Muamar el Gadafi, el dictador libio asesinado en 2011, dejó un legado de caos, brutalidad y trauma.
Pero también dejó una visión política sorprendentemente moderna: un Estado Panafricano. En 1999, Gadafi empezó a pugnar por la creación de la Unión Africana (UA), más o menos parecida a su equivalente europea, la UE. En 2008, durante una cumbre con más de 200 reyes y gobernantes tradicionales africanos, declaró: “Queremos un ejército africano para defender África, una moneda africana única, un pasaporte africano para viajar dentro de África”.
Al cabo de ocho años, la UA —organismo continental de 54 miembros, iniciado en 2002— empieza a tomar medidas para cristalizar el sueño improbable de Gadafi. El impulso surge justo cuando los principios de fronteras abiertas y libertad de movimiento de su parangón, la Unión Europea, se ven presionados por el extremismo, los refugiados, la crisis económica, y la creciente hostilidad hacia la unión dentro de Europa. No obstante, la unidad europea ha dado inmensa prosperidad y paz a lo que, durante siglos, fuera un continente a menudo escindido por la guerra. Y esa prosperidad e influencia global de la UE es lo que perciben los líderes africanos.
Muchos proponentes de la mayor unidad de naciones africanas tienen la creciente impresión de que ha llegado el momento de concretar un acuerdo para formar un bloque similar. En su Agenda 2063 —plataforma anunciada en 2013, donde perfila las políticas necesarias para transformar el continente—, la UA propuso establecer un Área Continental de Libre Comercio para 2017, aboliendo el requisito de visado para los ciudadanos africanos de países del continente hacia 2018, y la introducción eventual de un pasaporte africano.
Con el auge de las economías subsaharianas, como las de Ruanda y Etiopía (el Fondo Monetario calcula que la región crecerá 4.3 por ciento en 2016), organismos continentales como la UA y el Banco de Desarrollo Africano presionan cada vez más por abrir las fronteras. África ya tiene ocho Comunidades Económicas Regionales que practican un creciente comercio transfronterizo entre sus miembros. Y el potencial es enorme: un informe de la ONU de 2015 halló que el comercio intraafricano representaba apenas 14 por ciento del comercio total del continente, comparado con 61 por ciento del comercio intrarregional de la UE.
Harnet Bokrezion, una estratega de mercados eritrea que asesora a empresarios africanos para establecer negocios en todo el continente, comenta que los planes de la UA son prometedores. “Hemos padecido décadas de sufrimiento, guerra y pobreza en África —dice—. En mi opinión, mucho de eso es consecuencia directa de la falta de liderazgo, la falta de visión, la falta de integración regional y la falta de confianza que teníamos como africanos”.
Aunque algunos países están creciendo, el continente ha estado luchando con algunos de los mismos problemas que encara Europa: un incremento de la violencia militante islámica, y la oleada de refugiados. Y las crisis de salud pública, como el brote de ébola de 2014, han creado el temor de que el desplazamiento sin pasaporte pueda exacerbar la diseminación de enfermedades.
Si bien la UA está deseosa de acelerar el proceso de integración, pasará algún tiempo para que el continente alcance el sueño descrito en ¡Salud! Estados Unidos de África, poema de 1924 escrito por el líder nacionalista negro Marcus Garvey: “No queda Estado fuera de la Unión / Oriente, Occidente, Norte, Sur —el Centro incluido / Están en la nación, fuertes para siempre, / Sobre los negros en glorioso dominio”.