Las partículas de aerosol —las pizcas diminutas de polvo y otra materia expulsadas por todo, desde volcanes y tormentas de polvo hasta el escape de los autos y las plantas eléctricas— podrían estar haciendo más extremas a las tormentas eléctricas, según un estudio publicado el lunes en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.
Las nubes se forman cuando gotitas de agua se fusionan alrededor de partículas diminutas suspendidas en el aire. En pocas palabras, cuantos más aerosoles hay en el aire, más tiempo dura el sistema de nubes antes de que empiece a disiparse en lluvia, gracias a una estructura más grande de partículas para apoyar y acumular más vapor de agua, dándole al sistema de nubes más tiempo para acumular contenido acuoso y volverse más grande y más poderosa. Todo esto resulta en lluvias más extremas, hallaron los investigadores de la Universidad de Texas, la Universidad de Colorado en Boulder, y el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA.
Según el ensayo, esta es la primera confirmación de la hipótesis de que un mayor contenido de aerosoles podría traducirse en tormentas significativamente más poderosas. La idea de que los aerosoles y las tormentas extremas podrían estar conectados “se ha propuesto desde hace mucho tiempo”, escriben los autores, “pero no hemos sabido si ese aumento es significativo a escalas mundial y regionales”. Resulta que es muy significativo.
Los investigadores observaron datos satelitales de 2430 “sistemas convectivos de mesoescala”, una clase de tormentas eléctricas a menudo severas que pueden contribuir a inundaciones, en especial en los trópicos. Ellos hallaron que si había un grado alto de aerosoles en la atmósfera, la duración del sistema de nubes podía alargarse desde 3 hasta 24 horas, dependiendo de las condiciones climáticas regionales. Y esas horas extra en la vida de las nubes significaban que finalmente verterían mucha más agua a la Tierra.
Según el ensayo, la cantidad de aerosoles en el aire podría representar alrededor del 20 por ciento de la variabilidad en la vida de un sistema de nubes sobre el sur de Asia y Latinoamérica. Sin embargo, sobre África, el impacto fue menos significativo; sólo alrededor del 8 por ciento de la variabilidad podía atribuirse al contenido de aerosoles.
Otros investigadores ya han empezado a investigar si los aerosoles podrían usarse como una estrategia potencial de geoingeniería para prevenir la inseguridad por el agua. Algunos científicos y gobiernos visualizan implementar una estrategia llamada “siembra de nubes”: usar aviones pequeños para rociar aerosoles químicos en el aire como una manera de propiciar la formación de nubes de lluvia y traer lluvia a regiones afectadas por sequías. Sólo en 2016, ha habido 100 vuelos experimentales de siembra de nubes hechos por meteorólogos gubernamentales en los Emiratos Árabes Unidos, un país en un seco ecosistema desértico que depende tremendamente del proceso costoso de desalinizar su abastecimiento de agua, reporta The Christian Science Monitor.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek