Mike le dice a Don que su casa está incendiándose. Añade que apagará el fuego si Don le paga. Don le da el dinero, pero Mike no hace nada. Existen dos explicaciones posibles para esta escandalosa traición: Mike mentía acerca del incendio, o nunca planeó ayudar a Don.
En esa historia, Mike es el Partido Republicano, y Don representa a todos los miembros del Partido del Té y sus correligionarios conservadores. Y en esta analogía se encuentra la explicación del crecimiento de Donald Trump y de por qué la élite del Partido Republicano lo condena con tanta fiereza.
Durante años, los líderes republicanos han participado en lo que podríamos denominar una política del espantajo. Ninguna afirmación es demasiado alocada como para justificar su narrativa de que la Constitución ha sido reducida a cenizas por los demócratas: Barack Obama no es un verdadero estadounidense, por lo que no es el presidente legal; Obama cometió crímenes que exigían un juicio político; Obama tiene planes secretos para quitarles sus armas a los estadounidenses; Obama deseaba asesinar a los adultos mayores y a los discapacitados a través de Obamacare; Obama mantenía campos de concentración dirigidos por la Agencia Federal de Manejo de Emergencias. El senador por Texas Ted Cruz incluso jugueteó con la teoría de que Obama deseaba imponer la ley marcial en Texas y planeaba entregar amplias zonas del territorio estadounidense a las Naciones Unidas, la cual proscribiría los caminos pavimentados, las áreas de pastoreo y los campos de golf.
En otras palabras, los republicanos han estado diciendo a los partidarios del Partido del Té que los hogares estadounidenses están incendiándose y que el Partido Republicano podría apagar las llamas sólo si mandan a más conservadores a Washington. La táctica funcionó al llevar al Partido del Té y a otros conservadores a las urnas en 2010 y 2014, y los republicanos obtuvieron grandes ganancias en el Congreso. Pero, entonces, ¿dónde estuvieron las audiencias para llevar a juicio político al presidente? ¿Por qué el Obamacare sigue existiendo? ¿Por qué no se ha arrestado a los demócratas por traición? Los miembros del Partido del Té siguen creyendo las mentiras que les han dicho acerca de conspiraciones y grandes crímenes, y están furiosos porque sus representantes no han hecho nada acerca de los horrores que habían prometido eliminar. Por ello, estos votantes llegaron a la conclusión de que los republicanos los habían vendido. El furioso electorado conservador estaba listo para rebelarse.
Un prominente consultor político republicano vio venir esta conflagración en 2012. Los políticos del partido “deben terminar con su adicción a la cocaína del voto del Partido del Té”, me dijo en ese entonces. Es posible que el hecho de alimentar la suspicacia y la furia de los seguidores del Partido del Té con teorías conspiratorias y aterradoras falsedades los haga acudir en masa a las urnas, me dijo el consultor, pero finalmente se volverán contra la élite del partido. Después de todo, a pesar de todos estos intentos por infundir temor, poco ha cambiado después de las elecciones. Las fantasías no pueden arreglarse.
Al igual que cualquier adicto, los republicanos se mantuvieron en un estado de negación con respecto a lo mal que se estaban poniendo las cosas con su base del Partido del Té. Y ahora los políticos del Partido Republicano han tocado fondo y despertado en las cloacas para descubrir que el abanderado de su partido es un hombre de negocios burdo y divisivo sin experiencia política que es celebrado por los partidarios del Partido del Té. Mientras tanto, los líderes republicanos están convencidos de que él generará una ola de derrotas para el Partido Republicano en noviembre.
La frialdad hacia Trump y el abierto rechazo hacia él están muy extendidos dentro del partido. Paul Ryan, vocero de la Cámara, no lo ha respaldado. Los representantes Barbara Comstock (R-Va.) Y Ann Wagner (R-Mo.), que buscan la reelección, han dicho que Trump aún debe ganarse su voto. También están aquellas personas que dicen que no apoyarán a Trump en ninguna circunstancia, entre ellas, los senadores Jeff Flake (R-Ariz.), Dean Heller (R-Nev.) Y Ben Sasse (R-Neb.). El senador (R-S.C.) ha sido uno de los críticos más francos. “Lucifer es la única persona a la que Trump podría ganar en una elección general”, dijo en Face the Nation. “Creo que la política exterior de Donald Trump, su aislacionismo, nos llevarán a otro 11/9”.
Y también está la pregunta más irritante para los políticos republicanos: ¿a favor de que está Trump, su presunto nominado para la presidencia? Muchos miembros republicanos del Congreso dicen que nunca han hablado con él, y si lo conocen, ha sido como anfitrión del programa de telerrealidad The Apprentice o como un empresario que ha recorrido una y otra vez el camino entre su penthouse y la corte de quiebras. El senador James Lankford (R-Okla.) dijo a la prensa que lo único que querría escuchar de Trump eran sus posturas políticas. Cuando se le preguntó cuáles deseaba escuchar en particular, Lankford respondió: “Todas”.
Luego están los viejos y confiables temas controvertidos: el aborto, la homosexualidad, la oración en las escuelas y el resto de las flechas en el carcaj cultural de los republicanos. Cruz, el notablemente piadoso candidato de las elecciones primarias que se presentaba a sí mismo como un firme soldado en la guerra cultural, perdió gran parte del Cinturón Bíblico (la región de Estados Unidos donde el cristianismo está muy arraigado) ante un hombre que se ha divorciado varias veces, que apoya la paternidad planeada y que pasa interminables horas con el controvertido locutor de radio Howard Stern presumiendo sus aventuras sexuales con modelos.
Es difícil sentir mucha compasión por la élite republicana que ahora se alinea con un hombre al que desprecia, dado que han creado un monstruo. Uno recoge lo que siembra; ya has hecho tu cama, ahora ya puedes acostarte en ella; paga tu dinero y aprovecha tus oportunidades; el idioma está lleno de clichés que señalan por qué este debería ser un momento de alegría provocada por la desgracia ajena y no un momento de pena.
Existe una vía de recuperación para los republicanos. Uno de los principales miembros del partido, la persona que lo salvó cuando perdió el rumbo, es una persona cuyo nombre probablemente pocos republicanos reconozcan: Bill Brock. Exsenador de Tennessee, Brock fue uno de los consentidos del movimiento conservador durante su único periodo de gobierno, de 1971 a 1977. Después de eso, tomó las riendas del Comité Nacional Republicano mientras el partido aún se recuperaba de los escándalos de Watergate. El partido acababa de perder la Casa Blanca, los demócratas tenían el control de la Cámara de Representantes y habían ganado una supermayoría en el Senado, lo cual significaba que ningún obstruccionista republicano podía tener éxito.
Al enfrentar estos sombríos hechos, Brock se propuso reconstruir el partido. Los republicanos carecían de identidad y los votantes tenían poca idea de lo que el Partido Republicano llevaba a la mesa. Brock decidió que el partido debía convertirse en una institución de ideas, y no ser sólo un cuerpo intransigente que hacía poco más que decir que no. Escuchó que dos miembros del Congreso, el representante Jack Kemp (R-N. Y.) y el senador William Roth (R-Del.), estudiaban un plan para imponer grandes recortes fiscales que, en su opinión, generarían un gran crecimiento económico que impulsaría la obtención de ingresos y que evitaría los déficits.
BROCKEAR EL VOTO:Reagan sacó al Partido Republicano de un abismo en 1980 presentando nuevas ideas y una nueva identidad para el partido, impulsadas por su presidente, Bill Brock. Foto: CHARLES TASNADI/AP
Esta idea, que constituye la base de la economía de la oferta, fue adoptada por Brock y se convirtió en tema de informes de investigación y cuestiones de discusión enviados a los conservadores del Congreso y de los gobiernos estatales. Finalmente, fue adoptada por Ronald Reagan como pieza central de su campaña presidencial y, posteriormente, de su gobierno. Ahora, 36 años después, sigue siendo el mantra de los republicanos, aunque la idea de que los recortes fiscales se pagan solos ha sido completamente desmentida y es el principal factor de la enorme deuda y del déficit de Estados Unidos. Por desgracia, mientras que la mayoría de los economistas comprenden que en ocasiones las tasas de interés deben ser altas y en ocasiones deben ser bajas, los republicanos parecen creer que las tasas impositivas siempre deben ir a la baja.
Entonces, ¿cuál es la postura actual del Partido Republicano? El “no” sigue siendo la respuesta. Cualquiera que sea la propuesta de los demócratas, los republicanos se oponen: antiaborto, antimatrimonio gay y, con frecuencia, anticiencia. (la negación del cambio climático es un meme para los republicanos, y cada vez más miembros del partido rechazan la evolución). Las encuestas, como la realizada por el Pew Research Center, muestran que los votantes más jóvenes, incluso los republicanos, no están de acuerdo con este programa. Sólo 38 por ciento apoyan un gobierno más pequeño con menos servicios, de acuerdo con otra encuesta de Pew.
Ahora que Trump les ha propinado un golpe en la cabeza, los republicanos necesitan otro Bill Brock. Necesitan centrarse en nuevas ideas, en lo que tienen que ofrecer a la próxima generación de votantes. Necesitan apoyar algo más que las guerras culturales, los recortes fiscales y “¡No somos Hillary!” Es posible ampliar la base republicana hallando nuevas ideas conservadoras que atraían más que sólo a los seguidores del Partido del Té, a los furiosos y a los cristianos del Cinturón Bíblico.
Por otra parte, si no creen necesitar a un Brock, quizá ocupen una Tuchman. En su espectacular libro de 1984, The March of Folly (La marcha de la locura), la historiadora Barbara Tuchman analiza cuatro ocasiones en las que los gobiernos siguieron políticas en contra de sus propios intereses y desataron las aullantes furias del caos. Al apelar a los instintos más básicos de las bases, los republicanos han hecho justamente eso, y la prueba es un grandilocuente hombre de cabello naranja que parece estar en los noticieros de la televisión por cable las 24 horas del día, los siete días de la semana.
Los republicanos necesitan autoevaluarse y reconocer que han creado el trumpismo al negarse a ceder y gobernar, al participar en el obstruccionismo histórico (como el bloqueo actual a las audiencias para el candidato a la Suprema Corte nominado por Obama) y al actuar en todo momento como adolescentes vanidosos. Se han dado el lujo de crear su propia marcha de la locura durante ocho años; el acantilado hacia el que se dirigen no está muy lejos.
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Publicado en cooperación con Newsweek/ Published in cooperation with Newsweek