Parece seguro decir que Hillary Clinton posiblemente sea la próxima presidenta de Estados Unidos. Ella recaudó la mayor cantidad de dinero y llegará a la elección con su partido más o menos detrás de ella. Mientras tanto, Donald Trump todavía tiene que convencer al Partido Republicano, y a una buena porción del electorado, de que él no es Hitler.
El senador Lindsey Graham tal vez haya cambiado su opinión sobre Trump, pero otros republicanos eminentes no lo han hecho: los ex presidentes George W. y George H.W. Bush, por nombrar dos, además de una pizca de segundones republicanos y otros funcionarios electos se niegan a apoyar a Trump, aun cuando él va contra Clinton, su odiada enemiga. Sin mencionar los otros problemas que plagan la campaña de Trump, principalmente sus pésimos índices de preferencia entre mujeres, negros y latinos, los peores de cualquier candidato presidencial desde que empezaron a medir estas cosas. Entonces, aun cuando no es seguro que Clinton gane esta cosa, es lo que se podría llamar una apuesta segura.
Por supuesto, el futuro nunca está escrito en piedra, y Clinton podría perder. Si pierde, lo más probable sería que no fuera por algo que Trump dijo o hizo —aunque él hará y dirá mucho en los próximos meses, y mucho de ello sin duda será desagradable. La ruina de Clinton, como todas las grandes ruinas, se originaría con ella.
Clinton tiene mucho bagaje. Ello es normal cuando has estado en la política tanto tiempo como ella, y en especial cuando te has construido una carrera como negociadora, alguien que no tiene miedo de hacer arreglos imperfectos si hacen avanzar sus causar centrales. Pero algo de ese bagaje será un lastre. He aquí una mirada a un puñado de bombas del pasado que podrían transformar el “Estoy con ella” en (gemido inarticulado).
Bengasi. El máximo meme conservador en Twitter: ¿Quién puede olvidar B-E-N-G-A-S-I? En 2012, cuatro diplomáticos estadounidenses fueron asesinados por extremistas islámicos en Bengasi, Libia. La razón de sus muertes no estuvo clara de inmediato: los medios inicialmente reportaron que lo que empezó como una protesta espontánea afuera de un complejo-diplomático-de-EE UU-puesto-de-avanzada-de-la-CIA —un evento común en esa parte del mundo durante la Primavera Árabe— se transformó en un ataque al edificio. Después, se descubrió que el ataque en realidad fue planeado y que a) el Departamento de Estado no lo vio venir y b) no fortificó el complejo para resistirlo.
Ambas cosas serían malas por sí solas, pero la derecha política entró en línea y tomó lo que de por sí era un evento trágico y lo empeoró al tratar de manejar el reporte mediático de los eventos como un intento deliberado de ofuscación por parte de la administración de Obama y, en particular, del Departamento de Estado de Clinton. Hubo otros pecados que ellos trataron de colgarle también a Clinton. Por ejemplo, los comentaristas de derecha tuvieron la idea de que el Departamento de Estado de Clinton ordenó a un grupo de soldados estacionado cerca del complejo que “no participara”, algo que no sucedió. Pero la frase de todas formas se coló en el recuento ficticio sobre el evento del director de cine Michael Bay, 13 horas. Y el senador Rand Paul de Kentucky sugirió que la presencia de la CIA en Bengasi podría significar que la agencia en secreto les vendía armas a rebeldes libios o sirios, otra afirmación para la cual no hay evidencia.
Al oler sangre, los republicanos congresistas pronto formaron un comité selecto para investigar los eventos que llevaron al ataque, así como la respuesta de la administración de Obama. Los demócratas fueron rápidos en acusar a los republicanos de usar los dólares de los contribuyentes para financiar una cacería de brujas contra Clinton. El comité todavía no ha desenterrado alguna ofensa, pero el testimonio de Clinton durante una audiencia produjo un audio que seguro aparecerá en anuncios de ataque más adelante. Cuando Ron Johnson, senador por Wisconsin, le preguntó sobre el motivo del ataque, Clinton gritó: “¿Fue a causa de una protesta o fue porque unos tipos salieron a caminar una noche y decidieron matar unos cuantos estadounidenses? ¿Qué diferencia, en este momento, qué diferencia tiene?”, dijo Clinton. La derecha interpretó que la frase significaba que las vidas de cuatro estadounidenses tenían poco valor para Clinton. La izquierda, y Clinton, dijo que significaba que llevar a los atacantes ante la justicia importaba más que sus motivos. En todo caso, espere que Bengasi regrese de una manera importante conforme se acerque la elección de noviembre. En este momento, parece poco probable que el comité desentierre algo nuevo, pero si lo hace, podría cambiar el curso de la elección.
El asunto de Monica Lewinsky. Una historia tan vieja como el tiempo: muchacho conoce muchacha, muchacho y muchacha se casan, muchacho llega a ser presidente de Estados Unidos, muchacho conoce muchacha más joven, muchacha más joven le hace sexo oral a muchacho en la Oficina Oval, muchacha más joven se lo cuenta a su mejor amiga, su mejor amiga se lo cuenta al agente literario Lucianne Goldberg, Goldberg se lo cuenta al reportero Michael Isikoff de Newsweek (cuyos superiores se niegan a publicar la historia) así que ella se lo cuenta al sicario derechista Matt Drudge, quien lo suelta por todas partes.
La saga sórdida del devaneo de Bill Clinton con una interna de la Casa Blanca de 22 años de edad cautivó a la nación y cristalizó la narrativa que todavía rodea a Clinton: Bill, el coqueto de la labia, y Hillary, quien soportará cualquier humillación en la búsqueda del poder. Este terreno ha sido pisado y vuelto a pisar, pero no espere que ello impida que Trump haga un refrito de todo el episodio, hasta e incluyendo el juicio de impugnación a Clinton por mentir bajo juramento. Aun cuando los Clinton preferirían que este episodio de su historia se quede en el pasado, los índices tremendamente desfavorables de Trump entre las mujeres significan que retratar a Clinton como comprensiva con —o como facilitadora de— un infiel podría ser una estrategia ganadora para él. Por supuesto, él probablemente se vea como un abusón, arengando en contra de ella por algo en lo que ella no tuvo control, pero ya está claro que Trump no tiene miedo de parecer un abusón.
Las acusaciones de conducta sexual inapropiada de Bill Clinton. Dejando de lado el escándalo de Lewinsky, el posible primer caballero no es ajeno a acusaciones de aventuras extramaritales: tres mujeres han acusado al ex presidente de conducta sexual inapropiada. Juanita Broaddrick, ex administradora de un asilo de Arkansas, afirmó en 1999 que Clinton la había violado dos décadas antes. Los abogados de Clinton refutaron esa afirmación, y el ex presidente se negó a comentar. En 1998, Kathleen Willey, una ex voluntaria de la Casa Blanca, dijo que Clinton la había manoseado y besado a la fuerza en 1993. Y Paula Jones, una ex empleada del estado de Arkansas, donde Clinton fue gobernador, dijo que él la había acosado sexualmente.
Ninguna de estas quejas resultó en juicios criminales contra Bill Clinton, pero la forma en que su esposa las manejó puede y será usado en su contra. En un evento de campaña reciente, ella dijo a sus partidarios que “toda sobreviviente de abuso sexual merece ser oída y creída”. Alguien del público le preguntó a Clinton si se les deberían conceder los mismos derechos a las acusadoras de su marido, a lo que Clinton respondió que se les debería creer hasta que la evidencia ponga en duda sus recuentos. Fue la respuesta más sólida que Clinton pudo dar. Pero he ahí la trampa: su marido ha sido acusado de conducta sexual inapropiada, lo cual le dificulta a ella el insistir que a quienes afirman ser víctimas de abuso sexual debería creérseles por defecto mientras que no cree en quienes acusan a su marido.
Vince Foster. El cuerpo de Vince Foster Jr., un consejero adjunto de la Casa Blanca en los primeros días de la presidencia de Bill Clinton, fue descubierto en un parque público el 20 de julio de 1993. Su muerte fue dictaminada como suicidio, pero la teoría conspirativa totalmente sin fundamentos de que los Clinton habían asesinado a Foster —por razones que nunca quedaron del todo claras— ha perdurado desde su muerte. David Brock, aliado desde hace mucho tiempo de Clinton y ex conservador, ha afirmado que las teorías conspirativas que rodean la muerte de Foster son fomentadas, y originadas, por el Partido Republicano.
Como este es un muy antiguo y en cierta forma ahora oscuro escándalo de Clinton, nadie en realidad hablaba de él desde que Clinton anunció su postulación a la presidencia. Luego llegó Trump, diciendo a los reporteros que la muerte de Foster era “muy sospechosa” y dijo que las teorías conspirativas alrededor de su muerte deberían tomarse con seriedad.
Los correos electrónicos. El escándalo más reciente de Clinton involucra su uso cuestionable de un servidor privado de correo electrónico para gestionar los asuntos del Departamento de Estado.The New York Times fue el primero en reportar que Clinton había usado un servidor privado y una cuenta de correo electrónico privada en vez de aquella que le dio el Departamento de Estado. El periódico también reportó que Clinton, al usar un servidor privado de correo electrónico, violó las normas de los empleados gubernamentales. Resulta que la segunda parte no era cierta: aun cuando hay normas que exigen a los empleados gubernamentales usar sus cuentas de correo electrónico de trabajo, estas normas no entraron en vigor sino hasta después de que Clinton dejó el departamento.
La derecha, así como la gente de la prensa, se aprovecharon del asunto, y muchos argumentaron que Clinton había usado resueltamente su correo electrónico personal para evitar que los reporteros fueran capaces de presentar solicitudes de Libertad a la Información sobre su período en el departamento. Pero el escándalo creció cuando los investigadores descubrieron 65 correos electrónicos clasificados como “secretos” o una categoría más alta. El hecho de que Clinton enviaba información clasificada en su servidor personal de correo electrónico, el cual no estaba tan bien protegido como los servidores gubernamentales, era problemático. Sin embargo, los investigadores luego hallaron que los correos electrónicos que Clinton había enviado y estaban clasificados como “secretos” o fueron clasificados erróneamente o fueron clasificados después de que Clinton los envió, liberándola en esencia de cualquier ofensa oficial. Aun así, el episodio resume un patrón familiar de los críticos de Clinton, con algunos diciendo que ella juega según las reglas cuando le conviene y las ignora cuando le conviene, a veces en detrimento del pueblo estadounidense. El FBI todavía está investigando y, dependiendo de lo que la agencia encuentre, el “escándalo de los correos” podría pasar de ser una molestia menor para Clinton a ser una grande.
Discursos. Goldman Sachs, el banco de inversiones de Wall Street, le pagó 500,000 dólares a Clinton por dos discursos. Es un hecho que a Bernie Sanders le encanta recordárselo a los votantes, ya que encaja perfectamente en la narrativa que la rodea a ella: en público, Clinton critica los excesos de Wall Street y promete nuevas regulaciones, pero en privado, toma el dinero a cambio de algunas palabras amables, argumentan sus críticos. Y la negación de Clinton a publicar las transcripciones de dichos discursos crea una sospecha natural de que hay algo en ellos que ella no quiere que lo vean los votantes. Los Clinton dejaron la Casa Blanca con mucha deuda personal; dar discursos fue una manera de recuperar la solvencia. Pero la cautela característica de Clinton alrededor del contenido de esos discursos tiene a algunos preguntándose si podrían tener algo que ocultar.