PODRÍA PASAR LO SIGUIENTE: el despacho FLOTUS (siglas de la primera dama de Estados Unidos) se convierte en una leonera. Cubren la pintura melocotón con paneles de madera oscura. Instalan gruesos cortinajes verdes para navegar mejor los canales de la enorme pantalla plana. De vez en cuando, aparece una toalla sudada colgando de la caminadora, porque el primer caballero se ejercita a horas extrañas y el personal no puede seguirle el paso. Hay una cama para el perro en un rincón, y una escupidera antigua de latón que recibe las cenizas de cualquiera que encienda su habano (el anfitrión dejó de fumar hace años pero sigue ofreciendo Cohibas a sus compadres).
Hay cervezas en el minirefrigerador, whisky y un cubo de hielo en el carrito de bebidas. A menudo se le ve charlando en su oscuro despacho con líderes congresistas que necesitan un poco de encanto sureño para apoyar un paquete de estímulos de Hillary Clinton, o contando chistes subidos de color con Putin, Erdogan, Hollande, y cualquier otro líder mundial masculino deseoso de relajarse después de sus entrevistas oficiales con la sobria presidenta de Estados Unidos.
O también podría ocurrir de esta manera: la pintura se queda. El primer caballero se sienta en el escritorio donde Jackie Kennedy escribió sus notitas de agradecimiento (él mismo lo eligió, debido a su admiración por JFK). Pasa la mirada por el informe de actividades del día: sesión de fotos con las esposas de los líderes de la Cuenca del Caribe, almuerzo vegano en una escuela secundaria para su Iniciativa de Concienciación por la Obesidad Infantil, hora de spinning(se quedó con el lugar de Michelle Obama en el gimnasio) y por último, una velada en el Centro Kennedy con motivo de la última presentación de la prima ballerina del American Ballet, quien se retira. A pesar de su reputación, el primer caballero es abstemio, un hombre tranquilo que disfruta revisando las listas que le envía a firma el secretario social de la Casa Blanca (menús, arreglos florales, y demás), aunque se niega a involucrarse en las negociaciones sobre el patrón de la nueva vajilla de porcelana de la Casa Blanca.
Hillary Clinton ha hecho historia como la primera mujer nominada por un partido principal para la presidencia de Estados Unidos. Es un desafío histórico pero si gana, enfrentará de inmediato otro dilema enfadoso: ¿qué hacer con su marido durante cuatro años? ¿Será el Hausfrau de la Casa Blanca o un POTUS (presidente de Estados Unidos) sin portafolios? Desde sus inicios, la enorme interrogante de “¿Qué hacer con Bill?” se ha cernido sobre la campaña presidencial de Hillary, y nadie tiene la respuesta. Lo único cierto es que Bill será el “primer esposo” más poderoso en la historia estadounidense. Y muy posiblemente, el más exitoso, o el más destructivo.
Pese a la popularidad de Bill en muchas partes de Estados Unidos y el mundo, mucho de la reputación de Hillary —amén de Bengasi y los multicitados correos electrónicos— se sustenta en el monograma WJC: la reforma al bienestar social del presidente William Jefferson Clinton empeoró la vida de los pobres; sus reformas en justicia criminal metieron a una generación de hombres negros tras las rejas; las recaudaciones multimillonarias de la exitosa Fundación Clinton arrastran un aparente conflicto de intereses; y todo ese asunto de su adicción al sexo, con sus Gennifers y Mónicas y los paseos pospresidenciales en jets privados repletos de mamacitas (una de ellas apodada “Air Fuck One”). Hillary ha debido responder por todo eso. Y no hay duda de que el nominado republicano la atacará incesantemente en esos frentes durante los debates cara a cara.
Donald Trump ya tiene su respuesta a la pregunta: los maridos no deben permitir que sus esposas trabajen. Pero Bill y Hillary nunca han sido un matrimonio convencional, y jamás han escuchado a Trump, excepto cuando le seguían el juego para sacarle un cheque.
Si Hillary gana en noviembre, todos tendrán que improvisar sobre la marcha en la primera Casa Blanca de género invertido. Y el enigma “¿Qué hacer con Bill?” es tan controvertido y complejo que requiere de un diagrama de flujos propio; tanto que, posiblemente, en algún rincón del sótano en los cuarteles de Brooklyn de “Hillary para Presidenta”, un equipo de consultores ya está trabajando en ese problema.
PROTOCOLO: ¿QUIÉN ELIGE LAS FLORES?
Parece que nadie en Washington sabe cómo llamarlo, más que Bill. ¿Qué dirán los anunciadores oficiales en las cenas de Estado cuando los Clinton entren en el salón? ¿Damas y caballeros: la señora y el señor presidente de Estados Unidos? ¿La presidenta Clinton y el expresidente Clinton o, tal vez, el señor y la señora presidenta Clinton?
En broma, Bill ha sugerido que lo llamen Adán, como el primer hombre, lo que ha inspirado tuits sugiriendo que el apelativo le daría el derecho de “id y multiplicaos”; mala idea.
“Una vez que has sido presidente, conservas el título toda la vida”, dice William Seale, historiador de la Casa Blanca. “En el ámbito empresarial y en público, sería señor presidente, como sin duda se lo ha ganado. Y con respecto de ella, sería presidente Clinton y señora Clinton”.
Después de determinar cómo llamarlo, surge el tema de dónde ponerlo. La Casa Blanca es un espacio limitado, con los hombres en el Ala Oeste, y las mujeres en la Este. Quienes lo conocen, no imaginan a Bill conformándose con la oficina conyugal tradicional del Ala Este. No obstante, no puede ocupar el despacho colindante a la Oficina Oval, que pertenece al vicepresidente.
Una vez que los Clinton se hayan instalado, todos concuerdan en que es altamente improbable que Bill “lleve la casa”, ese trabajo enorme, tradicionalmente femenino (y socialmente delicado) que incluye muchas actividades oficiales y no oficiales —desde recibir a las esposas de líderes visitantes hasta planificar y servir de anfitrión en cenas de Estado y el sinfín de eventos oficiales minúsculos en el jardín o la mansión— que saturan el calendario de la primera dama.
“El papel de la primera dama implica un trabajo descomunal que ha evolucionado con el tiempo, y seguramente evolucionará mucho más en los próximos años”, dijo Melanne Verveer, jefa del personal de Hillary en la década de 1990, en entrevista con Newsweek.Sin embargo, la tarea de administrar la Casa Blanca no siempre ha sido labor de mujeres. El título “primera dama” comenzó a usarse después de Mary Lincoln, y se popularizó realmente durante la administración Kennedy, aunque Jackie Kennedy lo aborrecía. Seale señala que, hasta la presidencia de William Howard Taft, el secretario del presidente siempre fue un hombre y él se hacía cargo del personal y los compromisos sociales de la Casa Blanca. De manera que, tal vez, Hillary y Bill se consigan un mayordomo de nivel superalto.
Cabe otra posibilidad: Hillary tal vez termine siendo una presidenta multitareas, igual que tantas otras mujeres trabajadoras. “Es lo bastante femenina para ocuparse de revisar las flores”, dice Elaine Kamarck, quien fue una importante asesora del vicepresidente Al Gore en la Casa Blanca Clinton. “Eso requiere menos tiempo del que necesita un hombre para mirar un partido de baloncesto”.
TRANSFORMACIÓN DINÁMICA: Durante el mandato presidencial de Bill, los asistentes de la Casa Blanca sabían que consultaba constantemente a su esposa y nunca tomaba decisiones importantes sin su opinión. Foto:TIM CLARY/AFP/GETTY.
PODER COMPARTIDO
Hillary ha dicho —al parecer, medio en broma— que se ha sentido tentada a nombrar vicepresidente a Bill. “Sería muy bueno, pero según la Constitución no es elegible”, dijo a Mario López, de Extra. Con todo, añadió, “me pasó por la cabeza”.
Quienquiera que sea su vicepresidente, más vale que esté preparado para una triangulación de nivel olímpico. En 1993, incluso antes de que Bill y Hillary se mudaran a la Casa Blanca, Gore muchas veces sintió que hacía mal tercio. Durante la transición, Gore y Hillary competieron continuamente por la atención de Bill, y ella siempre ganó. Bill ni siquiera consultó a Gore cuando designó a Hillary para redactar un plan nacional para atención de la salud. No era que los Clinton ignoraran a Gore, pero desde el principio, todos se dieron cuenta de que Bill no tomaba decisión alguna sin antes consultarla con Hillary. En aquellos días, el personal de la Casa Blanca bromeaba refiriéndose a Hillary como “la Suprema Corte”.
“Solíamos decir, ‘¿Ya fue consultada la Suprema Corte?’”, recuerda Dee Dee Myers, secretaria de prensa de Bill. “Cuando anunciaba que iba a subir a la residencia, el personal sabía que hablaría con Hillary y regresaría con un plan diferente”.
“Eran una sociedad”, explicó Bernard Nussbaum, asesor de la Casa Blanca, a la autora Sally Bedell Smith. “Ella era la persona imprescindible con quien él analizaba sus asuntos, y él también lo fue para ella. Percibí en ambos una tremenda necesidad mutua. No tenían que verse, pero hablaban continuamente todos los días”.
En una Casa Blanca Hillary habría, nuevamente, tres personas poderosas en la cima, con personales propios y agendas conflictivas. Pero Paul Begala, consultor veterano de Clinton, asegura que no será un problema porque los cónyuges presidenciales siempre ejercen poder. “El presidente Clinton y Hillary han resuelto esta situación a lo largo de décadas: primero, con ella como esposa solidaria y asesora irreemplazable, ahora con HRC como secretaria de Estado y, muy pronto, como presidenta. La verdad es que Bill es un hombre de trato agradable, y el vicepresidente y el personal de Madame presidenta se darán cuenta de eso. Tener tanto talento en el equipo es, como diría el propio WJC, ‘un problema de clase alta’”.
Durante la primera campaña presidencial de Bill, la estrategia dos por uno de Hillary fue contraproducente y en esta ocasión, ha sido bastante evasiva en cuanto a lo que hará con su marido, pero definitivamente tiene proyectos para “sacarlo de su retiro”, según ha expresado. Persiste el desacuerdo en cuanto a que sea buena idea darle un trabajo oficial. Kamarck dice: “Suele reconocerse que fue un error haberle dado [a Hillary] un proyecto definido [en la administración de su marido], así que espero que ella ejerza la misma cautela que los últimos dos presidentes, y no le dé trabajo a su esposo”.
“No puedes despedir a tu cónyuge”.
UN BUEN ENVIADO: Algunos especulan que Bill podría emprender misiones importantes; quizás otro intento para la paz en Medio Oriente, la cual negoció con Yasser Arafat hace 20 años. Foto: AGOSTINO PACCIANI/ANZENBERGER/REDUX
LOS PROYECTOS PARA BILL
En algunas ocasiones, Hillary ha mencionado sus proyectos para Bill si regresan a la Casa Blanca, siempre de pasada y siempre de manera ambigua. Hace poco, sugirió que lo pondría a trabajar para crear empleos para los estadounidenses. En mayo, durante las primarias de Kentucky, sugirió que su marido estaría “a cargo de revitalizar la economía. Sobre todo en lugares como el territorio carbonero y las ciudades del interior y otras partes del país que han sido muy descuidadas”.
El año pasado, en Carolina del Sur, dijo que Bill sería uno “de los mejores asesores que podría tener”. Al preguntarle si Bill desempeñaría una función específica, respondió que debido “a lo logrado bajo la dirección de mi esposo en los años noventa —especialmente en lo tocante a elevar el ingreso de todos y sacar a más gente de la pobreza que en cualquier otra época de la historia reciente—, puedes apostarlo”.
Bill dejó al país en estupendas condiciones económicas, con un presupuesto equilibrado, 22.7 millones de empleos nuevos y 7.7 millones de pobres menos que cuando rindió juramento al cargo. Y estaba sinceramente preocupado por los desempleados. Como gobernador de Arkansas, se esforzó en captar industrias. “Pese a la opinión general de los Clinton, muchos creen que él puede traer empleos a los Apalaches”, dice un exasistente de la Casa Blanca Clinton. “Casi todos reconocen que él se interesa en la gente sin trabajo”.
Ron Fournier, escritor de National Journalquien ha cubierto a los Clinton desde su época en Arkansas, opina que nadie debe tomar en serio las cosas que se dicen. Considera que Hillary menciona el posible papel de Bill como un medio para obtener votos en los estados donde su marido es popular. “Me parece que vieron las encuestas internas y se percataron de que iba perdiendo en Kentucky, donde él siempre se desempeñó muy bien. Y ahora, hasta hemos olvidado que lo dijo”.
Hillary también sugirió que enviaría a Bill en “misiones… porque es único en el mundo capaz de hacer cosas por nuestro país”. Algunos allegados a Clinton entrevistados por Newsweeksugieren que Bill podría ser un enviado estupendo en Medio Oriente, lo cual le daría una segunda oportunidad de llegar a una solución al conflicto israelí-palestino, el cual fracasó pese a los intensos esfuerzos de su segundo periodo. Sin embargo, eso presupone que todavía tiene la energía inagotable que requiere la diplomacia internacional de altos vuelos.
Otras misiones especiales podrían beneficiarse de su experiencia pospresidencial en la Fundación Clinton, donde combate el sida, ayuda a las víctimas de desastres naturales en lugares como Haití y los supervivientes del tsunami de Indonesia, o incluso trabajando en el cambio climático global y el ambiente. Si bien Gore suele asociarse más con este tema, el presidente Bill emitió una reglamentación prohibiendo la tala comercial y la construcción de caminos en casi un tercio —23.5 millones de hectáreas— de bosques estadounidenses en los últimos días de su administración, provocando que el historiador Douglas Brinkley declarara que, después de Theodore Roosevelt, Franklin Roosevelt y Jimmy Carter, Clinton era “probablemente, nuestro presidente ambiental más grande”.
Arreglar los problemas de Oriente Medio o la economía de Estados Unidos sería una tarea abrumadora para Superman, tanto más para un hombre de 70 años que cada día luce más frágil. Si Bill quisiera cuidar su presión arterial, podría dedicarse a una campaña de “concienciación”, más propia de una primera dama, con la cual ya está involucrado: combatir la obesidad infantil. En 2005, luego de su bypasstriple, Bill anunció que iba a asociarse con American Heart Association para crear programas a tal fin. Y sabe de qué habla: cuando tenía 15 años, con una estatura de 1.8 metros, su peso era de más de 95 kilogramos, y mientras hacía campaña por la presidencia, llegó a pesar hasta 102 kilogramos. Ya como gobernador de Arkansas, e incluso en la presidencia, era un “Big Mac Daddy”, famoso por sus escalas en Mickey D’s durante sus joggingsmatutinos en Little Rock.
Si de veras quiere asustar y corregir a los niños con sobrepeso, que les muestre las fotos publicadas en la prensa de aquellos años, con sus muslos gordos y fofos expuestos por unos pantaloncillos de carrera demasiado cortos.
NO LLORES POR MÍ, ARKANSAS: Algunos comparan la larga y ambiciosa sociedad política de Bill y Hillary con la de Juan y Eva Perón en Argentina. Foto:MIKE SEGAR/REUTERS
DINERO PARA GASTOS
Si Hillary es electa, la Casa Blanca se parecerá mucho a los hogares de la elite estadounidense: blancos, ricos, con doble ingreso. Los Clinton son parte de una nueva raza, la pareja de poder global, donde el marido tiene tantas probabilidades de ser embajador como la esposa de trabajar en la CIA, o la esposa es ejecutiva de Goldman Sachs mientras que el marido se postula a la presidencia del país.
Bill ha estado generando una fortuna desde que salió de la Avenida Pennsylvania 1600. Entre 2001 y 2012 ganó más de 104 millones de dólares, y fundó una caridad global que ha reunido 3000 millones de dólares en una década. Esa fundación ha hecho un trabajo tremendo combatiendo el sida, educando mujeres y niñas de países pobres, y ayudando a la gente que ha sobrevivido a desastres, como el terremoto de Haití. Bill ha dicho que rechazará conferencias pagadas mientras su mujer esté en la Casa Blanca, pero ni él ni Hillary han sugerido que renunciará también a su cargo en la Fundación Clinton.
Si conserva un empleo fuera de la Casa Blanca, será el primer cónyuge presidencial en la historia que trabajará fuera del hogar. Pero muchos primeros caballeros del mundo —y de muchas mansiones de gobierno estadounidenses— no se convierten en papás domesticados ni renuncian a sus empleos para arreglar el jardín y preparar cócteles para cuando sus esposas vuelvan a casa. Denis, el marido de Margaret Thatcher, fue un empresario y millonario que financió los estudios de leyes de su mujer y pasó sus diez años en 10 Downing Street como un reconocido partidario de la derecha que asesoraba a su media naranja en asuntos financieros. Joachim Sauer, marido de la canciller alemana Angela Merkel, es una especie de anti-Bill, un químico nerdy profesor a tiempo completo en la Universidad Humboldt de Berlín, quien se dice que presenció la inauguración de su esposa desde su laboratorio.
No les gustará la comparación, pero los Clinton se parecen más a los equipos marido y mujer de Sudamérica. En las décadas de 1940 y 1950, los argentinos Juan y Eva Perón formaron un equipo político auténtico: mientras él actuaba como presidente, ella dirigía los ministerios de Trabajo y Salud; luego, ella fundó el primer partido político femenino en gran escala y se postuló a la presidencia, pero murió de cáncer a los 33 años. La última presidenta de Argentina, Cristina Elisabet Fernández de Kirchner, sucedió en la presidencia a su esposo, Néstor Kirchner.
Los maridos de las gobernadoras estadounidenses han seguido trabajando y, en buena medida, se han mantenido fuera de vista. En Michigan, el esposo de la gobernadora Jennifer Granholm, Daniel Mulhern, abogado egresado de Harvard y escritor, tuvo una compañía de liderazgo exitosa, Mulhern Hastings Group, la cual abandonó cuando su mujer llegó a la casa de gobierno en 2002. En enero de 2012, Michael Haley, marido de Nikki Haley, se embarcó para un año de servicio en Afganistán con el rango de capitán en la Guardia Nacional de Carolina del Sur, mientras ella servía como gobernadora del estado. En la Provincia de Helmand, sus camaradas lo apodaron FGOSC (siglas de “primer caballero de Carolina del Sur”, pronunciándolo como “fuh GOSK”, algo así como FLOTUS). Todd Palin pidió una licencia en su empleo de 18 años en los campos petroleros de British Petroleum para evitar conflictos de interés cuando Sarah Palin fue electa gobernadora de Alaska.
La posibilidad de que Bill conserve su posición en la Fundación Clinton inquieta a algunos simpatizantes de Hillary, aunque sus enemigos se mueren por exigir investigaciones en la eventualidad de que la pareja regrese a la Casa Blanca. Los 3000 millones recaudados por la fundación están envueltos en aparentes conflictos de interés y asociaciones dudosas con líderes que se mofan de los derechos humanos. Algunos donantes importantes de la fundación son empresarios privados que se beneficiaron enormemente de las puertas que Bill les abrió en naciones en desarrollo y ricas en recursos.
Bill podría mantener funcionando legalmente la fundación en la eventual elección de Hillary, pues no es un empleado federal (y su matrimonio con un empleado federal no sería impedimento). No obstante, la Ley de Prácticas Corruptas en el Extranjero (FCPA) ha imputado a algunas compañías estadounidenses por hacer, justamente, lo que la Fundación Clinton ha pedido a sus donadores pudientes: hacer donaciones a caridades vinculadas con políticos. El gigante farmacéutico Eli Lily, que donó a una caridad polaca relacionada con el ministro de salud, fue acusada bajo FCPA y tuvo que llegar a un arreglo.
“Él ha protestado que tuvo que pagar las cuentas”, dijo Peter Schweizer, autor de Clinton Cash, un resumen minucioso de algunos de los nexos más perturbadores, en entrevista con Newsweek. “Creo que se encuentran en condiciones financieras para pagar sus cuentas. La Fundación Clinton necesita quedar en manos de una administración independiente, sin que Bill intervenga en la recaudación de fondos o en asuntos programáticos”.
Un exasistente de la Casa Blanca Clinton concuerda. “Necesitan romper limpiamente. Hasta su hija tiene que separarse [de la fundación]. Yo cortaría todos los lazos familiares con ella. Es la única solución sensata”.
Sin embargo, otros consideran que Bill debe seguir al frente. “La fundación y su labor tienen que continuar”, dice Begala. “Mantiene vivos a millones de africanos que viven con VIH/sida. Tal vez Chelsea pueda ejercer mayor liderazgo en la fundación, pero sería una tragedia que la obra de la fundación sea interrumpida por ataques políticos sucios”.
POLÍTICA CORPORAL
Pasar juntos la vejez en la Casa Blanca sería un final de novela para la historia larga y tormentosa de Bill y Hillary. Una vez Bill dijo que cuando se casaron decepcionó a su madre, quien esperaba una reina de belleza, mas no podía imaginarse junto a otra mujer sin sentirse aburrido. Ha hablado de su “conversación interminable” con Hillary y de que, si es electa, charlarán en sus mecedoras en la cima del mundo. Pese a lo que dicen los cínicos, ese par estuvo enamorado alguna vez. Un amigo de sus años mozos dijo al autor David Maraniss que la joven Hillary adoró a Bill “con un amor romántico, poético, adolescente”.
Pero cuando abandonaron la Casa Blanca al iniciar la mediana edad, Bill era el primer presidente que había sido impugnado por tener relaciones sexuales con una interna, y sus otras infidelidades eran objeto de litigios. Con todo, Hillary se mantuvo firme junto a su hombre, como una Tammy Wynette intelectual, pero enfurecida. Hubo numerosos informes de griteríos épicos en la Casa Blanca, de peleas en las que ella incluso lo hirió. Según el autor Ron Kessler, en una ocasión lanzó un libro de resúmenes informativos, pero no le dio a Bill, sino que golpeó a un agente del Servicio Secreto en la cabeza. En su libro sobre el personal de la Casa Blanca, la exreportera de la mansión presidencial, Kate Andersen Brower, informó que en 1998 hallaron mucha sangre en el lecho de la pareja, más o menos por la época del escándalo de Monica Lewinsky (el personal pensó que Hillary había arrojado un libro a la cabeza del presidente, causándole una herida que hubo que suturar, pero Bill afirmó que se había golpeado con la puerta del baño).
En un libro que se publicará a fines de este mes, el exagente del Servicio Secreto, Gary Byrne, quien trabajó en la Oficina Oval durante la presidencia de Bill, describe a Hillary como “errática, incontrolable y ocasionalmente violenta”, y escribe que los agentes del Servicio Secreto hablaron de la posibilidad de tener que proteger a Bill de los ataques de su esposa. Byrne describe una pelea de los Clinton en 1995, la cual dejó un jarrón azul claro “hecho añicos”, y a Bill con “un auténtico y clásico ojo morado”.
Sin embargo, lo que ahora preocupa a algunos no es la conducta de Hillary, sino la de Bill. Hoy, la actitud estadounidense hacia el acoso y la agresión sexual es muy distinta que en 1992, y los enemigos de Clinton quieren presentar al viejo Hound Dog como un Bill Cosby más poderoso y mejor protegido. Su manual de estrategias es The Clintons’ War on Women,donde el operativo político Roger Stone describe los muchos alegatos en contra de la pareja, algunos de los cuales involucran seducción agresiva y hasta violación. El libro incluye una cita de otro experto en problemas psicológicos, el expresidente Gerald Ford, quien dijo alguna vez: “Está enfermo, tiene una adicción. Necesita tratamiento”.
Luego de dejar la Casa Blanca, en enero de 2001, Bill y Hillary siguieron por caminos separados; ella pasó más tiempo en Washington, D.C. ocupada con sus responsabilidades en el Senado, mientras que él trabajaba en Nueva York. Al principio, Bill conservó su estilo de vida de galán envejecido, volando a fiestas de multimillonarios solteros en jets privados repletos de jovencitas núbiles, incluyendo un avión que los tabloides bautizaron como el “Lolita Express”, propiedad del pedófilo convicto Jeffrey Epstein.
Luego se sometió al bypasstriple en 2004; fue hospitalizado por complicaciones en 2005, y hospitalizado nuevamente en 2010. Durante el trayecto de campaña lucía frágil, lo que derivó en ominosos rumores, ninguno de los cuales ha sido confirmado.
Bill ha bajado el ritmo y ahora es vegano, pero dista mucho de ser un monje. Su relación estrecha con su vecina de Chappaqua, Nueva York, Julie Tauber McMahon, madre de tres, divorciada y acaudalada, ha sido comidilla de los tabloides desde hace años. Agentes del Servicio Secreto la llaman “la Energizer”, y han dicho a Kessler que la mujer pasa mucho tiempo en casa de los Clinton cuando Hillary no está en la ciudad. Bill ha negado públicamente que haya algo indebido en la beca de dos millones de dólares que la Fundación Clinton otorgó a Tauber para una iniciativa de energía verde.
Es seguro que las internas de la Casa Blanca Hillary no gozarán de privilegio alguno mostrando las bragas, pero ¿acaso el primer caballero tendrá siquiera oportunidad de andar de donjuán en esta ocasión? “No imagino que lo haga, pero bien visto, nunca imaginamos lo de Monica”, dice un exasistente de la Casa Blanca Clinton. “Con su fragilidad y al cuidado de todos, es difícil suponer que habrá problemas. Y la edad se encarga de eso en todos los hombres, incluso con Viagra”.
El sueño feminista habría sido que Hillary abandonara a Bill y cabalgara sola hacia la Casa Blanca demostrando, en palabras de Gloria Steinem, que una presidenta necesita un primer caballero tanto como un pez necesita una bicicleta. Sin embargo, se quedó con él y pagó el precio, personal y profesionalmente, un papel que para las mujeres es tan antiguo como la Biblia. Resulta irónico que esta pareja blanca, rica, casada desde hace tantos años —la encarnación misma de la tradición y el conservadurismo— pueda ser el arquitecto de una Casa Blanca posgénero y radicalmente nueva. No obstante lo que Hillary decida hacer con Bill, sin duda será revolucionario, aunque ella —la abuela suburbana metodista de Park Ridge, Illinois— no lo sea.