La casa es un Craftsman de la década de 1930 en las orillas verde esmeralda de North Fork, en el río Nehalem, en la ladera de la Cadena Costera de Oregón, a pocos kilómetros del Pacífico. Fue uno de los primeros sitios fincados en la región, una granja de lácteos para la cooperativa que hace el queso Tillamook. Hasta hace dos años, un quinteto de veinteañeros que trabajaba en el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos la rentó principalmente para hacer cosas como jugar fútbol en la sala de estar. Pero en un tormentoso domingo de marzo, la casa fue el sitio de una aventura marcadamente “más verde”.
En la cocina enorme que mira hacia el río, un grupo arregló bandejas de huevos a la escocesa, bollitos, brownies, rebanadas de frittata y pastel, y galletas saladas con remolacha a la tártara. En la sala de estar, 29 invitados se sirvieron té blanco Haiku de la Jasmine Pearl Tea Co. de Portland, y muchos se preguntaban si debían añadirle una de las dos “Pociones PNW” con un dejo de cannabis alineadas cuidadosamente a lo largo de una consola de madera; tinturas misteriosas etiquetadas “Cosecha Mate” y “Juana Pura”. Luego los invitados se sentaron, y el personal llevó series de bandejas de tres pisos para cada grupo de tres o cuatro asistentes, uno con las botanas que prepararon en la cocina, otro con tres niveles de marihuana cultivada orgánicamente y recién molida, y las pipas y porros para fumarla. Bienvenidos, dijo el anfitrión con chistera, al Té de Altura.
Lo que siguió fue un maridaje de cannabis y té fino, la marihuana elegida meticulosamente para complementar perfectamente la bebida, las botanas elegidas cuidadosamente para ser, pues, engullidas por una sala llena de gente a punto de drogarse mucho, todo por sólo 65 dólares por persona. Los anfitriones, Ginger y Brigham Edwards, quienes habían convertido la casa en una posada de cuatro habitaciones, pretenden celebrar almuerzos con temática de marihuana cada mes siempre y cuando la gente esté dispuesta a asistir a ellos. Hasta ahora, cada evento se ha agotado.
En la víspera de Año Nuevo montaron una cena con temática marroquí, emparejando los “perfiles de terpeno” de la cannabis —los terpenos son uno de los muchos componentes en la planta que le dan sabor— con el rico picante de esa comida. También hubo bailarinas del vientre. En la Pascua, North Fork 53 celebró una “búsqueda de huevos de Pascua para porreros con capullo y almuerzo”, con premios de cannabis ocultos en huevos de plástico.
Esta es la maduración de la industria legal de la hierba en estados como Oregón, donde los residentes pueden cultivar su propia marihuana en sus hogares o jardines, comprarla en dispensarios, comer helado aderezado con ella en camiones y asistir a conciertos en las salas de estar de las mansiones de los cultivadores. Hay demasiada gente en el negocio de vender cannabis en los estados donde es legal, concuerda la mayoría de los expertos de la industria, y llegará la hora de la verdad para los minoristas que no pueden distinguirse a sí mismos en un mercado con un nivel finito de demanda. ¿La mejor manera de hacerlo? Un derivado, una nueva idea extravagante, como los almuerzos de los Edwards.
En noviembre pasado, Leather Storrs, chef de Portland, y varios socios lanzaron un club de merienda para miembros llamado Crónicas de Cocina, donde “botanas drogadas” ocupan el lugar de los aperitivos, y donde cigarrillos eléctricos cargados con extracto de cannabis se hallan en cada mesa para un maridaje de cinco platillos de alta cocina y vino. En marzo, el restaurante HunnyMilk de Portland montó un Despertar y Fumar, un “almuerzo de hierba” de varios platillos que incluyen croissants, donas y un autobús turístico afuera del establecimiento donde los participantes pueden evitar meterse en problemas por fumar marihuana en un lugar público.
En San Francisco, los tarjetahabientes de marihuana medicinal asistieron a un maridaje de cinco platillos de cannabis y alimentos, en febrero, en un establecimiento privado en el Distrito Mission. Colorado tiene tours de maridaje de alimentos, vino y cannabis, así como un restaurante de sushi con sugerencias para combinar hierba y comida.
De vuelta en el Té de Altura de Oregón, el primer maridaje fue té negro Yuzu con cannabis “Tangie Banana” de Gnome Grown Farms, una mezcla de té negro y la cáscara del cítrico japonés yuzu, para un efecto combinado de “un gusto al paladar redondo y nada de astringencia”. La cannabis era un híbrido que debería “hacerte feliz y parlanchín”, dijo Brigham Edwards.
“Si eres nuevo en la cannabis —dijo al principio de su Té de Altura— llévatela lenta. Esta es probablemente una de las mejores cannabis que haya visto y fumado jamás”.
La marihuana venía con encendedores envueltos en hebras de cáñamo y porros forjados previamente y pipas para elegir, pero un grupo de comensales trajo sus propias pipas de vidrio y vaporizadores.
“Recuerdo que me metía en problemas por esto cuando joven”, dijo Christina Provencio, embajadora de la marca Jasmine Pearl, mientras le prendía fuego a un tazón.
El siguiente: té de espiral de lima maridado con “Tangie” (sin la banana), una “mezcla de naranja dulce de California con un híbrido de marihuana”, dijo Brigham. Es una cepa intoxicadora y psicoactiva, tanto así que quienes la fuman podrían sentir una nube particularmente intensa que corre desde la punta de sus párpados hasta las sienes. O como lo dice Dan McAllister, el tipo que cultivó esta hierba: “A menudo le digo a la gente, cuando estoy perfectamente volando, que estoy usando una corona”.
Conforme la comida y la hierba llegaron y se fueron, la sala se volvió cada vez más sociable, si no es que de plano risueña. Pero por lo menos en mi mesa, la conversación no se centraba en el cannabis, sino en la típica charla de almuerzo entre oregonianos “normales”. Ginger Edwards ha poseído la tierra al otro lado de la autopista frente a su posada por varios años, y ella construyó allí una granja orgánica. Cuando los tipos de pesca y vida silvestre se mudaron, ella y Brigham compraron de inmediato la propiedad de cuatro acres y abrieron la posada en octubre pasado. “Sólo estoy aprendiendo el negocio”, dice Brigham, quien estudia para convertirse en “herbolario”. “Anduve en patineta toda mi vida y cultivé hierba por años”.
Y para el platillo final, los invitados sorbieron té negro Caravana y Aliento de Kush, una variante clonada de una cepa popular llamada Galletas de Niña Exploradora, una “planta de lento crecimiento y dominante de indica con una estructura de crecimiento mutada”, dijo Brigham. “Sus capullos son densos y pastosos, con un aroma dulce pero pimentado, el cual puede permanecer en el paladar por horas… una gran fumada para la gente en trajín todo el día y listos para una noche de relajación”.
“¡Ese soy yo!”, bromeó uno de los invitados, y la sala rompió en risas.
Publicado en cooperación con Newsweek /Published in cooperation with Newsweek