Chihuahua.- En noviembre del 2015, una joven de 23 años fue encontrada en los baños de la Ciudad Deportiva de la ciudad de Chihuahua, atada y con señales de violencia extrema. La víctima fue violentada sexualmente de manera multitudinaria e incluso dada por muerta, debido a la gravedad de las lesiones.
Su caso, de acuerdo con Mercedes Fernández, representante de la comunidad LGBT (lesbianas, gay, bisexuales y transgénero), quien conoce de cerca la historia y le ha dado seguimiento, es un ejemplo claro de la llamada “violación correctiva”, práctica que se refiere a la violación sexual de homosexuales, con el supuesto fin de cambiar la orientación sexual de la víctima.
“La joven afortunadamente salvó su vida, pero tuvo que abandonar la ciudad porque además no era la primera vez que le sucedía algo así. Pero ¿por qué tenemos que aguantar estas cosas?”.
Otro caso emblemático, dice Fernández, “es el de una chica transgénero que fue asesinada, pero antes violada; la ahorcaron y le envolvieron la cabeza en una bandera de México. Le cambiaron los tacones por zapatos de trabajo, como de la obra, y todavía le dejan un mensaje: ‘para que llegues como viniste al mundo, como machito’”.
Según datos bibliográficos, el término está relacionado con las violaciones realizadas en el continente africano, principalmente en Sudáfrica, aunque no es un fenómeno que se limite sólo a ese continente, sino que se extiende a otros que tienen una arraigada cultura machista, como Latinoamérica.
-Por cada 5 violaciones correctivas que se conocen, hay 10 que no se conocen: LGBT
-De cada 10 mujeres heterosexuales, 3 son víctimas de violencia física; en el caso de la diversidad, la cifra es la misma, aseguran
Por cada 5 violaciones “correctivas” que se conocen en el estado, existen otras 10 que no se conocen, de hombres y de mujeres, afirma Mercedes Fernández, representante de la comunidad LGBT, al hablar respecto a este tipo de ataques sexuales.
De igual forma, indica que por cada 10 mujeres heterosexuales, 3 son víctimas de violencia física, y la regla en la diversidad es la misma. Señala que las violaciones y los asesinatos “son consecuencia de la práctica correctiva desde la moral que se maneja en la sociedad en que vivimos”.
Agrega que todas las violaciones “son lamentables, muy fuertes y dolorosas para la víctima; pero, cuando ésta es de una identidad sexual diferente, tiene ciertos signos que marcan, ya que normalmente es un ataque multitudinario.
Después de eso viene la violación con artículos diversos, generalmente palos de escoba, tanto para hombres como para mujeres, así como ataques con armas blancas. El mensaje que se emite es de cacería contra la diversidad, lo que provoca que haya mucha libertad para poder hacerlo, porque pareciera que si no te curas llega la mano ejecutora y divina”.
La sociedad actual, asegura, maneja una doble moral e incluso “hay campañas de persecución mediática con información antagónica y vieja, donde nos ponen como enfermos mentales, desviados y donde hay gente que piensa que a través de terapias religiosas se va a curar. La homosexualidad no puede ser tratada como una enfermedad y en una terapia como los de doble A, que vayas, te abstengas y tomes paliativos. Hay que ver qué dicen los expertos y la jurisprudencia al respecto”.
Abunda en que para ciertos segmentos de la sociedad “la mejor manera de castigar a una persona homosexual es violarla, pero es la forma más burda y abstracta de querer castigarla; es una marca y una forma de demostrar que la parte heterosexual tiene el poder. En los casos que hemos conocido, la mano ejecutora es alguien que vive dentro del clóset, es una homofobia guardada que tiene una tendencia a ser homosexual y trata de reprimirla”.
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NOTA DE APOYO
-Violación correctiva es crimen de odio: MC
La violación correctiva es un crimen de odio, cometido por hombres apoyados por personas lesbofóbicas, a quienes el ser lesbiana les parece una aberración, señala Mariela Castro, especialista en temas de género.
Agrega que dicho acto, básicamente se ejerce a través del poder masculino, pero se tolera porque “socialmente se castiga a las mujeres que abiertamente ostentan una orientación sexual distinta y con ello, se rompe con la hetero-normatividad regulada por las instituciones, incluida la familia”.
Ésta, continúa, es una práctica común en países africanos, especialmente Nigeria y Sudáfrica; sin embargo, en México la práctica existe y el caso más emblemático es el de Yakiri Rubio, que al defenderse de su agresor lo mató y por ello fue a prisión a pesar de acreditar ampliamente la violación que padeció y el intento de feminicidio tras el ataque sexual.
Castro señala que una violación “correctiva” se caracteriza por ser premeditada en su totalidad. El agresor “caza” a su víctima, la vigila, la sigue y procura confirmar de algún modo que en efecto es lesbiana. “Socialmente, este crimen es tolerado porque si bien se han dado pequeños pasos para abatir los discursos de odio contra la homosexualidad, el lesbianismo sigue invisible y se tiene la percepción que por tratarse de mujeres, socialmente se puede “educar” o “reconvenir” sobre el rol que se supone deben cumplir. Son crímenes específicos que no existen en el imaginario, ni en los discursos, mucho menos en las estadísticas ni en las políticas públicas, lo que alienta su consecución y lo que mantiene el hecho en total impunidad”.
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TESTIMONIO
-Fue violado a los 4 años para que se le quitara lo “joto”
-Ya no sabía lo que quería, si dejar de respirar o dejar de ser violentado: víctima
“Rubén” tenía 4 años de edad cuando un hombre adulto abusó de él, diciéndole que era “para que se le quitara lo joto”. Después de la agresión, lo obligó a caminar descalzo y en ropa interior a lo largo de 5 kilómetros en terracería. Al término del recorrido, Rubén tenía los pies ampollados y reventados, además de haber sufrido las inclemencias del clima —era verano—, y de la gran cantidad de mosquitos que había en el lugar. No dijo nada por temor a ser agredido de nueva cuenta. El secreto se quedó guardado durante décadas.
Después de lo ocurrido, continúa, “empecé a tener el deseo de hacer lo mismo con otras personas, pero gracias a dios quedó sólo en eso, porque un violador es lo peor que hay”.
A los 13 años, Rubén fue víctima de una segunda violación por parte de un familiar, pero esta vez, tuvo el valor para decirlo a su familia.
“Fue muy difícil pero el decirlo a mis padres me dio alivio y pensé que si hubiera hecho lo mismo antes, en ese momento estaría mejor, pero siempre tuve miedo a ser criticado y señalado. El sentimiento de culpa era muy fuerte.” Después de eso, continuó sus estudios y empezó a trabajar al mismo tiempo lo que le permitió ahorrar y pagar un psicólogo.
“Lo del primer abuso no se lo conté a nadie, hasta los 19 años, cuando fui al psicólogo; gracias a la terapia logré salir adelante porque cuando no se da tratamiento, la víctima termina sintiéndose culpable y eso es muy difícil de superar. Ahora estoy tranquilo, lo veo como una prueba que me puso la vida para ser mejor persona y poder ayudar a quien haya pasado por la misma situación. Se siente mucha impotencia darte cuenta de casos similares y más cuando son niños, porque sufres, te hieren, te lastiman y ¿qué hace uno con eso cuando eres pequeño?”
Hoy día, cuarenta años después de la primera agresión, Rubén dice que eso marcó su vida para siempre, fue cruel e irónico porque además “el sujeto —que es un político reconocido en su comunidad— se jacta de ser muy religioso y recto, tiene familia, hijos, va a la iglesia y nadie lo juzga por lo que hizo. Él no imagina siquiera el daño que me ocasionó, porque durante mucho tiempo yo no podía recibir un apretón o un abrazo porque me recordaba lo ocurrido, me desesperaba y sentía que me asfixiaba. Ya no sabía que era lo que quería, si dejar de respirar o dejar de ser violentado”.