El 3 de junio se presentan en El Lunario de la Ciudad de México dos de los roqueros en español más emblemáticos: Ariel Rot y Coque Malla. Rot, además de su carrera como solista, fue parte de Los Rodríguez, junto a Andrés Calamaro, y de Tequila, ambas bandas con gran influencia en el movimiento de “rock en tu idioma” que marcó a las generaciones de las décadas de 1980 y 1990 y que dejaron grandes temas como “Sin documentos”, “Para no olvidar” y “Mucho mejor”.
A larga distancia, Rot conversa con Newsweek en Español.
—¿Qué fue lo último que te ha sorprendido de los nuevos grupos de rock o de las nuevas propuestas musicales?
—Creo que tal vez el personaje más interesante y más carismático que surgió en los últimos años —que no son pocos— es Jack White (The White Stripes), un músico que conoce muy bien el arte de manejar sus influencias; hoy la originalidad es saber robar bien a los demás. Él lo suele hacer muy bien.
—¿Cuándo fue la última vez que tú le robaste algo a otros músicos y a quién?
—En cuanto al rock se refiere, evidentemente Keith Richards y Ron Wood son guitarristas muy presentes en mi manera de tocar, pero estos últimos años he ido incorporando diversas cosas a mi estilo, incluso de guitarristas que no vienen del rock estrictamente. He incorporado la música de raíces latinoamericanas, la música de Piazzolla, la rumba, y con todo eso hice mi propio coctel.
—Después de estar en bandas tan influyentes en las propuestas musicales en español, ¿te parece que los jóvenes siguen haciendo rock?
—El rock hace años que perdió su trono. Reinó durante unas cuantas décadas y hoy convive, y en muchos casos ha sido eclipsado, por otras corrientes musicales como el rap y el hip-hop que conectan mucho con los jóvenes. Influye que el rock ha sido muy relegado en los medios de comunicación. Antes había una cierta ilusión por un rock&roll style of life, eso ya a los chicos no les conmueve porque casi ni lo conocen, están más cercanos a los futbolistas y a los cocineros que a los músicos, no es algo que los motive especialmente.
—El rock en Argentina estuvo muy ligado a la protesta por el sistema político y enfrentar la censura de la dictadura. ¿Ves últimamente algunos grupos en Latinoamérica en ese sentido?
—Es muy curioso que la dictadura argentina, durante la guerra de las Malvinas, prohibió toda la música anglosajona y eso fue lo que impulsó la gran explosión del rock argentino. Yo pertenecí a una generación en la que la canción de protesta estuvo muy presente a principios de los años 70, más por autores que en el rock; sin embargo, yo empecé a hacer rock con una intención mucho mas lúdica y hedonista. Pero sí, obviamente todos los artistas tienen cierto hastío, cierto desencanto, cierta rabia, por todo lo que está pasando en Latinoamérica.
—Hablando de esa parte lúdica con la que tocas, ¿cuándo fue la última vez que te divertiste?
—Me suelo divertir bastante… ¿o te refieres al típico cliché de fiesta roquera decadente? Yo me divierto mucho grabando un disco, por ejemplo, y hay sesiones que son fantásticas, superdivertidas, vienen los chicos a cantar y son emocionantes porque salen cosas muy inspiradas. Con los años se me ha ampliado un universo donde he descubierto zonas iluminadas en las que puedo divertirme y sentirme bien.
—¿Cuáles serían esas zonas iluminadas?
—Mis amigos, la familia, la charla reflexiva, el consumo de alcohol moderado, más ligado al disfrute que a la urgencia y la desesperación; sobre todo la amistad, salir a la carretera y no volver con resaca y echo polvo, descubrir lo bonito que es despertarme en una ciudad que no conozco y salir a pasear por la mañana y respirar ese aire auténtico y novedoso, muchas cosas. Antes el cliché de sexo, droga y rocanrol eclipsaba demasiado ese tipo de cosas.
—En tu última producción, La huesuda, defines a la muerte como una mujer flaca, sexi, que te lleva a la perdición, ¿cuándo fue la última vez que eso te pasó?
—¡Eso me pasa muy a menudo! Es un tema muy recurrente del rock y, sobre todo, en mi repertorio.