados Unidos, entonces ¿cómo es que todavía no he podido hallar un hogar para esta comida a seis centavos la libra?”, preguntó Johnson.
Tales frustraciones ocurren por lo regular a todo lo largo de la cadena productiva alimentaria de EE UU, y los productores y distribuidores sostienen que los estándares siempre están cambiando. Las cosechas abundantes traen estándares más exigentes de perfección. Los tiempos de escasez pueden resultar más indulgentes.
Los gigantes minoristas argumentan que operan bajo el mejor interés de los consumidores, según expertos alimentarios. “Mucho del desperdicio sucede más arriba de la cadena alimentaria y a menudo en nombre de los consumidores, con base en la percepción de lo que quieren esos consumidores”, dijo Roni Neff, directora del sistema de programas alimentarios de sustentabilidad medioambiental y salud pública en el centro John Hopkins para un Futuro Vivible en Baltimore.
“La fruta y los vegetales a menudo son descartados porque ellos piensan que nadie los comparará”, dijo ella.
Pero Roger Gordon, quien fundó la compañía incipiente Food Cowboy para rescatar y desviar productos rechazados, cree que el desperdicio está incorporado en la economía de la producción alimentaria. El producto fresco suma 15 por ciento de las ganancias de los supermercados, argumentó él.
“Si usted y yo reducimos el desperdicio de productos frescos en 50 por ciento como Vilsack [el secretario de agricultura de EE UU] quiere que lo hagamos, entonces los supermercados pasarán de [un] margen de ganancia de 1.5 por ciento a 0.7 por ciento”, dijo él. “Y si fuéramos a perder el 50 por ciento del desperdicio por consumo, entonces perderíamos alrededor de $250,000 millones de dólares en actividad económica que desaparecería”.
Algunas cadenas de supermercados y grupos de la industria en EE UU están aventurándose con secciones de productos feos y haciendo campaña activamente para reducir tales pérdidas. Pero cierta cantidad de productores y distribuidores afirmaron que algunos gigantes minoristas todavía usaban su poder para rechazar productos con base en algún ideal de perfección, y a veces a causa de las condiciones del mercado.
Los granjeros y camioneros entrevistados dijeron que habían visto su producto ser rechazado por argumentos poco sólidos, pero decidieron no desafiar el dictamen con el mecanismo de disputa del Departamento de Agricultura de EE UU por miedo a ser boicoteados por los poderosos supermercados gigantes. Ellos también pidieron que no se usaran sus nombres.
“Puedo decirle con hechos que he entregado productos a supermercados que era [sic] absolutamente hermosos y como sus ventas eran lentas, los últimos dos días no aceptaron mi producto y me lo enviaron de vuelta”, dijo el dueño de una compañía camionera mediana en la Costa Este.
“Ellos escudriñaban 50 cajones para hallar una cabeza de lechuga mala y decían: ‘No voy a aceptar tu lechuga cuando esa lechuga pasaría la inspección del DA de EE UU’’. Pero como te dijo el granjero, no hay nada que puedas hacer, porque si usas la Paca [Ley de Productos Agrícolas Perecederos de 1930] en su contra, nunca van a volver a comprarte. ¿Vas a arriesgar ventas de $5 millones de dólares por una carga de $8,000 dólares?”
Él dijo que experimentaba tales rechazos, conocidos en la industria como retrocesos, “un par de veces al mes”, lo cual él consideraba como bajo para la industria. Pero él dijo que usualmente era capaz de vender el producto a otro comprador.
El poder de las cadenas minoristas crea miedo a lo largo de la cadena de abastecimiento, desde el granjero familiar hasta el productor masivo.
“Estos grandes cultivadores no quieren fastidiar a los minoristas. Ellos no hacen cumplir la Paca en Safeway, Wal-Mart o Costco”, dijo Ron Clark, quien pasó más de 20 años trabajando con granjeros y bancos de alimentos antes de cofundar Imperfect Produce.
“Ellos simplemente no van a llamar porque esa será la última orden que les venderán a ellos. Ese es su miedo. En verdad están en un aprieto”.
Publicado en cooperación con Newsweek /Published in cooperation with Newsweek