Muchos pedían no tomar en serio a
Donald Trump. Entre ellos, el Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa,
quien lo calificó de “payaso”, “demagogo” y “racista”.
Algunos albergaban la esperanza de que
los votantes republicanos recapacitaran y le dieran la espalda; otros esperaban
que la cúpula del partido operara para arrebatarle la nominación durante la
convención de Cleveland, incluso mediante el uso de métodos antidemocráticos.
Sin embargo, el tiempo desmintió a
todos y es casi un hecho que Donald Trump será el candidato del Partido
Republicano a la Presidencia de Estados Unidos. Eso ya no está en duda. Hoy la
pregunta es: ¿logrará ocupar la Oficina Oval?
La preocupante respuesta es: “sí”. El
magnate neoyorkino está empatado en la intención del voto con la favorita para
lograr la candidatura demócrata, Hillary Clinton, en tres estados clave:
Florida, Ohio y Pensilvania.
De acuerdo con una encuesta de la
Universidad Quinnipiac, la ex primera dama tiene 43 por ciento de los apoyos en
Florida frente a 42 por ciento de Trump, porcentajes que se repiten para ambos
en Pensilvania. Mientras que en Ohio, Trump obtiene un 43 por ciento de las
preferencias frente a un 39 de Clinton.
Desde 1960, ningún candidato
presidencial ha llegado a la Casa Blanca sin imponerse en al menos dos de esos
tres estados. Y aunque en los tres, y por amplios márgenes, los votantes
consideran que Clinton es más inteligente que Trump, los ciudadanos de Florida
y Ohio creen que el magnate haría un mejor trabajo en temas como la gestión de
la economía y la lucha contra el terrorismo.
Luego de la declinación de Ted Cruz y
John Kasich, a Trump le faltan menos de 200 delegados para sumar los 1237
necesarios para convertirse oficialmente en el candidato presidencial
republicano.
Del lado demócrata, Bernie Sanders es
todavía rival para Clinton, aunque la exsecretaria de Estado se encuentra cerca
de la cifra de 2383 delegados necesarios para proclamarse candidata, gracias en
parte a los “superdelegados”, funcionarios electos del partido que también
pueden votar en la convención demócrata que se celebrará en julio y que, en su
mayoría, la apoyan.
El embajador Enrique Berruga, quien fue
subsecretario de Relaciones Exteriores en la primera mitad del sexenio de
Vicente Fox, estima que, a pesar de que las principales encuestas y los
apostadores profesionales de Las Vegas le otorgan una ventaja de diez puntos a
Clinton sobre el empresario, “lo más probable es que Trump sea el próximo
presidente de Estados Unidos”.
El diplomático advierte que Hillary
enfrentará “tres asuntos de su pasado reciente que habrán de descalificarla
políticamente e, incluso, por la vía judicial”. El primero tiene que ver con
los discursos que ofreció ante banqueros neoyorquinos, por los que cobró más de
600,000 dólares y cuyo contenido no ha revelado.
El segundo es su responsabilidad como
secretaria de Estado en el caso del ataque al consulado estadounidense en
Bengazi y el asesinato del embajador de Estados Unidos en Libia; y por último,
el más serio: la desviación de correos electrónicos confidenciales hacia su
servidor personal.
Donald Trump, agrega el embajador
Berruga, no dudará en utilizar todos los recursos legales para presentar cargos
judiciales contra su rival por violar normas que atentan contra la seguridad
nacional de Estados Unidos.
“Este coctel de asuntos nebulosos puede
sacar de la carrera a Hillary Clinton, sin llegar siquiera a la boleta final.
Pasará más tiempo enfrentando un juicio que haciendo campaña”, concluye.
Pero, ¿cómo fue que este “payaso,
demagogo y racista” puede convertirse en el hombre más poderoso del planeta? El
responsable tiene nombre y rostro: Paul Manafort.
DE SHOWMAN A PRESIDENTE
Aunque el director de campaña de Donald
Trump es Corey Lewandowsky, un consultor y lobista de 43 años, originario de
Massachusetts, quien realmente ha asumido el reto de convertir al showman que lo
mismo fascina que irrita a las masas, en un candidato serio que actúe como un
candidato formal a la Presidencia de Estados Unidos, es Paul Manafort.
Este estratega y cabildero de 67 años
tomó las riendas del equipo electoral del magnate a principios de abril con una
consigna: “Ganar no es suficiente. Lo que importa es cómo y por cuánto
ganas”, según The Washington Post.
Su llegada significó el inicio de la
mejor racha ganadora de Trump. Pasó de triunfos con el 30 por ciento de los
votos a niveles del 60 por ciento, lo que separó la ventaja con sus rivales
hasta hacerlo inalcanzable.
Manafort tiene amplia experiencia en el
Partido Republicano. Fue estratega en las campañas de Gerald Ford, Ronald
Reagan y George W. Bush, a través de la consultoría Black, Manafort, Stone and
Kelly.
La firma también realizó cabildeo a
favor de empresas tabacaleras, del banco Salomon Brothers y de los casinos de
Trump. Pero de la misma forma ha trabajado para guerrilleros africanos (el
vendedor de armas Abdul Rahman Al-Assir); y los dictadores de Filipinas,
Ferdinand Marcos; de República Democrática del Congo, Mobutu Sese Seko, y de
Somalia, Siad Barre.
Con el objetivo de mejorar su imagen,
Manafort y sus socios preparaban a estos personajes antes de que concedieran
entrevistas a medios estadounidenses, ofrecieran conferencias o hablaran ante
el Congreso.
Otro de esos clientes de dudosa
reputación es Victor Yanukovich, el expresidente de Ucrania que enfrentó la
furia de su propia población que lo acusaba de robos y fraudes, y que organizó
en su contra la llamada Revolución Naranja.
Manafort sugirió al ucraniano vestir
distinto, lo instruyó sobre la forma en que debía comportarse en los mítines y
le aconsejó responsabilizar a otros de los abusos.
Pese a los consejos, Yanukovich tuvo
que huir del país para refugiarse en Rusia en 2014, por las multitudinarias
protestas en su contra. Su herencia, además de una lujosa mansión con zoológico
propio, fue una guerra civil que todavía no se ha frenado.
Pese a este bache en su carrera, Manafort
está listo “para hacer el milagro” de la conversión de Trump. Hace algunas
semanas se presentó en la Asamblea del Comité Nacional Republicano con un
PowerPoint para afirmar que el magnate “es un caballo ganador” también frente a
Hillary Clinton.
El estratega sostiene que el rechazo
que genera Trump “por sus formas extravagantes” cambiará a lo largo de la
campaña; mientras que “los negativos de Hillary Clinton se deben a que la gente
no confía en ella y esa idea, cuando se ha instalado en la opinión pública, no
hay manera de cambiarla”.
Y en esa transformación, Manafort
maneja un presupuesto de 20 millones de dólares para publicidad y estrategia de
medios.
Además, Ed Rollins, un veterano
estratega político, anunció su incorporación a la campaña del magnate como
operador político. Rollins es reconocido en el ambiente republicano por haber
sido jefe de campaña para Ronald Reagan en 1984 y por haber trabajado incluso
antes en la campaña de reelección de Richard Nixon.
Además, el propio Trump reveló quiénes
serían los posibles miembros de su gabinete. En entrevista para el programa “The
O’Reilly Factor” de Fox News, dijo que consideraría nombrar como
secretario de Seguridad Nacional a Rudolph Giuliani, el exalcalde de Nueva York
creador del concepto de “tolerancia cero”; como fiscal General, al gobernador
Chris Christie; y como secretario del Departamento de Salud y Servicios Humanos
al médico Ben Carson.
Ante este escenario, México deberá
prepararse para enfrentar al presidente de Estados Unidos más abiertamente
antagónico a los intereses nacionales desde James Polk, quien nos quitó la
mitad del territorio nacional.
O COPELAS O CUELLO
Trump entregó a los periodistas Bob
Woodward y Robert Costa de The Washington Post un memorando en el que describe
con mayor precisión su chantaje a México.
De acuerdo con el plan, el gobierno
mexicano tendría que realizar un pago único de entre 5000 y 10,000 millones de
dólares para asegurar que continúe el flujo anual de remesas que asciende a 24,000
millones de dólares.
Si no se hace el pago, propondría una
enmienda a la Sección 326 de la Ley Patriótica a fin de obligar a las
instituciones financieras de Estados Unidos a demandar documentos de identidad
antes de que alguien pretenda abrir una cuenta o realizar transacciones financieras,
lo que en los hechos significaría la confiscación de las remesas.
Además, incluiría otras represalias
como la imposición de aranceles comerciales, la cancelación de visas a turistas
y hombres de negocios, así como el aumento del costo de los visados.
No obstante, desde el ámbito académico
se ha advertido la inviabilidad de varias de sus propuestas. Por ejemplo, la
promesa-amenaza de deportar a todos los migrantes indocumentados tendría un
costo enorme.
Según un estudio de American Action
Forum, el plan le restaría a la economía estadounidense alrededor del 2 por
ciento del PIB. Sacar a unos 6.8 millones de los más de 11 millones de
migrantes que viven ilegalmente en Estados Unidos provocaría una caída de hasta
623,000 millones de dólares en la producción del sector privado.
Millones de empleos en los sectores de
la agricultura, la construcción y la hotelería quedarían libres debido a falta
de trabajadores legales que estén dispuestos a hacerlos.
Más allá de los exabruptos de Vicente
Fox, quien un día lo llamó “ignorante, loco, egocéntrico, repugnante y falso
profeta”, para luego disculparse y al siguiente hacerle la “Britney-señal”,
México debe prepararse para la “emergencia Trump”.
El subsecretario de Población,
Migración y Asuntos Migratorios de la Secretaría de Gobernación, Humberto Roque
Villanueva, reconoció que la eventual llegada de Donald Trump a la Casa Blanca
puede tener un “impacto negativo” en términos migratorios para México.
En lo personal me preocupa que la
administración de Enrique Peña Nieto no vea más allá de ese “impacto negativo”
en cuestión migratoria, y carezca de un plan preciso para hacerle frente.
Los Angeles Times definió a Trump como
“un mal informado hombre superficial, vengativo y egoísta que parece incapaz de
sofocar el impulso de arremeter contra los críticos, opositores políticos y
cualquier otra persona que hiere su vanidad”.
México debe verlo como un verdadero
peligro para el país. Y el mundo, como un sujeto que puede poner en riesgo la
frágil estabilidad global. Y si aun dudan de que lo malo pueda convertirse en
realidad, solo les recuerdo que relean “El cisne negro”, de Nassim
Nicholas Taleb, donde lo imposible puede ocurrir.