Jewell Williams, legislador estatal de Pensilvania, acababa de recoger su ropa de la tintorería y manejaba hacia su casa a través del norte de Filadelfia cuando se percató de que oficiales de policía habían detenido un auto con dos ancianos negros en su interior. Los oficiales cachearon —registraron— al conductor, y cuando el policía puso el dinero del hombre en la cajuela del auto, billetes sueltos volaron y fueron recogidos por clientes del cercano bar Red Top. “Así que salí del auto y le grité a la gente: ‘¡Oigan, suelten el dinero de ese hombre!’”, dice Williams, quien es negro, mirando hacia la miserable calle York mientras describe cómo se vio sumergido en una emblemática demanda de detener y cachear que refleja luchas similares por todo Estados Unidos.
Los policías se enojaron, insultaron y esposaron a los dos hombres, y los metieron en una patrulla. Williams, de pie junto a su Chrysler con placas legislativas, sacó su identificación legislativa estatal e, incluso, señaló a su hogar cercano. “Métase a su jodido auto antes de que le dé un montón de multas”, dijo un policía, según documentos de la Corte.
Cuando Williams, ahora alguacil de Filadelfia, dijo que quería hablar con un supervisor, fue esposado y empujado al interior de una patrulla. Los dos viejos fueron liberados sin cargos, pero Williams fue retenido mientras sus votantes observaban y su hija les rogaba a los policías que lo dejaran ir. “Me senté aquí como si estuviera en una subasta pública”, dice a Newsweek, haciendo eco de las experiencias de incontables negros que han sido obligados a sentarse en cunetas.
Williams fue llevado a una estación de policía ese día de marzo de 2009, para ser liberado varias horas después sin cargos. Demandó a la Ciudad del Amor Fraternal en 2010, convirtiéndose renuentemente en uno de los principales demandantes en una histórica demanda colectiva que acusó a la ciudad de una política ilegal de detener y cachear destinada a hombres negros y latinos. El acuerdo subsiguiente en 2011 ha forzado lentamente a Filadelfia, hogar del cuarto departamento de policía más grande de ese país, a cambiar cómo detiene y revisa a sus residentes. Pero un informe del 22 de marzo de los abogados que representan a Williams halló que la policía está violando el acuerdo, y amenazan con buscar sanciones si no hay un progreso pronto.
Esa escena desagradable afuera del Red Top y los cambios que suscitó reflejan un impulso nacional por reformar el detener y cachear. “Philly no es única. Philly es parte de una imagen más grande por todo el país”, dice Ezekiel Edwards, director del Proyecto de Reforma de la Ley Penal de la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés). “La policía en una ciudad tras otra se enfoca en las comunidades pobres de color y usa su autoridad discrecional y muy impresionante para detener a alguien en la calle… para ver si consigue algo”.
La policía en la ciudad de Nueva York detuvo a casi 700,000 personas en 2011, pero una demanda colectiva casi idéntica a la de Williams resultó en una orden federal para que la policía detuviera a alguien sólo si tenía una sospecha razonable de que la persona ha cometido, está cometiendo o está a punto de cometer un crimen. La cantidad de detenciones el año pasado cayó a 24 000. Eso es una caída enorme, pero el litigio está en marcha: previamente este año, un monitor federal dijo que en más de una cuarta parte de las detenciones en Nueva York que él revisó, la policía no había registrado qué los hizo detener a un sospechoso. Las detenciones en Chicago supuestamente disminuyeron en 80 por ciento este año después de que una política nueva obligó a los policías a llenar un “reporte de detención investigadora” de dos páginas. Y el año pasado, el Departamento de Policía de Boston prohibió las detenciones basadas en la raza después de que un informe halló que sus policías detenían principalmente a negros. En el año pasado, Cleveland y Newark, Nueva Jersey, firmaron acuerdos con el Departamento de Justicia de Estados Unidos que modernizará cómo su policía detiene y cachea.
Filadelfia desde hace mucho tiempo ha tenido batallas legales por la práctica. En 1985, el comisionado de policía ordenó detenciones a cualquiera que caminara por las 51 intersecciones frecuentadas por narcomenudistas, luego invitó a los reporteros a observar la “Operación Abstinencia”. Durante dos días, los policías arrestaron a 1444 personas, de las cuales casi ninguna estaba infringiendo la ley. La ACLU presentó una demanda menos de una semana después, y la ciudad rápidamente acordó pagos de 100 dólares a cualquier detenido y de 1250 dólares a cualquier detenido y arrestado. A finales de la década de 1980, dos casos federales golpearon Filadelfia por detenciones ilegales, y otra demanda federal fue compensada en 1996, con un pago de seis millones de dólares.
“Solían conocernos más por la brutalidad policiaca que por el sándwich de bistec con queso”, dice David Kairys, el profesor de leyes de la Universidad del Temple quien presentó la demanda por la Operación Abstinencia.
Sentado en su gran oficina con paneles de madera para una entrevista, el alcalde de Filadelfia, Jim Kenney, y su comisionado de policía, Richard Ross, están ansiosos por defender la política de detener y cachear de su ciudad. Cuando hago mi primera pregunta, Kenney me interrumpe: su policía no detiene y cachea; él prefiere el término “detenciones peatonales constitucionales”. Más tarde en la entrevista, me dice: “Hubo cosas que la policía hizo durante los años de Rizzo; los policías estaban a cargo”, refiriéndose a Frank Rizzo, el comisionado de policía y luego alcalde —de 1968 a 1980— quien a menudo estuvo vinculado con la brutalidad policiaca. Cuando Rizzo estuvo a cargo, dice Kenney, “hacías lo que te decían, y si no lo hacías lo bastante rápido, te partían la cabeza. Con eso estamos lidiando ahora, los remanentes de esa historia… y es difícil corregirlo en cuatro meses”.
Kenney, quien asumió el cargo en enero, dice que las cifras en un informe reciente —una tercera parte de las detenciones se hicieron sin sospecha razonable— reflejan la administración anterior y no son “nuestras cifras” (alrededor de 215 000 personas fueron detenidas en 2015, pero el primer cuarto de 2016 mostró una caída del 10 por ciento en comparación con el mismo periodo el año pasado).
En la calle donde Williams fue arrestado, los residentes están divididos sobre el detener y cachear. “No es la década de 1970; ellos no tienen el derecho de detener y cachear a nadie”, dice Mildred Wagner, y añade que la policía la detuvo hace 18 meses cuando regresaba de la tienda, para luego ordenarle que entrara en su casa. “No estaba cometiendo ningún delito. Eso me hace sentir que no puedo confiar en la policía”.
Pero algunas de las personas que odian ser detenidas en la calle York son blancos de la policía por una razón legítima. “La última vez que me detuvieron y cachearon, purgué cuatro años”, dice Quadir Smith, quien fue arrestado por cargos de marihuana y arma de fuego.
“Ellos necesitan sacar estas armas de la calle”, dice Melvin Carter. “Si esa es la única manera en que pueden hacerlo, estoy 50 por ciento a favor”.
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Publicado en cooperación con Newsweek /Published in cooperation with Newsweek