El editorial del diario The Washington Post del pasado 11 de julio fue demoledor: “Esta elección es una de las peores registradas en memoria reciente”, ya que los partidos Demócrata y Republicano eligieron “malos candidatos” y serán recordados “como los más impopulares en la historia del país”.
El rotativo fue más allá y adjudicó a Donald Trump los adjetivos de “intolerante, resentido e ignorante”. Incluso, consideró que se trata de “un peligro para la república”, pues es “un hombre que no tiene creencias firmes”.
Recordó que no tiene experiencia como servidor público y que su “récord privado de bancarrotas y explotación” eran suficientes para descalificarlo. “Con frecuencia circula falsedades y no tiene un discernible interés o conocimiento de política”.
Semanas antes de que el magnate fuera electo oficialmente como el abanderado republicano a la Casa Blanca, elPostadvertía que Trump “sería un candidato que saltó a la prominencia política con ataques raciales en contra del actual presidente y lanzó su campaña llamando a los mexicanos violadores”.
Hillary Clinton tampoco se salvó. “Se puede creer que fue ingenua por empujar la intervención en Libia, arrogante por mantener sus correos fuera del servidor del Departamento de Estado, codiciosa por tomar enormes pagos, por hablar como ciudadana privada, pero comparada con otros (…) ella no es una basura de candidato”.
Así, una vez que entre el 18 y el 28 de julio, delegados republicanos y demócratas ungieron en sus respectivas convenciones a Trump y a Clinton como sus candidatos a la Casa Blanca, Estados Unidos se enfila a las urnas este 8 de noviembre, con la advertencia de que serán sus peores elecciones.
TRUMP NO CONVENCE NI A LOS SUYOS
La rebelión le estalló en plena convención. El pasado lunes 18 de julio, en su primer día de trabajos, el cónclave republicano realizado en el pabellón Quicken Loans Arena, de Cleveland, Ohio, expresó su desacuerdo con la nominación del empresario.
La Convención Nacional Republicana estuvo a punto de hacer agua, primero por el desaire de muchos de sus más prominentes representantes, y luego por el abierto choque entre partidarios de Trump y quienes se oponían a su nominación. El desacuerdo fue tal que la mayoría se vio obligada a maniobrar e imponerse a gritos sobre delegados rebeldes.
Aun cuando sabían que no lograrían impedir el ascenso del magnate, los opositores que conformaron el movimiento “Nunca Trump” exigieron una votación por lista. Eso les permitiría, por lo menos, demostrar el tamaño del descontento y evidenciar su inconformidad.
El presidente de la asamblea, el diputado Steve Womack, pasó por encima de los rebeldes al asegurar que no tenían el apoyo requerido por las reglas, anuncio que provocó gritos y cánticos de “lista, lista” frente a “voto, voto”. El senador por Utah, Mike Lee, argumentó que contaban con el respaldo de cuando menos nueve estados, por lo que su demanda era viable.
Al final todo fue en vano. El martes, el millonario de 70 años obtuvo el apoyo de mil 237 delegados. “Alabama está orgullosa de depositar sus votos: un voto para Marco Rubio, 13 para Ted Cruz y 36 votos para el próximo presidente de Estados Unidos, Donald J. Trump”, manifestó el senador de ese estado, Jeff Sessions.
Así, fue proclamado como candidato oficial, nominación a la que rindió protesta el jueves, al cierre de la convención. Pero las heridas están abiertas, y Trump y su equipo tienen muchos retos como parte de la operación cicatriz.
Las heridas fueron causadas por algunos de los principales colaboradores del magnate. Uno de sus voceros, el expresidente de la Cámara de Representantes, Newt Gingrich, y el jefe de campaña, Paul Manafort, lanzaron ataques contra John Kasich, gobernador de Ohio; los expresidentes George H. W. Bush y George W. Bush, y el excandidato presidencial Mitt Romney, quienes habían expresado sus dudas o su abierta oposición.
Los Bush “se comportan de forma infantil”, dijo Gingrich y atribuyó la actitud a la derrota de Jeb Bush en su intento por ser el candidato presidencial. El aludido respondió: “No creo que Trump refleje los principios o la inclusiva herencia del Partido Republicano. Y sinceramente espero que no represente su futuro”.
La división quedó evidenciada el miércoles cuando el senador por Texas, Ted Cruz, rechazó dar abiertamente su respaldo al empresario. “Voten según su conciencia, por aquellos en los que confíen que van a defender nuestra libertad y la Constitución”, lo que provocó que la mayoría de delegados lo abucheara.
Cruz era uno de los rivales más feroces del magnate durante las primarias, por ello había muchas expectativas sobre su discurso. Si decidía dar su apoyo oficial a Trump la unidad del partido estaba asegurada, pero eso no ocurrió.
Sin embargo, lo que sí une a los republicanos es su repudio a Hillary Clinton. La virtual candidata demócrata fue el centro de los ataques de prácticamente todos los oradores que pidieron su encarcelamiento por el escándalo de los correos electrónicos y por su “nefasta” política como secretaria de Estado. “Estados Unidos merece algo mejor que Hillary Clinton”, expresó el gobernador de Wisconsin, Scott Walker.
Más allá de las expresiones en el interior del propio partido, lo verdaderamente preocupante está en las calles. Mientras se realizaba la convención, en Cleveland hubo tensión racial causada por los asesinatos de los afroamericanos Alton Sterling, en Louisiana, y Philando Castile, en Minnesota, a manos de policías.
Estos episodios generaron, a su vez, que durante las protestas posteriores cinco agentes fueran asesinados en Dallas, Texas, por Micah X. Johnson, un exmilitar afroamericano de 25 años; y que otros tres perdieran la vida en Luisiana a manos del Marine Gavin Eugene Long.
Lo que algunos analistas prevén para las próximas semanas son enfrentamientos callejeros entre grupos como Citizens for Trump, Black Lives Matter, United We Dream, Mijente y Nuevas Panteras Negras.
Esto como reacción a la amenaza de Trump de deportar a 11 millones de indocumentados y de prohibir totalmente la entrada de musulmanes a Estados Unidos.
La campaña aún no empieza, pero el peligro de choques entre ambos bandos es latente.
EL “FUEGO AMIGO” DE LOS DEMÓCRATAS
Hilary Clinton ya hizo historia al convertirse en la primera mujer que alguno de los dos partidos postuló como su candidata, después de 56 elecciones presidenciales.
Aun cuando Estados Unidos es referente para la democracia mundial, lo cierto es que tenía esta deuda con su población femenina frente a países como Israel, Liberia, Pakistán, Brasil, Reino Unido, Chile, Alemania y otros que han tenido jefas de Estado y de gobierno. El país de las barras y las estrellas ha tenido, entre sus 44 presidentes, un católico y un negro, pero nunca una mujer.
El primer reto de Clinton como abanderada del Partido Demócrata es garantizar la cohesión interna y atraer a los votantes de quien hasta hace pocas semanas fuera su rival, el senador Bernie Sanders.
Clinton no es una novata. Lleva más de cuatro décadas en la política. Su primer papel importante fue en 1972, cuando fue parte del equipo de campaña del demócrata progresista George McGovern, quien aspiraba a ser candidato presidencial, nominación que perdió frente a Richard Nixon.
Cuando su esposo ganó las primeras elecciones presidenciales, en 1992, decía a los electores que votaban a “dos por el precio de uno”: una copresidenta.
En 2008, la senadora por Nueva York intentó por primera vez ser la candidata demócrata a la Casa Blanca. Y aunque era la favorita, se enfrentó a Barack Obama, un senador afroamericano por Illinois que, impulsado por el entusiasmo popular y el descontento contra el statu quo, la derrotó para convertirse en el primer presidente afroamericano del país. Obama la nombró secretaria de Estado.
Son varios los defectos que se le señalan: carece del carisma de su marido, le falta empatía y tiene serias dificultades para entusiasmar a los electores. Sus discursos suelen ser aburridos, al contrario de los de Trump, un “showman” capaz de hipnotizar a las audiencias con sus exabruptos.
Además, se le identifica con el “establishment” y con las élites políticas y económicas, su principal “talón de Aquiles” y la principal arma que Sanders usó en su contra.
Pese a todo, Clinton cuenta con un amplio respaldo en la población afroamericana, con la hispana y con las mujeres, pero necesitará ampliarlo para sumar a su proyecto a los sanderistas de izquierda y a los votantes moderados de centro. Incluso, uno de sus retos es sumar a algunos republicanos espantados por la posibilidad de ver a Trump en la Casa Blanca.
Por lo pronto, durante la Convención Nacional realizada en Filadelfia, Pensilvania, tuvo el respaldo de la primera dama, Michelle Obama, y de Sanders. Los hispanos tuvieron un lugar privilegiado en la persona de una de las oradoras, la DREAMer Astrid Silva, quien vive en Nevada y fue traída al país por sus padres mexicanos cuando tenía cuatro años.
Otros de los oradores destacados fueron el expresidente y esposo de la nominada, Bill Clinton, quien ofreció un discurso el segundo día de la convención, mientras que el presidente Barack Obama y el vicepresidente Joe Biden hicieron uso de la tribuna el miércoles 27.
El escenario fue completamente para la candidata el jueves 28, último día del evento, y solo lo compartió con su hija, Chelsea Clinton.
Así, el país referente de la democracia moderna inició el camino para su cita con las urnas este 8 de noviembre con los ánimos polarizados por la tensión racial y el moderado entusiasmo que han despertado ambos candidatos, “los más impopulares de la historia”, en las “peores elecciones” de la historia reciente.