La historia
parece comenzar muy bien, con amor; la boda es una fiesta, luego nacen hijos y
el gusto sigue. Cuando muere la esposa, es probable que el viudo se case de
nuevo, y en poco tiempo, para contar –otra vez– con la ayuda doméstica
necesaria. Cuando el que se muere es el esposo, las mujeres de muchos países se
enfrentan con que se quedan sin derechos humanos, sin protección del estado,
sin ayuda de nadie: desaparecen.
En diversas
regiones, la condición social de la mujer está completamente vinculada a la de
su cónyuge, de modo que cuando él muere, la mujer ya no tiene lugar en la
sociedad. Para volver a lograr un sitio, se espera que se casen con uno de los
parientes del difunto, a veces contra su voluntad. Hay culturas en las que de
plano se cree que ellas están malditas.
Las viudas no
figuran en las estadísticas, pasan inadvertidas en los trabajos de
investigadores, abandonadas por las autoridades locales y nacionales, y
mayormente ignoradas por las organizaciones de la sociedad civil: la situación
de las viudas es, en efecto, invisible.
Millones de viudas en el mundo soportan extrema
pobreza, aislamiento, violencia, falta de vivienda, enfermedades y
discriminación en lo que respecta a la ley y las costumbres.
Una viuda admirable
Maria Sklodowska, de soltera, mejor conocida como
Marie Curie, es la primera mujer catedrática en la
Universidad de París y la primera en ganar el Premio Nobel en ciencias duras dos
veces; el primero de Física lo comparte con su marido Pierre
Curie, y ambos con Becquerel, por
sus investigaciones sobre los elementos radiactivos. El segundo, en 1911, gana el Nobel
de Química.
Alumna brillante desde pequeña, con una excepcional capacidad de concentración,
termina Física en la Sorbona con el número uno de su promoción. Un año después
conoce a Pierre Curie, científico con el que se casa en 1895. Tiene dos hijas y
Marie sigue adelante. En 1903 comparten el Nobel de
Física. En 1906 Pierre muere, Marie como
viuda continúa imparable hasta hacerse de otro Nobel por méritos sólo de ella.